Fue un abrazo que debería haber sucedido hace 42 años atrás. Una madre y un hijo se ven por primera vez, no dentro de un hospital, sino que bajo el sol de invierno de Valdivia, al sur de Chile. Con lágrimas corriendo por el rostro y sintiendo muchas emociones al mismo tiempo. Anhelo, felicidad, cariño, nostalgia y tristeza por los años separados, fueron solo algunas de las sensaciones que se sintieron en esos minutos.
Eso fue lo que vivió el abogado Jimmy Lippert-Thyden junto a su mamá biológica, María Angélica González, a mediados de agosto.
Vistiendo un elegante traje azul, una humita con los colores de la bandera chilena y acompañado de su esposa Betty y sus hijas pequeñas, Jimmy llegó hasta la casa de su mamá para conocerla. Al medio de la calle, ambos se fundieron en un largo abrazo, donde lo único que los separaba era un ramo de flores.
“Hola mamá, te amo mucho”, fueron las primeras palabras que Jimmy le dijo a su madre.
El 31 de octubre de 1980, Jimmy nació prematuro en un hospital de Santiago. María Angélica había viajado desde Viña del Mar para conseguir que su niño naciera con los mejores doctores y en las mejores condiciones. Había planeado algunos nombres, pero pensó que apenas le viera su rostro, tendría la certeza de cuál sería el nombre indicado para él. No alcanzó a decidirlo.
Inmediatamente después de que nació, los trabajadores del hospital le dijeron a María Angélica que como el bebé era prematuro, tendría que quedarse en una incubadora. Luego le dijeron que había fallecido. Cuando la mujer pidió el cuerpo de su hijo para enterrarlo, le aseguraron que ya lo habían desechado.
“La engañaron, le robaron la vida. Le dijeron que yo había muerto”, cuenta Jimmy a La Tercera desde su hogar en Ashburn, Virginia, donde regresó hace pocos días tras su estadía en Chile.
Fue arrebatado de su madre, pero ella no tenía cómo saberlo. Casi dos años más tarde, Jimmy fue adoptado por una pareja estadounidense y se fue a vivir a la ciudad de Arlington, Virginia.
El caso de Jimmy es parte de los cientos de casos de adopciones irregulares que sucedieron entre 1973 y 1990, durante el régimen del dictador Augusto Pinochet.
“A las personas que les robaban los bebés eran las mujeres más pobres, vulnerables, que estaban solas y que no tenían cómo defenderse. En los hospitales públicos las asistentes sociales captaban a las más débiles de las salas de parto y les quitaban a los niños. Les decían que se habían muerto o que tenían que quedar hospitalizados. Y después desaparecían”, dice Constanza del Río, fundadora y directora de la Nos Buscamos, ONG que investiga sobre estos casos y que ayuda a que los hijos perdidos puedan reencontrarse con sus familias biológicas.
Versiones diferentes
Jimmy creció en un hogar “lleno de amor” en Estados Unidos. Sus padres le entregaban lo mejor que podían y lo apoyaban en lo que quisiera lograr. “Siempre me dijeron que era adoptado y que era de Chile, no era un secreto ni algo vergonzoso. Era algo de lo que tenía que estar orgulloso y celebrar”, cuenta.
Lo que de vez en cuando podía ser complejo era ser un niño de origen latino que es criado por estadounidenses. No por sus padres, sino porque habían otras personas que no eran amables frente a eso.
“No entendían por qué un bebé latino estaría con una familia blanca, caucásica. Hubo momentos en los que fue difícil crecer porque no había muchos latinos y yo era el único chileno que conocí en toda mi vida”, explica.
Nunca se sintió completamente estadounidense. Estaba orgulloso de sus raíces chilenas, pese a que no tenía una noción exacta de lo que eso significaba. Como una forma de buscar su identidad, Jimmy se integró a la Infantería de Marina, donde estuvo por 19 años. Luego fue pastor y más tarde se convirtió en abogado penalista.
“Quería defender a personas que se parecen a mí, que son descartadas por el sistema y son perjudicadas por él”, dice.
La madre adoptiva de Jimmy le entregó sus papeles de adopción en 2011. Desde entonces los mantuvo guardados. Pero cada vez que los leía, sentía que las palabras no encajaban.
“Son versiones tan diferentes que no tienen sentido. Una página dice ‘madre y padre desconocidos, el Estado de Chile no tiene forma de saber quiénes fueron’. Dos páginas después aparece el nombre de mi madre biológica y su dirección”, cuenta.
