Así como las cebras, los humanos también tenemos líneas que decoran todo nuestro cuerpo y piel. La gran diferencia es que nosotros no las podemos ver a simple vista, sin embargo, están ahí, subiendo y bajando por los brazos y piernas, y girando por nuestra cabeza, espalda, caderas y glúteos.
Estas fueron bautizadas como las líneas de Blaschko, por el dermatólogo alemán Alfred Blaschko que, sin querer, las descubrió a finales del siglo XIX mientras estaba investigando afecciones de la piel, como erupciones, marcas de nacimiento y lunares de sus pacientes.
Cómo son las líneas invisibles en nuestra piel
En un congreso, el dermatólogo alemán presentó su hallazgo: un misterioso patrón que no correspondía con los nervios o vasos sanguíneos, ni tampoco con el sistema muscular o linfático.
Simplemente estaban allí y solo se podían ver bajo circunstancias muy específicas. Pero otro detalle que descubrió el científico -antes de morir- fue que era probable que estas líneas tuvieran un origen embrionario, pues las líneas invisibles estaban presentes al nacer.
Así, un siglo después, dos médicos de la Universidad de Marburgo, en Alemania, continuaron la investigación de Blaschko y añadieron más detalles al mapa de las líneas que trazan nuestros cuerpos.
Por ejemplo, en la cara las líneas se configuran en forma de reloj de arena, pero en el cuero cabelludo forman una configuración espiral.
Por qué tenemos líneas de Blaschko en el cuerpo
La hipótesis que se mantuvo sobre por qué tenemos estas líneas invisibles, después de distintas investigaciones, es que son “reliquias celulares de nuestro desarrollo”.
Esto quiere decir que todos los humanos comenzamos siendo una sola célula que se fue reproduciendo. Mientras las células de la piel se dividían para multiplicarse y llegar a cubrir nuestro cuerpo que continuaba creciendo, cada nueva línea celular empujaba a otra y se iban arremolinando.
Entonces, nuestras líneas invisibles de Blaschko son la evidencia molecular de lo que ocurrió cuando nos creamos: los recorridos de los melanocitos, las células profundas de la epidermis que se encargan del pigmento, todos estos procesos quedan marcados en nuestros cuerpos.