Un reciente estudio realizado por investigadores de las universidades de Stanford y California develó un misterio que se mantuvo por más de una década: un extraño esqueleto encontrado en un poblado nortino y conocido como "Ata" no era un extraterrestre, como algunos pensaron, sino que tenía un origen humano.

Se trataba de una niña de 15 centímetros que tenía una cabeza alargada producto de varias mutaciones genéticas relacionadas con el desarrollo de los huesos y el crecimiento. Los expertos creen que nació muerta o falleció poco después de su nacimiento, hace no más de 40 años. Fue envuelta cuidadosamente en un paño blanco con una cinta violeta y luego fue enterrada al lado de la iglesia de La Noria, un poblado de la Región de Tarapacá que llegó a tener más de nueve mil habitantes en los años 20, y desde donde sus habitantes migraron con el declive de la industria del salitre.

Según explicó a La Tercera Garry Nolan, profesor de microbiología de la U. de Stanford, los investigadores secuenciaron los genes para llegar a esta conclusión, que apareció publicada en la revista científica Genome Research. "Lo que comenzó como una historia de extraterrestres en realidad es una historia de tragedia humana", comentó Nolan. Pero la tragedia no terminó ahí.

Un grupo de investigadores chilenos levantó la voz por la manera en que se realizó este estudio. Ellos plantean dos preguntas básicas: ¿Se consideraron los aspectos éticos en la procedencia del esqueleto antes de realizar esos análisis? ¿Se pasó a llevar la legislación chilena al sacar el cuerpo del país?

Un saqueo

Oscar Muñoz era un hombre de la pampa. En el norte era conocido porque solía recorrer las oficinas salitreras buscando fichas, botellas, monedas y otros objetos de valor histórico que luego vendía. Fue él quien encontró el esqueleto conocido inicialmente como la "niña de La Noria".

Una vez de regreso en Iquique, pocos días después, Muñoz llamó por teléfono a algunos de sus clientes habituales para ofrecer su singular hallazgo. "No le tomé mayor importancia, así que lo vendí sólo en treinta mil pesos", dijo a La Estrella de Iquique, hace 15 años. Según la nota, había gente dispuesta a pagar hasta 80 millones de pesos por la criatura y el propietario cobraba 500 mil pesos por permitir tomarle una foto.

Ricardo -prefiere omitir su apellido- es un conocido empresario en Iquique. Su hermano y él eran clientes de Muñoz y le compraron el esqueleto.

"Yo jamás dije, pensé, ni supuse que era un alienígena o un ET. Nosotros nos cagábamos de la risa cuando escuchábamos esos cuentos", dice Ricardo, y asegura que lo compraron "por curiosidad".

Pese a que tenían en sus manos un hallazgo que despertó interés en la gente y que salió en la prensa y en noticieros de TV de la época, Ricardo asegura que ninguna universidad o científico en el país mostró interés en investigar al "individuo", como lo apodaron en su familia. "La gente veía fotos y decía que era de plástico, de resina e incluso un programa de televisión dijo que era el invento de un comerciante de Iquique para hacerse famoso. Y yo nunca dije ni pensé que era un extraterrestre, siempre pensé que era un feto".

Entonces apareció un interesado: Ramón Navia-Osorio Villar, un ciudadano español dedicado a la ufología y fundador de una organización denominada Instituto de Investigación y Estudio Exobiológicos (IIEE), con sede en Barcelona. "La persona más culta que he conocido en este tema", dice Ricardo, quien asegura que el español lo visitó en su casa. El empresario agrega que él le prestó el feto al ufólogo, pero nunca se lo vendió.

De alguna manera y al parecer sin los permisos correspondientes, el esqueleto llegó a España. A finales del año 2011, Ramón Navia publicó el libro El ser antropomórfico de Atacama. Sobre cómo llegó el esqueleto a España, en una entrevista publicada en www.dogmacero.org, Navia dice: "Le dijimos a Ricardo que queríamos que el ser fuera examinado en la Real Academia de Ciencias y Artes, en Barcelona. Y fue así como finalmente Ricardo lo presentó en la sede de la Real Academia".

