Marcelo Leppe, director del Instituto Antártico Chileno (Inach), dice que entre 1998 y 2005 el país solo publicaba, en promedio, entre cuatro y siete artículos de corriente principal por año, es decir, estudios publicados en revistas que la International Scientific Index (ISI) les asigna un alto puntaje, como Nature o Science.
Pero en 2006, explica que se abrió la convocatoria a todo tipo de científicos e investigaciones, por lo que se incrementó el número de proyectos. En 2017 se publicaron 70 estudios en revistas de primera línea, y se financiaron 101 proyectos de investigación, como parte del Programa Nacional de Ciencia Antártica que encabeza el Inach.
"Antes de 2006 seleccionábamos discrecionalmente, pero desde que cambiamos la métrica a concurso abierto, puede postular cualquier idea. Se produjo una transformación", reconoce.
Si en 2006 el Inach invirtió $ 200 millones para investigaciones, en 2017 colocó $ 1.900 millones y se espera que una vez hecha la evaluación de la actual campaña de investigación, que finalizó en marzo, el dinero invertido supere los $ 2.000 millones.
Según cifras publicadas en el Boletín Antártico del Inach, la ciencia y logística en este continente aportaron $ 21.000 millones en 2017 al PIB de la Región de Magallanes, monto que aumentaría a $ 43.000 millones si se incluyen áreas como turismo y pesca.
¿Qué hay en la Antártica?
Según el astrónomo y presidente del Consejo de Conicyt, Mario Hamuy, el continente tiene una gran influencia, "por lo que resulta fundamental realizar investigación".
Por ejemplo, una reciente exploración en el glaciar Unión analizó organismos macroscópicos, como los líquenes, una diversidad de la especie poco conocida y que podría ser la solución frente a bacterias multirresistentes o para el tratamiento del alzhéimer.
De hecho, una de las líneas investigativas más recurrentes en el continente es la farmacológica, gracias a que la experimentación se ve beneficiada por las temperaturas extremas, los altos niveles de radiación ultravioleta y tiempos prolongados de oscuridad. Por ello, los científicos se han centrado en el estudio de ciertas plantas que soportan la salinidad extrema formando espinas en sus hojas, la búsqueda de proteínas anticongelantes en el pasto antártico y estudios glaciológicos en el interior de la Antártica occidental.
Conicyt está financiando a más de 100 investigadores, con un aporte total en 2017 de $ 2.500 millones para investigación científica y tecnológica, que se suma a los recursos que provee Inach, fondos que se canalizan, entre otras fórmulas, a través del centro de excelencia Ideal, perteneciente al programa Fondap.
Precisamente, científicos de este centro fueron los primeros chilenos en instalar un anclaje en la Antártica, en febrero, el que posee sensores para medir la presión de CO2, lo que ayudará a determinar si la Antártica es un sumidero o no de las emisiones del C02 producidas por el efecto invernadero.
Además, Conicyt, a través de Fondecyt, desarrolla proyectos que investigan algas y plantas en relación al cambio climático, y larvas y plancton en los canales del norte de la Patagonia.
También desarrollan estudios de glaciología, sistemas biológicos, ecosistema, bienestar humano y resistencias parasitarias.
Más bases
Leppe detalla que muchas de estas investigaciones se han posibilitado gracias al aumento de plataformas de investigación científica o bases. "Partimos con las bases Escudero, Yelcho y Carvajal. Luego instalamos un laboratorio en la Base O'Higgins, otros dos en la Base Prat y en la Base Gabriel González Videla. Ahora estamos construyendo otro laboratorio en la Base Carvajal. Con esto completamos una red de bases del Inach y otros operadores antárticos para investigación científica multipropósito".
Una de las universidades, que por su ubicación geográfica (Punta Arenas) centra mucha de sus investigaciones en el continente helado, es la U. de Magallanes (Umag). Juan Carlos Aravena, director del Centro de Investigación Gaia Antártica (Ciga) de la universidad, dice que la Umag definió la investigación antártica y subantártica como una línea prioritaria y estratégica a desarrollar. "En esa línea se postuló y adjudicó un convenio de desempeño con el Ministerio de Educación, Gaia Antártica, que ayudó a potenciar las capacidades de la universidad en esta área. Se ha consolidado un equipo de investigadores muy productivo", señala Aravena.
Reconoce un alza sostenida de proyectos de investigación antártica "debido a la instauración de un modelo de adjudicación de proyectos a través de un sistema competitivo que fomenta la selección de las mejores propuestas en base a una evaluación por pares extranjeros. Esto estimuló la participación de todo el sistema científico nacional en las convocatorias de propuestas antárticas".
El vicerrector de Investigación y Posgrado de la Umag, Andrés Mansilla, también destaca el Plan Especial de Desarrollo de Zonas Extremas para el aumento de la ciencia en Magallanes, "pues gracias a él podremos contar con centros de investigación para estudios de relevancia mundial".
Por último, Aravena destaca el futuro Centro Antártico Internacional (CAI) en Punta Arenas, cuya construcción parte en 2019 y que busca ser el principal polo de investigación de la Antártica en el mundo y disputarle a Usuahia ser el punto de entrada al continente blanco. Organismo estará a cargo del Inach y la Umag.