7 rasgos de adultos que fueron “malcriados” en su infancia, según la psicología
La crianza es una etapa fundamental en la vida de los niños, donde los padres deben proveerles herramientas para que aprendan a gestionar sus emociones, entre otras cosas. Las carencias de esto pueden verse reflejadas en la adultez.
La crianza es uno de los desafíos más grandes que tienen las personas que se convierten en madres y padres. Y es que mucho de lo que sucede en la infancia y adolescencia de los hijos se ve reflejado en el comportamiento adulto más adelante.
En esta línea, la psicología ha estudiado ampliamente esta área y ha encontrado los lineamientos básicos para criar a niños que sean adultos responsables, asertivos y, por sobre todo, felices.
Según la psicóloga Jennifer Delgado, los estilos de crianza demasiados permisivos y la ausencia de límites y normas hace que un niño se vuelva “malcriado” y, de no corregirse estos comportamientos, después desembocan en un adulto con problemas para relacionarse con su entorno.
Para identificarlos, la psicología reúne al menos 7 rasgos comunes en adultos que fueron “malcriados” en su infancia.
1. Son aferrados a sus ideas y no ceden ante otras
Hay adultos que, al no haber tenido las herramientas en su crecimiento, se convierten intransigentes a la hora de debatir o escuchar otras opiniones: suelen ser firmes en no llegar acuerdos o arreglar problemas, pues están acostumbrados a “tener la razón” o que las cosas salgan como ellos quieren.
2. Tienen pocas habilidades para comunicarse
No mostrarle a un niño en crecimiento que la vida puede no resultar como ellos prefieren o quieren puede crear obstáculos en su forma de comunicarse. En este caso, los expertos recomiendan la escucha activa y la asertividad de los padres.
Y es que, de lo contrario, “pueden convertirse en adultos maleducados, a los que no les importa ni tienen en cuenta cómo hacen sentir a los demás con sus palabras”, dijo la doctora Denitrea Vaughan, psicóloga experta en relaciones.
Además, suelen tener poca disposición a escuchar a los demás.
3. Son egoístas
Aunque el egoísmo es una conducta natural en los humanos —y que, además, forma parte del desarrollo de los niños—, a partir de los 6 años pasa a ser un comportamiento más problemático.
Muchos adultos egoístas fueron niños “malcriados”. Según le dijo la psicóloga Reena B. Patel a Parade, “se centran en lo que les funciona y lo que es mejor para ellos, y no suelen tener en cuenta las preferencias o sentimientos de quienes los rodean”.
4. No suelen sentir empatía por los demás
Cuando la empatía no se desarrolla durante la crianza a partir de la comunicación asertiva y el interés en cómo se sienten los demás, los niños se convierten en adultos que no tienen la capacidad de entender al otro.
Según Vaughan, “cuando no sabes cómo comunicarte y no te han desafiado a lidiar con el conflicto, careces de la capacidad de tratar de entender las cosas desde la perspectiva de otra persona”.
Usualmente, son personas que creen que su postura es la única válida, y no son capaces de asimilar ni entender el contexto de las demás personas.
5. Tienen actitudes impulsivas
La inteligencia emocional se desarrolla durante la crianza cuando los padres ponen límites y les dan herramientas a los niños para gestionar sus emociones.
Sin embargo, cuando son muy permisivos, es poco probable que aprendan (e implementen ya de adultos) la paciencia ante situaciones donde “quieren” o “necesitan” algo, lo que les lleve a cometer acciones o tomar decisiones impulsivas.
6. No tienen autodisciplina
Cuando no se establecen límites en la niñez, estas personas carecen de la capacidad y herramientas para establecerse a sí mismos reglas para alcanzar un determinado objetivo.
Usualmente, esto se traduce en adultos que no pueden llevar, por ejemplo una alimentación saludable por sí solos, cumplir con lo que exige un trabajo o, incluso, pueden tener problemas a la hora de estudiar.
7. No saben gestionar las discusiones
Es común y normal que entre personas se generen discusiones o conflictos al no tener opiniones iguales. No obstante, en los niños que se han criado pensando que siempre estaban en lo correcto o que solían salirse con la suya, este patrón se repite hasta en la adultez.
“Sin duda, es un problema para mantener relaciones saludables porque no aprendieron a gestionar los conflictos y los desacuerdos de manera eficaz”, dijo Vaughan.
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