El 3 de abril de 1973, Martin Cooper agarró su Motorola DynaTac 8000X y realizó la primera llamada desde un teléfono móvil del tamaño de un tremendo ladrillo. No llamó a cualquier persona, sino que a su principal competidor en el área: Joel Engel de Bell Labs de AT&T.
“Te estoy llamando desde un teléfono celular, un teléfono móvil real, portátil, de mano”, le dijo Cooper a Engel. Quizás sin saberlo en ese momento, el ingeniero de Motorola estaba cambiando para siempre la historia de la humanidad.
Desde ese hito, hace ya 50 años, ha cambiado completamente el concepto que tenemos de un celular. Se han expandido casi de forma ilimitada sus funcionalidades y también ha variado su tamaño, puesto que hoy son mucho más accesibles y livianos de transportar que en sus orígenes.
Hoy en día el celular lo ocupamos en lo cotidiano para hacer prácticamente de todo: sacar fotos para recordar en el futuro, pagar deudas, dejar recordatorios en el calendario o comunicarnos con alguien que no conocíamos o habíamos perdido contacto. Eso y mucho más lo hacemos con el móvil a la mano.
También hay ciertas acciones que hacemos en el teléfono que son más bien automáticas y que no las pensamos demasiado. A más de alguien le ha pasado que se ve sumergido en un eterno scrolling por las redes sociales, lo que incluso puede llegar a durar horas. Al final, nos volvemos una especie de zombie frente a la pequeña pantalla.
Ante la compañía a toda hora de esta tecnología, ¿de qué forma ha impactado esto en nuestro cerebro? ¿Nos hemos vuelto dependientes para mal de este pequeño objeto?
La subordinación al celular
De acuerdo a un artículo de BBC, a medida que crece la dependencia de las personas hacia sus teléfonos, al mismo tiempo las investigaciones científicas intentan mantenerse firmes para seguir explorando el fenómeno.
De lo que hay una cierta claridad es que el teléfono sí puede causar ciertos efectos nocivos pero que aún siguen siendo investigados. Hasta ahora, una de las posibles consecuencias identificadas es que se ve afectada la productividad y la retención de la memoria de las personas.
Hay ocasiones en que las actividades que realizamos con el teléfono llegan a ser riesgosas para nuestra propia seguridad. Por ejemplo, usarlo cuando se conduce. Aquello implica inevitablemente que prestemos menos atención a lo que está delante del volante, lo que puede causar peligro no solo para nosotros mismos sino que también para otros automovilistas y peatones.
Cada vez que suena una notificación en nuestro celular parece algo inofensivo a simple vista. Sin embargo, la realidad es que eso también nos distrae negativamente en el rendimiento de lo que estábamos haciendo, sea estudiar, trabajar o realizar cualquier tarea doméstica.
Finalmente, solo el hecho de que nuestro dispositivo esté a poca distancia de nosotros significa estar adiestrados a la necesidad casi automática de tener que tomarlo y revisarlo unos minutos, sea WhatsApp o las plataformas digitales.
Asimismo, sucede a veces que no escuchamos ninguna notificación, pero cuando miramos a nuestro alrededor y vemos que las personas que nos acompañan están pegados al celular, decidimos hacer lo mismo.
Entonces, ¿cuál es la posible solución en esto?
Qué podría ayudar en la dependencia del celular
Parece ser que aún falta mucho tiempo para saber con exactitud las secuelas que podría tener la dependencia a los móviles en la salud del ser humano.
Sin embargo, por ahora hay ciertas medidas que se pueden seguir para paliar esta obsesión de revisar el celular a cada momento.
Según BBC, expertos han identificado que una de las cosas que se pueden hacer para evitar mirar el teléfono a cada momento es simplemente dejarlo en otra habitación de donde estamos ubicados. De forma más bien inmediata eso puede servir, pero a largo plazo hay cambios que también es posible efectuar y que se relacionan con la resistencia cerebral a hacer ciertas cosas.
El escritor científico David Robson apuntó en su libro El efecto de la expectativa que los estudios más actuales han disputado la creencia de que si se adiestra la fuerza de voluntad de determinada forma, como por ejemplo, evitando mirar el celular, eso conduce a agotarnos y obstaculizar aún más el rendimiento de las otras actividades que estábamos haciendo.
Siguiendo la perspectiva de Robson, eso depende más bien de la perspectiva que tiene cada persona: en el caso de aquellos que piensan que no tienen tanta resistencia mental a hacer ciertas cosas, son más propensos a terminar haciendo eso que ellos creían inevitable.
Mientras que aquellos que están seguros que tienen un cerebro capaz de todo, creen que resistir a la sugestión de hacer ciertas cosas no afectará negativamente su rendimiento mental en otras tareas posteriores.