El jueves 21 de septiembre se celebró el Día Mundial del Alzheimer. La fecha fue establecida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en conjunto con Alzheimer’s Disease International (ADI) en el año 1994, con el fin de poder generar más conocimiento en la población por esta afección, sus efectos y por qué es importante prevenir.

Se trata de una enfermedad neurodegenerativa e irreversible que se caracteriza por el daño en la memoria, el pensamiento, el lenguaje y el comportamiento, lo que termina afectando las dimensiones de la vida de quien lo padece.

Según la organización estadounidense Alzheimer’s Association, inicialmente el trastorno se muestra con una pérdida de memoria muy leve, pero con el paso del tiempo los problemas cognitivos van empeorando. En la fase final, los pacientes casi no pueden mantener una conversación con otros y dependen completamente de terceros para sus actividades cotidianas.

Si bien gran parte de quienes presentan indicios de este tipo de demencia son los mayores de 65 años, no se trata de una enfermedad que sea exclusiva de la vejez, pues también puede darse de forma más temprana.

Hoy en día se calcula que hay 55 millones de personas en todo el mundo con alguna clase de demencia, de acuerdo a la OMS. La alerta está en que se prevé que la cifra crezca en los próximos años: para el 2030 se calcula que habrá 78 millones de personas con demencia, y para el 2050, 139 millones.

Qué debemos saber sobre el Alzheimer

Según explica el psiquiatra y neurólogo Enrique De Rosa al medio Infobae, el Alzheimer tiene aspectos neurológicos que deben ser considerados para comprender de mejor manera cómo funciona.

El especialista dice que una de las características que ocurre durante la afección es que en el cerebro comienzan a aglomerarse las proteínas amiloides y ovillos tau, cuya presencia en el tejido cerebral se asocia a un daño en las neuronas. Esto inicia en la etapa más temprana del Alzheimer.

Durante el Alzheimer, las neuronas se dañan y mueren a raíz de la acumulación de las placas amiloides y ovillos tau.

“Provoca la muerte de las neuronas, así como la consecuente alteración en las sinapsis entre las mismas, lo que lleva a un deterioro de la función cognitiva”, explica el neurólogo.

De Rosa agrega que otro punto a considerar es que el daño neuronal se muestra en ciertas áreas muy específicas del cerebro, tales como “diferentes partes de la corteza cerebral, la sustancia gris subcortical, el hipocampo y el lóbulo temporal”.

Dado que esas zonas están estrechamente relacionadas a “la memoria, el aprendizaje y el lenguaje”, el Alzheimer interfiere de forma directa en esas funciones cognitivas. En las etapas más avanzadas de la enfermedad, el daño está presente en gran parte del cerebro y se produce una reducción del tejido.

El neurólogo recalca que a medida que este tipo de demencia progresa, también se produce una “reducción del flujo sanguíneo que puede incrementar el deterioro neuronal, a su vez que se detecta la presencia de fenómenos inflamatorios”.

La enfermedad neurológica también posee una dimensión psiquiátrica, la que se traduce sencillamente en alteraciones del estado de ánimo y conducta.

Algunos de los más comunes son las alteraciones de humor que puede presentar un paciente con Alzheimer, como “depresión, ansiedad y agitación”. Asimismo, el neurólogo detalla que otro síntoma es que existen cambios de comportamiento en los que las personas tienen dificultades “para controlar sus impulsos, comportarse de manera repetitiva o tener alucinaciones”.

El Alzheimer se presenta con una pérdida de memoria muy leve, pero luego los problemas cognitivos se agudizan.

De acuerdo a Mayo Clinic, otras señales que se presentan son la desconfianza, el aislamiento social, el insomnio, la pérdida de interés por ejecutar tareas y la desinhibición frente al resto.

Cuando la enfermedad ya está en las últimas fases, lo más evidente son las alucinaciones, delirios o alteraciones en el juicio, dice De Rosa. En conjunto, todas esas transformaciones pueden afectar las actividades cotidianas y la calidad de vida del paciente, así como también de quienes están a cargo de su cuidado.

Hasta la fecha, los especialistas no han podido encontrar la cura para el Alzheimer y tampoco existe una estrategia única que funcione correctamente en todos los pacientes. Algunos tratamientos con medicamentos pueden servir para disminuir un poco los síntomas, por ejemplo, para retrasar la pérdida de memoria o reducir los problemas de conducta.

Al mismo tiempo, hay terapias de distinta índole que también pueden instalarse como un gran apoyo en los pacientes y sus cuidadores. “Las terapias y talleres de rehabilitación cognitiva son de gran ayuda para trabajar en funciones remanentes y enlentecer el avance en el deterioro de las funciones cognitivas”, destaca De Rosa.