A finales de 2016, mi marido Ricardo y yo nos fuimos a vivir a China por una oportunidad laboral. Partimos los dos a esta nueva aventura y un año después nació mi hija Elisa. Pese a la difícil situación que se dio en Chile, el 2019 para nosotros fue muy bueno y estábamos supercontentos.

En diciembre viajamos a Chile para celebrar la Navidad. No veníamos hace un año y medio. Mi hija ya tenía dos años y no había visto hace tiempo a sus abuelos. Además, es la única nieta para ambas familias. Había mucha expectación por verla. Con Elisa nos quedamos acá y Ricardo volvió el 1 de enero a trabajar. Su plan era venir a buscarnos para el Año Nuevo Chino, que se celebra la última semana de enero, para luego regresar los tres juntos.

Antes de venir para acá ya sabíamos algo de una neumonía extraña que había afectado a Wuhan, ciudad que queda a 300 kilómetros de Suzhou, donde nosotros vivimos. En ese entonces, esta enfermedad sólo la padecían 3 o 4 personas, así que no nos preocupamos. A mitad de enero, mientras Ricardo estaba en China y nosotras acá, el tema ya estaba un poco desbordado. Yo le decía: “Oye, no sé si vas a venir a buscarme, no sé si te vas a quedar encerrado”. Wuhan ya se encontraba en cuarentena y a mí me empezó a dar un poco de miedo, porque pensaba que él se podía quedar atrapado allá.

Comenzaron a cancelar los vuelos. Partieron las líneas aéreas diciendo que no irían más a China. Afortunadamente mi marido volvió y es lo que más agradezco, porque conozco a muchas familias que quedaron separadas. Luego, a pesar de tener nuestra vida allá, decidimos quedarnos acá hasta que todo pasara. No había razón para volver, todos estaban escapando de ahí.

Nunca pensamos que esto se iba a expandir a nivel mundial y que ahora China sería el lugar más seguro para estar. Así que compramos pasajes vía Nueva Zelanda. Nos apuramos bastante, porque la frecuencia de vuelos comenzó a disminuir. Finalmente lo cancelaron porque Nueva Zelanda cerró sus fronteras. Esto pasó el 23 de marzo y el 25 el Ministerio de Relaciones Exteriores chino emitió un comunicado diciendo que no se iba a permitir que ningún extranjero más volviera, incluso los residentes. Fue como un balde de agua fría.

Cuando el virus llegó a Chile, estuvimos desplazados de un lugar a otro. Unos días donde mis papás, otros con mis suegros. No lo pasamos bien, porque no estábamos encerrados como a nosotros nos hubiera gustado estar. No es llegar e ir a comprar pan, al día siguiente jamón y así. Vives con lo que tienes y cada dos semanas irás al supermercado a comprar lo que falta.

Fuimos los primeros en alertar a un montón de gente. Ninguno de los dos es médico ni tampoco miembro de la comunidad científica o algo así, mi marido es ingeniero y yo periodista. Sin embargo, sabíamos lo que venía. Muchos nos dijeron que éramos sembradores de pánico, exagerados. Recibimos un montón de descalificaciones que, la verdad, ahora me dan igual porque era lo que había que hacer.

Ha sido difícil porque en China está nuestra casa, allá tenemos nuestras cosas. Siempre tratamos de ver el lado positivo, pero eso no quita decir que al final yo no pertenezco a este país. Mi marido está trabajando a unas horas insólitas. Hubo un día en que tuvo una reunión a las 3 de la mañana, porque son doce horas de diferencia.

Es como si el virus nos persiguiera. Hemos ido de cuarentena en cuarentena. El mundo está tan interconectado que salimos de algo y entramos a otra cosa. Nos quedamos acá, pensando que estaríamos más seguros. De hecho, a mi hija la matriculamos en el jardín. Así de ignorantes.

La cultura ayuda bastante. Me da risa que en la televisión muestran que en Corea o en Japón lograron manejar la pandemia. Los asiáticos son muy disciplinados y ordenados. Les dices algo y ellos lo hacen. Los latinoamericanos somos muy distintos. Además en China, que también lo controlaron, tienen un Estado unipartidista, lo que significa que no hay democracia. Entonces no existe el “es que yo creo, es que yo pienso”. Así se tiene que hacer y así se hace.

Hoy día esto nos tiene navegando en una incertidumbre que no sabemos cómo va a terminar. Unas amigas me preguntaban qué pienso hacer. Mi respuesta es: “No sé, porque no tengo idea qué pasará más adelante”.

Siento que nadie tiene una bolita de cristal para decir qué es correcto y qué no. Siendo chilena y con el cariño que le tengo a este país, la cultura es la que nos juega en contra. Muchos dicen: “No, si no pasa nada. No, que exagerado”. Además, las medidas de cada país van acorde a su realidad. China tomó todas las precauciones, ya que tienen el dinero. Acá, ¿de dónde sacamos plata?

Chile es un país que viene de varios meses de revuelta social. Estamos enfrentando una pandemia mundial, no en el mejor estado sicológico. Evidentemente yo hubiera puesto medidas mucho más restrictivas desde el principio porque es la única forma. Pero hay que pensar cómo comemos, cómo lo hacemos. El teletrabajo es la realidad de un mínimo de personas.

Estar en China me hacía feliz. Hace unos días nos mandaron un comunicado del jardín de mi hija diciendo que el 13 de abril retoman. Yo sé que allá hubiera vuelto -un poco- a la normalidad. Acá no, estamos de nuevo enfrentando esta situación y lo hacemos con miedo.

* Envíanos tus historias a cosasdelavida@latercera.com