A las 13 horas del 24 de agosto del año 79, el monte Vesubio despertó de un letargo de 800 años. El volcán ubicado en el golfo de Nápoles, Italia, liberó cenizas y gases que, según cálculos científicos, se desplazaron a 161 kilómetros por hora y arrasaron con el pueblo romano de Pompeya y la mayoría de sus 20 mil habitantes. El abogado Plinio el joven describió en una carta la devastación que vio en la zona y que terminaría por costarle la vida a su tío Plinio el viejo, un naturalista pionero de las enciclopedias: "Podías escuchar los alaridos de las mujeres, los llantos de los niños y los gritos de los hombres. Algunos llamaban a sus padres, otros a sus hijos o esposas, intentando reconocerlos por sus voces. La gente lamentaba su destino y el de sus parientes y algunos rogaban para que llegara la muerte. Muchos clamaban por la ayuda de los dioses, pero muchos más imaginaban que ya no quedaban dioses y que el universo se había sumergido en la oscuridad eterna".
La villa quedó cubierta por seis metros de cenizas que la ocultaron por siglos, hasta que 1599 volvió a salir a la luz durante la construcción de un canal. Hasta hoy se han encontrado indicios de casi mil doscientas personas, cuyas siluetas fueron preservadas por el ardiente material volcánico, y el lugar recibe casi tres millones de visitantes por año. Pero a sólo 16 kilómetros de Pompeya existía otro pueblo, uno de apenas cinco mil habitantes que, según las leyendas locales, había sido fundado por el mítico Hércules y que en el año 79 era un resort con lujosas residencias. El lugar se llamaba Herculaneum y sus secretos también permanecieron ocultos durante siglos bajo casi 20 metros de lava endurecida y roca volcánica.
Recién en el siglo XVIII empleados del rey Carlos III de España, quien entonces regía gran parte del sur de Italia, descubrieron en la zona los restos de una villa que perteneció a Lucius Calpurnius Piso Caesoninus, suegro de Julio César. Además de mosaicos, frescos y esculturas, los obreros encontraron casi dos mil rollos de papiro que conformaban la única biblioteca del mundo clásico que había sobrevivido intacta. Era un hallazgo extraordinario, ya que la mayoría de los textos de esa época que hoy se conocen provienen de copias reinterpretadas por decenas de redactores a lo largo de los siglos, mientras que las obras de Herculaneum prometían provenir del puño y letra de los autores griegos y romanos.
Pero había un problema, porque el calor volcánico y los gases del Vesubio les dieron a los rollos una apariencia muy similar a la del carbón y al comienzo los trabajadores de Carlos III los usaron para encender fogatas o, simplemente, los lanzaron al mar. En 1752, el artista Camillo Paderni se dio cuenta de que en realidad eran rollos antiguos y fue el primero que intentó leerlos. Su método consistía en partirlos por la mitad, copiar todo lo que fuera legible y luego raspar cada capa en busca de textos. Cientos de rollos fueron destruidos en el proceso y desde entonces numerosos intentos de averiguar qué ocultan los demás han terminado con los frágiles rollos destrozados y apenas han revelado unos cuantos retazos de obras como Sobre la Naturaleza, del filósofo griego Epicuro, y tratados del poeta Filodemo de Gaddara.
Por temor a los efectos que tendrían nuevos intentos por abrir y desplegar los escritos, los rollos supervivientes y varios fragmentos han permanecido resguardados en la biblioteca de Napolés e instituciones de Francia e Inglaterra, cuyos soberanos los recibieron como regalos por parte de Fernando I, hijo de Carlos III. En el último tiempo, estas organizaciones han rechazado la mayoría de los análisis de los papiros y parecía que sus contenidos serían un enigma para siempre. Pero investigadores del Centro de Visualización y Ambientes Virtuales de la Universidad de Kentucky, Estados Unidos, han creado revolucionarias técnicas digitales que finalmente podrían revelar qué esconde lo que algunos medios han llamado la "biblioteca invisible".
La iniciativa es impulsada por un equipo de expertos liderados por Brent Seales, director del centro y quien ostenta logros como la creación de una versión digital de la única copia existente del antiguo poema épico inglés Beowulf. En 2005, el experto fue invitado por un colega a visitar la biblioteca de Nápoles, donde los rollos se exhiben en vitrinas especiales. Para Seales, el encuentro fue revelador: "Me di cuenta de que había muchas docenas, probablemente centenares, de estos rollos intactos y nadie tenía la menor idea de qué contenían. Estábamos mirando manuscritos que representan los mayores misterios que puedo imaginar".
Un tesoro clásico
Seales y sus colegas ocupan equipos similares a las máquinas de tomografía computarizada médica, las que habitualmente se usan para generar "cortes" virtuales de órganos internos sin la necesidad de intervenir al paciente. El sistema tiene mayor resolución que esos aparatos y permite ver detalles más finos cuando se aplica a manuscritos antiguos, mientras que un software diseñado por Seales ha probado ser capaz de manipular las imágenes obtenidas para así poder "abrir" los rollos de manera virtual y leerlos.
Para los especialistas, esta labor de rescate es crucial porque el noventa y nueve por ciento de la literatura antigua griega se ha perdido producto de guerras y desastres. La cifra es similar en el caso de los autores romanos, por lo que existen esperanzas de que los papiros de Herculaneum contengan tesoros como las obras de la poetisa griega Safo -de quien sólo se conoce un poema- o algún relato de Livio, de quien sobreviven treinta y cinco de los 242 libros que escribió sobre la historia de Roma. A esas obras se podrían sumar otros clásicos perdidos como el segundo volumen de la Poética de Aristóteles. Incluso, Seales dijo a la revista del Instituto Smithsoniano que su gran sueño es hallar cartas escritas por el apóstol Pablo, quien solía viajar por los alrededores de Nápoles en la época de la erupción.
