Como ginecóloga infanto juvenil he visto el progresivo empoderamiento de las niñas y adolescentes en materia de salud sexual y reproductiva. Hace 20 años las jóvenes llegaban a la consulta escondidas de sus padres para prevenir embarazos, hoy ese panorama ha ido cambiando progresivamente y muchos progenitores acompañan a sus hijas demandando una atención integral y abierta. Pero falta mucho por avanzar. Porque el acceso a la educación sexual y a servicios ginecológicos todavía no es universal e igualitario para todas las niñas chilenas y esta inequidad genera mujeres vulnerables. ¿Cómo? Si las niñas conocen las partes de su cuerpo, desarrollan un vocabulario para explicar a los adultos responsables los síntomas y signos del abuso. Si las vacunamos contra las infecciones de transmisión sexual prevenibles, cuando sean mujeres adultas no enfermarán y no morirán. Hoy se ponen dos vacunas contra infecciones de transmisión sexual, la de hepatitis B para todos los recién nacidos y la de virus papiloma para las niñas de 9 años. La hepatitis B mata por cáncer de hígado y el virus papiloma por cáncer de cuello del útero y otros. Si las adolescentes pueden controlarse infecciones de transmisión sexual y tratárselas a tiempo, pueden evitar sus consecuencias. Por ejemplo, si una adolescente se hace el examen de clamidia, la infección de transmisión sexual bacteriana más común, con antibióticos puede evitar la infertilidad, los embarazos tubarios y el mayor riesgo de contagio de VIH al que se exponen. Este examen aún no está disponible en el sistema público. Si las adolescentes tienen información y acceso a anticonceptivos pueden escoger cuándo tener hijos y cuántos tener. Si, en definitiva, logramos convencer a los padres de que educar es proteger, algo que la evidencia científica demostró hace años, desecharán el popular mito de que educar es "dar permiso" y no restringirán el acceso a educación sexual y servicios ginecológicos para sus hijas. Cuando educamos a las niñas, ellas aprenden a protegerse de los riesgos sexuales, aprenden a postergar su actividad sexual y cuando la inician saben cómo hacerlo sin peligro y en forma satisfactoria. Por eso, la salud ginecológica de las niñas y adolescentes empareja la cancha para las mujeres que van a ser algún día, y en este campo hay aún mucho que mejorar.

* Ginecóloga Infanto Juvenil, Clínica Alemana, y magíster en Salud Pública Materno Infantil