La clase media es algo de lo que todo el mundo habla, pero que cuesta definir con exactitud. En el imaginario común, ser de clase media significa no ser rico ni pobre. “No existe una definición canónica global, como sí puede haber para la línea de la pobreza”, explica Emmanuelle Barozet, investigadora del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES). “Hay varias definiciones y cada investigador elige la que le sirve para el propósito que tiene”, agrega.

Esta socióloga y académica de la U. de Chile llegó desde Francia a mediados de los 90, precisamente cuando se instaló la idea de que Chile era un país de clase media. Barozet explica que ese relato se hizo fuerte cuando Chile inició un ciclo sostenido de crecimiento económico que se mantuvo hasta 2014, cuando empezó a caer el precio del cobre y el avance se desaceleró.

Fue un discurso público de todos los gobiernos, de la Concertación y la derecha: Chile era un país pujante, que tenía nuevos sectores que salían de la pobreza.

Emmanuelle Barozet

Pero, agrega la experta, en ese contexto se incluyó en la clase media a sectores populares que, si bien accedieron a mejores ingresos y condiciones que sus padres a la misma edad, tenían ocupaciones poco calificadas y sueldos bajos. “En vez de subrayar la fragilidad de ese 35% o 40% de sectores populares, se dijo que eran clase media. Obviamente, es muy confortable pensar que uno salió de la pobreza y que tiene más oportunidades”, dice Barozet. “Pero los estudios de los últimos 20 años han mostrado que era un segmento muy vulnerable, cada vez más endeudado y que está siempre a punto de resbalar”.

Según Dante Contreras, subdirector de COES y profesor titular de la Facultad de Economía de la U. de Chile, la elite política y económica ha levantado relatos en términos de superación de la pobreza, meritocracia y ayuda a la clase media que en el papel resultan atractivos y pueden tener buenas intenciones, pero no se ajustan a la realidad del país. “El discurso desconoce cómo vive la gente que está en la pobreza o en vulnerabilidad”, dice. “El estallido social le quitó la venda a mucha gente respecto de cómo vivían los chilenos y la pandemia lo acentuó”.

Para Barozet, unos años antes del estallido social ya se percibía una mayor queja de lo difícil que era vivir en Chile y era latente una sensación de abuso, que se destapa con los escándalos del 2015 -Caval, Penta y SQM- y que se reforzó con los desfalcos de las FF.AA. y Carabineros. “Da la sensación de que, para el común de la gente, en especial para la clase media y los sectores populares, la vida es más difícil y nadie te toma demasiado en consideración”, señala. Pero, al igual que Contreras, la investigadora estima que el estallido social fue un punto de inflexión y recuerda lo ocurrido en octubre del año pasado en Plaza Italia. “Cuando tienes a más de un millón de personas en la calle planteando demandas tan básicas como mejores sueldos, mejores pensiones o no más abusos, obviamente es difícil pensar que este sea un país de clase media estable”.

Dante Contreras dice que hay dos estudios longitudinales -Casen 1996-2001 y Estudio Longitudinal Social de Chile 2016-2018, de COES- que permiten concluir que Chile exhibe una elevada vulnerabilidad en sus clases medias. Eso significa -explica- que entre el 30% y el 40% de la población está expuesta a que sus ingresos caigan de forma significativa. “Hablamos de familias típicamente de clase media, que están en el decil 7, y que ante un shock de salud o de ingresos rápidamente podrían caer a los deciles 2 o 3”, explica. “Esa es una muestra de un Chile frágil y de una clase media poco robusta, poco estable, poco sostenible ante imponderables”, agrega.

Un ejemplo: “En una familia de clase media que paga un colegio privado o particular subvencionado, que tiene isapre y seguros contratados, cuando alguien pierde el empleo tiene que revisar todas sus decisiones: ¿Dejo a los niños en el colegio o no? ¿Me cambio de sistema de salud? ¿Saco plata del APV? Porque no tenemos esquemas de protección a la clase media que la blinden antes estos shocks de bienestar, lo que existe son programas focalizados de ayuda a la pobreza”, explica el economista. En la pandemia -agrega- quedó en evidencia la ausencia de ese sistema de protección para la clase media y por eso el Gobierno debió reaccionar con bonos “parchando” una estructura de ayuda inexistente. En los países más desarrollados, en cambio, “el Estado de bienestar tiene mínimos garantizados en términos de salud, educación, reinserción y seguro de desempleo, lo que permite a los hogares apalancar o aguantar de mejor forma estas crisis”.

