En nuestro lenguaje cotidiano, es muy común relacionar las palabras obesidad y sobrepeso con la comida poco saludable y un estilo de vida sedentario. No obstante, estas dos razones no son las únicas que causan un aumento de peso excesivo.
A pesar de llevar una vida sana, hay personas que pueden volverse obesas en consecuencia de unos compuestos químicos —bautizados como obesógenos— que están presentes en todas partes y que no es necesario comerlos para que provoquen un aumento de grasa.
¿Qué son estos obesógenos, dónde los encuentro y cómo los evito?
En qué productos se encuentran los obesógenos
Los obesógenos están ocultos bajo nombres complicados, como bisfenol A, bifenilos policlorados, ftalatos, ésteres de polibromobifenilos, sustancias perfluoroalquiladas, parabenos, acrilamida, alquilfenoles, dibutilestaño o metales pesados como el cadmio y el arsénico.
Sin embargo, forman parte de la composición de muchos productos que usamos en nuestro día a día, como los detergentes, alimentos, envases de plástico, ropa y cosméticos. Por tanto, es muy difícil evitar entrar en contactos con ellos.
Pero, ¿cómo nos engordan? Estos químicos no producen obesidad por sí mismos, sin embargo, promueven el exceso de peso mediante otros mecanismos, como incrementando el número y tamaño de las células encargadas de acumular grasa.
Además, pueden alterar la acción de las hormonas (sexuales y tiroideas) que están relacionadas con las células adiposas, la ganancia del peso y el metabolismo, y también la microbiota intestinal.
Los efectos de la exposición de estos obesógenos se incrementa durante la etapa fetal y la primera infancia, donde las personas son más vulnerables, y puede afectar a la salud a largo plazo.
Esto lo explica la Hipótesis de los Orígenes de la Salud y enfermedad en el Desarrollo, que postula que el ambiente que rodea a una persona durante su desarrollo temprano puede provocar cambios fisiológicos que la hagan más vulnerable a ciertas enfermedades durante toda su vida.
Cómo evitar la exposición a los obesógenos
Aunque convivimos con estos químicos en nuestra vida cotidiana, existen algunas prácticas que se pueden hacer para evitarlas al máximo posible:
- No fumar
- Disminuir el consumo de alimentos y bebidas envasados
- Reducir el uso de plásticos, así como de ciertos cosméticos y lociones
- Limitar el consumo de alimentos con pesticidas
- Reciclar y reutilizar todo lo que podamos
Además, se recomienda que las autoridades de salud pública y medioambiente desarrollen estrategias y políticas para limitar la exposición de la población a estas sustancias, y seguir investigando sobre los efectos negativos.