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Estos son algunos de los rollos más intactos que existen en la biblioteca de Nápoles y que tienen apariencia de carbones. (Crédito: AP)[/caption]
Seth Parker, uno de los investigadores del centro de visualización de la Universidad de Kentucky, afirma a Tendencias que "la biblioteca revelada de Herculaneum podría ser el descubrimiento literario más significativo del siglo. El estudio de los textos de la Antigüedad es un campo diverso y los expertos suelen analizarlos para explorar las evoluciones del lenguaje, la cultura, la ciencia, la religión y un largo etcétera. Cualquier obra de la colección de Herculaneum puede contribuir a estas investigaciones…y hay que recordar que hay casi 1.800 rollos". El investigador añade que "si bien tenemos textos individuales más antiguos, una colección de obras de este tipo es bastante rara. La colección más comparable con esta sería la de los rollos del mar Muerto, que abarca miles de fragmentos pero sólo unos 900 textos. En ese sentido, equivale a la mitad de la colección de Herculaneum".
Una de las primeras pruebas de la tecnología creada en Kentucky se hizo en 2009 en el Institut de France en París. Durante cuatro semanas, y tras un engorroso proceso de autorización, los científicos escanearon dos rollos que nunca habían sido abiertos. Pero la tecnología no había sido perfeccionada y las imágenes fueron incapaces de mostrar letras o palabras. Pero en 2013, Seales pudo probar una versión más avanzada de su sistema en un rollo de pergamino carbonizado, el cual fue hallado en los restos de una sinagoga del siglo VI d.C. destruida por un incendio en el pueblo israelí de Ein Gedi.
El pergamino con forma de cigarro era muy delicado para abrirlo y los científicos israelíes, que ya lo habían escaneado, le pidieron a la Universidad de Kentucky que analizara esa información. Dos años después, los investigadores presentaron sus resultados: el software mapeó correctamente las letras del pergamino para luego desplegarlo de manera virtual, revelando todo el texto superviviente. El escrito databa del siglo III o IV d.C. y abarcaba los dos primeros capítulos del Levítico, uno de los libros del Antiguo Testamento. Para los estudiosos fue un hallazgo espectacular: a excepción de los rollos del mar Muerto, era la copia más antigua existente de algún texto de la Biblia.
El joven Pythocles
El siguiente blanco fue la Biblioteca Bodleiana de la Universidad de Oxford, en Inglaterra. La institución tiene cuatro rollos de Herculaneum, los que llegaron en 1810 tras ser regalados al Príncipe de Gales. Como era de esperar, a Seales ni siquiera le permitieron ver los papiros intactos. "Obtener acceso a un rollo con fines experimentales siempre ha sido extremadamente difícil. Las colecciones son muy protectoras de sus materiales más frágiles y con todo derecho", comenta Parker.
Sin embargo, en 1883 uno de los papiros de la Biblioteca Bodleiana conocido como "P.Herc. 118" fue enviado a Nápoles, donde intentaron desenrollarlo con desastrosos resultados: fue enviado de vuelta en trozos pegados en un papel y montados detrás de un vidrio. Tras mucho insistir, el año pasado Seales fue autorizado a escanear los fragmentos. Mediante un escáner portátil de imágenes 3D, él y sus colegas procesaron los pedazos y tras meses de análisis en marzo presentaron sus resultados en Oxford: ante una impresionada audiencia, las páginas reconstruidas virtualmente mostraban el nombre de Pythocles, un joven seguidor de Epicuro, y varias líneas de texto.
Seth Parker asegura que fue un momento histórico, aunque agrega que todavía queda mucho por avanzar: "Desenrollar cada rollo de manera virtual es muy complejo. Su estructura interna está más dañada que cualquier otro manuscrito deteriorado que hayamos estudiado. Es casi como desenredar un trozo de cuerda con los ojos cerrados". El próximo paso es aprovechar la tecnología del Diamond Light Source, un centro de investigación británico que alberga una de las instalaciones de rayos X más poderosas del mundo y cuyas emisiones son 100 mil millones de veces más brillantes que las de una máquina de rayos X hospitalaria. A mediados del año pasado, Seales analizó en ese centro algunos fragmentos del rollo de Herculaneum y pudo identificar letras individuales que luego permitirán detectar palabras, frases y textos completos.
"Además de ser sumamente brillantes, las imágenes que se generan en Diamond Light tienen una resolución muy alta. Eso significa que podemos hacer escaneos de tomografía computarizada de manera más rápida y con mayor detalle que con las máquinas comerciales. Eso es extremadamente importante para desenrollar virtualmente los textos y para detectar su tinta. Además, produce rayos X monocromáticos, los que son muy útiles para mejorar el contraste que se obtiene mediante la tomografía o para detectar elementos mediante la técnica de la fluorescencia, dos métodos bastante útiles para rastrear tintas", añade Parker.
Todos estos avances han logrado que la biblioteca de Nápoles ahora esté considerando permitir que los científicos finalmente tengan acceso a sus rollos: "Nuestros métodos lograrán revelar los contenidos perdidos de estos rollos. Ya los estamos usando para descubrir el material de otros manuscritos y es sólo cosa de tiempo antes de que estemos leyendo la biblioteca de Herculaneum", afirma el investigador.