César Cárdenas, biólogo marino e investigador del Instituto Antártico Chileno (Inach), acaba de publicar un estudio científico en el que entrega datos inquietantes sobre el alza de las temperaturas en el mar del continente blanco.
Según la investigación, divulgada por la revista PeerJ, en enero del año pasado detectaron hasta 3 °C en el fondo marino cercano a la isla Doumer, en la península Antártica. Este registro estaba solo en los pronósticos para fines de siglo que han reportado organismos como el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), afirma Cárdenas.
"En general, las temperaturas van entre 1.8 °C y -1.8 °C, temperaturas medias para verano e invierno, respectivamente. Eso es lo que podríamos llamar lo que se conoce como un año normal en la península", señala a La Tercera.
Hasta 10 días
Los datos, obtenidos a profundidades que van entre los 10 y 20 metros, señalan que el año pasado la temperatura comenzó a subir durante enero hasta llegar a 3 °C a fines del mismo mes y comienzos de febrero.
"Las aguas superaron los 2 °C por más de 25 días y superaron los 2,5 °C llegando a 3 °C, por cerca de 10 días", agrega el investigador, quien obtuvo los datos de sensores que colocó a las esponjas que habitan en el fondo marino.
Las esponjas son uno de los organismos más abundantes en el continente blanco y sirven de alimento y refugio para otras especies. Además, juegan un rol importante en filtrar grandes cantidades de agua.
"Un alza de temperatura podría afectar a algunas esponjas alterando así el balance en el ecosistema. Por ello estamos haciendo estudios de campo y de laboratorio que nos permitan entender sus respuestas al cambio climático", advierte este biólogo, quien reconoce que el aumento de temperatura ha generado inquietud en otros investigadores.
"Sin embargo, todos hemos sido muy cautos ya que puede ser un fenómeno local y específico, allí la importancia de seguir este tipo de monitoreos. Pequeñas variaciones como las registradas en la zona podrían tener un efecto significativo en los organismos que viven en el fondo y también en otros organismos muy móviles, como por ejemplo el krill", plantea.
La investigación The importance of local settings: within-year variability in seawater temperature at South Bay, Western Antarctic Peninsula publicada en PeerJ, donde además participaron Marcelo González y Pamela Santibáñez, recuerda que otros científicos han realizado experimentos que demuestran la fragilidad de las especies frente a 3 °C. Por ejemplo, la almeja antártica Laternula elliptica, no vive más de 60 días a 3 °C, y la estrella frágil Ophionotus victoriae, menos de 30 días a esa temperatura.
Cárdenas está en la Antártica, donde participa de la Expedición Científica Antártica (ECA 54) para estudiar las esponjas y cambio climático a través de un proyecto financiado por Fondecyt.
"Este verano es bastante distinto. Podría considerarse un verano normal con temperaturas entre 1,2 °C y 1,6 °C cuando medimos en enero (…) Aún nos falta aprender mucho del ecosistema antártico", dice desde la base Yelcho.