Una enorme casa de campo de 17 hectáreas, adornada por un lago tranquilo, suena como un lugar soñado para vivir. Sin embargo, la mansión, apodada Villa Bogensee en el norte de Berlín, Alemania, permanece abandonada desde el año 2000, y a nadie le interesa comprarla.
Como si se tratara de una presencia fantasmal, el legado del nazi de su anterior dueño pareciera alejar a cualquier comprador: este retiro veraniego fue propiedad de Joseph Goebbels, uno de los aliados más cercanos a Adolf Hitler (se decía que era su mano derecha), ministro de Propaganda nazi y canciller del Tercer Reich.
Ahora, el gobierno alemán no sabe qué hacer con la enorme mansión. El Estado está pagando demasiado dinero por su mantenimiento y seguridad, y al no haber ningún interesado en comprarla, han decidido regalarla.
“Se la ofrezco a quien quiera hacerse del lugar, tomarla como un regalo del Estado federado de Berlín”, vociferó el ministro de Finanzas, Stefan Evers en el pasado mes de mayo.
Esta es la oscura historia detrás de la mansión de Joseph Goebbels.
La historia de la casa de campo del nazi Joseph Goebbels
Joseph Goebbels bautizó su enorme mansión en Berlín como Villa Bogensee, en honor al lago que la acompaña en la orilla.
Lo que ahora yace como una estructura abandonada, vieja y decaída, en un momento fue sede de veladas donde los más altos dirigentes nazis se reunían para compartir y celebrar. Además, habría servido de “nido de amor” para el nazi, quien tenía la fama de poseer “un gran apetito sexual”, según recogió BBC Mundo.
Pero la historia de la casa se remonta hace varias décadas atrás, en 1936, cuando Goebbels cumplío 39 años y se le entregó la zona del lago Bogensee, ubicado en el estado alemán de Brandeburgo.
Desde entonces, el nazi, quien fue muy cercano a Hitler y ministro de Propaganda nazi, además de un reconocido demagogo y un gran orador que difundía la ideología antisemita, remodeló la mansión que le otorgó Hitler.
Pronto, la casa de campo albergó 40 habitaciones, decenas de aposentos para visitas y personal de servicio, aire acondicionado, una planta de tratamiento de agua, una sala de cine privada con 100 metros cuadrados e, incluso, un búnker.
Está ubicada a 15 kilómetros de Berlín, en un bosque que sirvió como una especie de retiro de campo para el nazi, su esposa y sus seis hijos. Allí, según estableció BBC Mundo, el hombre podía “trabajar y leer en silencio, sin recibir llamadas telefónicas ni correspondencias”.
Si es que había más ruido y movimiento en la casa, era porque Goebbels ofrecía el lugar como sede para veladas sociales donde atendían otros líderes nazis, artistas y actores. Además, usaba el lugar para tener reuniones “privadas” con sus relaciones extramatrimoniales secretas.
Pero aquella vida de lujos y celebraciones terminó con un final trágico: después de que terminara la guerra, Goebbels envenenó a sus seis hijos y se suicidó con su esposa. Entonces, el área de Bogensee fue tomada por el Ejército Rojo por un año.
Después, se utilizó el lugar de forma temporal como un hospital militar.
Durante varios años, la Villa Bogensee pasó por varias manos, como de las juventudes del Partido Comunista de Alemania Oriental, para después, en 1990 —cuando se dio la reunificación alemana—, volver a ser propiedad del Estado alemán.
Sin embargo, el estado federal de Berlín nunca pudo encontrarle ningún uso y, finalmente, la mansión quedó abandonada a merced de la naturaleza que la rodea.
Algunos curiosos suelen abrirse paso entre la larga maleza para espiar qué hay dentro de la propiedad, y ahora las autoridades temen que el legado de la mansión pueda ser un incentivo para que lleguen grupos extremistas a tomarse el lugar.
Qué planea hacer el gobierno alemán con la mansión de Goebbels
El debate sobre qué hacer con Villa Bogensee empezó hace varios años, cuando el gobierno de Alemania anunció que el peso de mantener la mansión era demasiado para el Estado.
Según informaron, el mantenimiento (solo para evitar que se derrumbe) cuesta unos 300.000 dólares al año aproximadamente.
Es por esto que distintos sectores de la comunidad están buscando la mejor solución.
Por ejemplo, una organización que representa a los judíos europeos propuso convertir la casa de campo en un “centro de comunicación y psicología política para combatir discursos de odio”.
También, en una ocasión, se fundó una asociación de desarrollo que buscaba preservar el edificio y utilizarlo como academia internacional para educar en áreas de crisis, no obstante, el proyecto se abandonó.
El Estado declaró que no tienen interés en restaurar y remodelar la propiedad, pues sería absolutamente costoso y abriría un profundo debate sobre cuánto cuesta conservar la historia nazi de Alemania, por los orígenes de la casa de campo.
“La historia del lugar es precisamente la razón por la que Berlín nunca dejaría esta construcción en manos privadas donde existiría el riesgo de que pudiera ser mal utilizada”, aseguró el ministro Stefan Evers.
Además, adelantó que si es que no hay alguna solución óptima, no descartan demoler y allanar el lugar.
Por esto, sorprendió el anuncio de mayo cuando Evers ofreció la mansión como un regalo a quien quisiera recibirla.
Según informó The New York Times, se registraron varios posibles candidatos para aceptar la casa de campo: por ejemplo, un dermatólogo pensó que sería el lugar perfecto para abrir un centro de cuidados para la piel, o profesionales de bienes raíces que vieron potencial en el lugar.
No obstante, el gobierno declaró que ninguno de ellos era considerado “apto” para recibir a Villa Bogensee.
Hasta ahora, habría una propuesta interesante: la Asociación Judía Europea (EJA, por sus siglas en inglés), aseguró estar interesada por convertir el lugar en un centro de libre expresión y combate contra el discurso del odio.
Ante ello, el ministro respondió que es un gesto importante y “digno de atención”, pero que el próximo dueño o dueña debe demostrar que puede financiar el lugar.
En caso de no encontrar al candidato ideal, lo más probable es que terminen por echar a pedazos el lugar.