Otras versiones que aparecen en sus papeles indican que no tenía parientes vivos, que fue dado en adopción cuatro días después de nacer y otra que fue abandonado después de dos años.
A pesar de que nada coincidía en su historia en ese momento, encontrar la respuesta no era una tarea fácil. Jimmy pensaba que tendría que viajar a Chile y hacer las cosas por su cuenta, desconociendo cómo empezar, cuánto se iba a demorar y sin conocer a nadie. Si bien sabe hablar español, dado que lo estudió durante varios años en el instituto, el idioma también podía ser una barrera durante esa búsqueda.
“Me preguntaba ¿cuándo es un buen momento en mi vida para hacer esto?”, dice. Hasta que en abril de este año apareció una pequeña esperanza.
Descubrir la verdad
La esposa de Jimmy, Betty, leyó un artículo en USA Today que hablaba de la historia de Scott Lieberman, chileno-estadounidense que fue víctima de adopción irregular y que había podido descubrirlo con la ayuda de Nos Buscamos. Betty le insistió varias veces a Jimmy que lo leyera.
“Quedé impresionado. Pensé que esa era mi oportunidad. Todo lo que sabía era que desde Nos Buscamos estaban dispuestos a ayudar”, dice.
Después de leerlo, abrió su computador y mandó un mail a Nos Buscamos con su historia y la documentación necesaria. Pensó que tendría alguna noticia en unos meses más, pero llegó al día siguiente. “Tienes que llamarnos de inmediato”, le escribió Constanza del Río.
“Descubrieron que fui víctima de trata, la historia detrás de todo y las personas me habían traficado”, afirma Jimmy. En sus papeles figuraban dos nombres de importancia, la trabajadora social Telma Uribe y la abogada María Angélica Avendaño, quienes estuvieron relacionadas a casos de tráfico de niños en Chile.
El carnet de identidad y pasaporte chileno, que el chileno aún tiene en su poder, indicaban que su nombre era Carlos Dionne Burbach.
Jimmy enfatiza en que se trata de un nombre falso y que no se lo puso su mamá biológica. “Me robaron de ella antes de que pudiera abrazarme, antes de que pudiera nombrarme. Es solo una herramienta que usaron para traficarme. No lo usaré”.
No hay certeza de cuántos casos de adopción ilegal ocurrieron en el país entre 1970 y 1990. Informes de la Policía de Investigaciones (PDI) señalan que en esos años 50 mil niños salieron de Chile y nunca volvieron a entrar. Desde 2014, Nos Buscamos ha conseguido recopilar 7.000 datos y gestionar más de 400 reencuentros entre hijos perdidos y sus familias de origen en Chile.
“Ni siquiera tenemos un número exacto para empezar a armar políticas públicas o algún tipo de reparación. No sabemos cuántos son”, dice Del Río.
“No sabes los mares que he llorado por ti”
El paso siguiente fue que Jimmy se hiciera un test de ADN. En los últimos años Nos Buscamos se ha asociado con MyHeritage, plataforma de genealogía que brinda kits de ADN gratis a los adultos que están en este proceso de búsqueda. Los resultados de Jimmy coincidieron con el de una prima, quien también usaba la plataforma.
“La contacté y le dije que estaba buscando a mi familia, que no sabía si estaban vivos o sabían de mí”, cuenta el abogado. También le mencionó el nombre que aparecía en su documentación, María Angélica González, y le mandó sus papeles.
Esa prima le contó toda la información a María Angélica. La fecha exacta en que el bebé había nacido, la ciudad, la dirección. Ella no podía creerlo.
“¿Cómo afrontas ese momento? Tu hijo regresa de la muerte, es doloroso. Hay mucha felicidad, pero también mucha culpa por no intentarlo antes, por perder 42 años. Eligieron y atacaron a mujeres que no tenían dinero, que no tenían poder o autoridad para luchar”, reflexiona.
Inicialmente su mamá no contestó las llamadas. Eran muchas emociones en tan poco tiempo. Jimmy lo entendió.
Entonces le mandó una foto de él y una breve frase: “Mamá soy yo, su bebé”. Poco después le envió una imagen de su familia para que la conociera. “Tienes todo el tiempo que necesitas”, fue lo último que decidió escribir.
“Quería que supiera que cuando ella estuviera lista, yo estaría listo”, dice.
María Angélica contestó de inmediato. “Hijo, no tienes idea de los mares que he llorado por ti”, rezaba la respuesta. De ahí en adelante intercambiaron mensajes y fotografías durante horas.