Contreras intuye que después de la pandemia esta situación se verá agravada, porque las condiciones del empleo se hicieron más precarias, hubo caída en los ingresos y porque, además, existe una sensación “que puede ser subjetiva, pero relevante” de vulnerabilidad.

En suma, Chile era un país vulnerable antes del estallido y de la crisis, de acuerdo con la evidencia empírica que tenemos, y probablemente lo va a ser un poco más después de esta.

Dante Contreras, subdirector de COES

Para Ignacio Irarrázaval, director del Centro de Políticas Públicas de la UC, el mayor problema que existe hoy con la clase media chilena es la frustración de expectativas, tal como lo registra la Encuesta Bicentenario. “La clase media es vulnerable en términos de sus ingresos, pero también son personas que tienen altas expectativas de consumo, de acceder a bienestar y eso los puede llevar a endeudarse, y a querer tener un flujo de ingreso creciente en el tiempo. Si eso se estanca, empiezan a mostrar su descontento, su incertidumbre y su ansiedad”, explica.

En ese desajuste entre vulnerabilidad y expectativas queda un espacio de acción para el Estado. “Un ministerio como el de Desarrollo Social tiene que ir pensando de qué manera se diseñan nuevos esquemas de protección que incluyan a la clase media de forma distinta a como se hace en la actualidad”, plantea Contreras.

Con dolor

Para Barozet, si hubiera que establecer un relato sobre el Chile actual éste trataría de un país de trabajadores esforzados -tengan o no un título-, con largas jornadas de trabajo, incluyendo a las mujeres que realizan labores de cuidado que no son remuneradas y, muchas veces, tampoco reconocidas. “En 20 años de entrevistas a grupos focales, en la gente predomina la idea del esfuerzo en el trabajo y en la vida”, dice, y destaca que la noción del sacrificio está mucho más presente que la del goce en la vida. “Predomina la idea del esfuerzo propio, que nadie te regala nada y eso engloba, a mi juicio, al 80% más bajo de la población chilena. Dejaría afuera al 20% más privilegiado, que es el grupo que mejor ha sorteado, por ejemplo, la pandemia”, dice.

Por su parte, Dante Contreras señala que para adelante veremos un Chile de mucha fragilidad y desesperanza, y que el desfase entre las expectativas y aspiraciones de la población dejan un espacio muy complejo para la gestión política y el dialogo social. “Las necesidades que la población identifica como sus problemas son muy amplias. Entonces la capacidad institucional y política del país para hacer frente a ese desafío requieren liderazgo y un manejo que, a mi juicio, el país no está preparado para lograr”.

El economista agrega que va a permanecer una sensación de injusticia mientras no se solucionen los problemas de forma estructural. “Lo he dicho varias veces: esto es como ir al dentista. Esto es con dolor, es con molestia y es desagradable”, agrega Contreras. “Pero hay que hacer la pega una vez: debemos tener la discusión de qué país queremos, cuáles son nuestras aspiraciones y cuáles vamos a cubrir. Para eso necesitamos convicción, decisión y plazos. Esto no es de la noche en la mañana”, concluye.

#TodosSomosClaseMedia

En el relato de ser un país de clase media también hay un discurso privado: es común que la gente se identifique mayoritariamente como ese segmento. “Decir que uno es de clase media es la respuesta más fácil y ese es un fenómeno global, no es particularmente chileno”, explica Emmanuelle Barozet. “Si preguntas en cualquier país, alrededor del 70% de la población se define de clase media, sea Suecia, Chile u otro, porque es mucho más cómodo decirse de clase media que pobre, porque da pudor, no es fácil y es objeto de estigma, y decir que uno es rico sería justamente lo contrario, falta de pudor”.

La socióloga explica que no hay un elemento en común que permita definir lo que es clase media, por eso los investigadores hablan de “clases medias”. “Es una definición por defecto que sería: la gente que no es ni rica ni pobre. Si entramos en ese grupo -que es como el 70% de la población- y miras la parte más alta y la más baja, no tiene relación ni en ingresos, ni en estilos de vida, ni en consolidación o precariedad en la vida, por lo tanto, no hay nada que permita decir que tienen algo en común”, señala.