Al día siguiente hicieron su primera videollamada. Justo en ese momento Jimmy estaba junto a su madre adoptiva. Cuando la cámara se prendió y vio a María Angélica, las lágrimas afloraron y comenzaron a hablar como si nunca se hubieran dejado de ver.
“Hay mucho dolor por todos lados. Mis dos madres tienen dolor, ambas están en su derecho a estar enojadas y fueron víctimas de esto. También yo”, señala Jimmy.
El chileno sabía que tenía que venir para conocer a su mamá, sus tres hermanos y su hermana. Vendió su camioneta para costear la travesía y a mediados de agosto llegó después de cuatro décadas a sus tierras de origen. Lo hizo junto a su esposa Betty y sus pequeñas hijas.
El anhelado viaje a Chile
Jimmy se quedó una semana en Santiago tras su llegada. Acompañado de su hermana, hizo una visita muy significativa en su historia: fue al Zoológico Metropolitano, el primer lugar al que había ido con sus padres adoptivos cuando era un bebé.
Después vino el anhelado vuelo desde la capital hasta Valdivia. Cuando iba arriba del auto que lo trasladaba desde el aeropuerto, decidió detenerse un segundo para comprar flores. Una de sus hijas lo ayudó a elegirlas. La pequeña también le preguntó qué es lo que le diría a su mamá cuando la viera.
Jimmy recuerda con claridad el instante en que se encontró con María Angélica. “Sentí que era tan pequeña, dulce, amorosa y generosa. Simplemente no puedo creer que alguien pudiera lastimarla. Fue muy difícil”, dice.
Aunque había intérpretes en ese momento, él sentía que tenía que hablarle a su mamá por primera vez con sus propias palabras y desde su voz, por más que su español no fuera perfecto. Ahí fue cuando le dijo que la amaba.
Al interior del hogar de María Angélica, una verdadera fiesta de cumpleaños lo esperaba: serpentinas de todos los colores y 42 globos perfectamente alineados adornaban el techo y las paredes. Cada uno de ellos representaba un año de vida en el que mamá e hijo estuvieron separados.
“Nos robaron 42 años, pero nunca 43. No nos robarán ni un año más”, afirma Jimmy.
Los días que vinieron después fueron de conocerse, aprovechar el tiempo y compartir cosas cotidianas, que cualquiera podría dar por sentado en la rutina, pero que para Jimmy y su familia estaban llenas de importancia porque nunca las pudieron hacer juntos. Cocinaron empanadas, caminaban para ir a comprar el pan, veían los partidos de fútbol del barrio, iban a comprar leña para la estufa y a la feria.
“Fue muy significativo poder estar en todos esos espacios. Un día fuimos a caminar con mis hijas y mi mamá. Ella me dijo ‘esta es la escuela a la que iba cuando era niña’. Ver eso fue increíble”, relata.
Este viaje ha significado para Jimmy encontrar las piezas que le faltaban de su identidad. En su vida en Estados Unidos no había conocido a chilenos, por lo que era común que se comparara con otros latinos que conocía. Eso también le hacía sentir que no encajaba: no se sentía ni muy moreno ni muy blanco.
“Ahora me siento más cómodo conmigo mismo que hace un mes, porque ahora tengo a mi gente y sé de dónde vengo. Por primera vez en mi vida siento que pertenezco a algún lugar y es hermoso”, dice.
En Santiago, el abogado se reunió con diplomáticos y autoridades para abordar su caso de adopción falsificada. “Llegué a esto porque no quería la injusticia de que alguien le dijera a mi mamá que yo había muerto, no podía dejarlo pasar. Ella merecía saber que estoy vivo”.
El reconocimiento
Ahora en adelante, Jimmy espera que exista un reconocimiento del Estado a las decenas niños que fueron adoptados irregularmente.
“Es necesario que haya reconocimiento, hay personas de todos lados que son víctimas. Quiero que todos estos niños sean reconocidos como ciudadanos de Chile porque no solo fuimos bebés robados a una madre. Fuimos personas a las que se les negó nuestro país, nuestro lugar en la tierra, nuestra cultura y herencia”, sentencia Jimmy.
Del Río hace hincapié en lo mismo: “Lo primero que tiene que haber es un reconocimiento a esto como un hecho histórico. No vamos a llegar a la reparación si el Estado de Chile ni siquiera lo reconoce”.
Otros anhelos de Jimmy son poder comprender más a fondo de la cultura, el idioma y las complejidades de Chile. Ahora tiene la certeza de que un confortable hogar lo espera al sur de Chile, con sus seres queridos. Espera poder regresar por lo menos una vez al año para poder visitarlos y seguir recuperando el tiempo que les fue arrebatado.