Ricardo responde: "No te sabría decir de qué está hablando".

¿Lo sacó usted del país?

No, no, no.

¿Lo hizo el señor Ramón Navia?

No sé.

¿No sabe quién se lo llevó a otro país?

No sé. ¿Por qué voy a saber?

Porque era de su propiedad.

Era. Yo quería sacármelo de encima, por así decirlo, porque me estaban pasando algunas cosas.

Ricardo cuenta que mientras el "individuo" estuvo en su poder ocurrieron tragedias en su familia. "No sé si fue cosa mía, de la suerte o el destino, pero me pasaron cosas feas. Yo no soy supersticioso, pero me trajo mala suerte", asegura. "No fueron agradables... No quiero recordarlas".

El rastro de Óscar Muñoz, el busca tesoros, se pierde en la población Gómez Carreño, de Iquique, donde dejó de vivir hace algunos años. Tampoco aparece su nombre en la Corporación Museo del Salitre, que lleva el registro de los pampinos residentes en la zona.

Ricardo cuenta que unos años después de comprarle el esqueleto, se encontró con Muñoz en la calle y este creía que su hallazgo había sido una mina de oro para su nuevo dueño. Le dijo:

-Oye, me contaron que lo vendiste en un millón de dólares. Pásame algo...¡me corresponde!

"Sí, claro, por eso me movilizo en bicicleta", le respondió él.

Furia científica

Un par de días después de conocido el estudio de las universidades de Stanford y California, la académica en la U. de Antofagasta Cristina Dorador publicó un post en el sitio de divulgación científica Etilmercurio sobre "la niña de La Noria": "Su cuerpo fue usado como objeto de investigación científica sin cumplir con las más mínimas regulaciones del país de origen", dice y agrega que fue exhibido todos estos años.

Una docena de investigadores envió más tarde una carta a la revista Genome Research, misiva que también firman el Colegio de Arqueólogos de Chile y la Sociedad Chilena de Antropología Biológica. En la carta, señalan que iniciar una investigación científica sin tener en cuenta el origen de las muestras, hacer pública la información genética e ignorar las consecuencias de este tipo de situaciones "es francamente escandaloso".

Los arqueólogos chilenos, además, dejan preguntas para responder: "¿Acaso la dignidad se pierde después de unas pocas décadas de fallecimiento? ¿Qué tipo de autoridad detenta la ciencia que se siente con el derecho de realizar un examen de este tipo pasando por alto la condición de sujeto que existe tras este esqueleto humano?".

En todos estos años, el esqueleto fue, además, expuesto en eventos de ufología, por lo que el Colegio de Arqueólogos pide que estas agrupaciones sean puestas bajo tela de juicio por parte de la comunidad científica y pública, ya que continuamente sus hallazgos transgreden las normas legales y éticas del patrimonio arqueológico, tal como en este caso. "Una de las consecuencias de sus prácticas es la manipulación descriteriada y destrucción de restos humanos originarios de sitios arqueológicos, cementerios indígenas o históricos recientes, como el de La Noria", dicen en un comunicado.

El tema ético y legal detrás de esta investigación fue abordado por revistas como The Atlantic o el diario The New York Times, que publicó la réplica de Hilary Sussman, editora de Genome Research, quien aduce a un "error técnico" el que no se revisaran los parámetros éticos de este estudio. "La respuesta de la revista con respecto a la ausencia de certificación bioética es inaceptable. No pueden decir que debido a un error técnico no han pedido esos documentos y no pueden tampoco hacerse los lesos ahora", responde el científico Gabriel León, y agrega: "Deberían exigirle al estudio que muestre la certificación bioética que corresponde cuando uno hace investigación genómica con seres humanos".

Por su parte, los investigadores Garry Nolan y Atul Butte respondieron a La Tercera que el esqueleto nunca estuvo en posesión de Stanford o de la U. de California, en San Francisco, y tampoco ellos tuvieron algo que ver con su remoción desde su lugar de origen. "El ADN y las imágenes provienen de restos que, cuando partió la investigación, no se sabía que eran humanos", explican.

Insiste León: "La repuesta de los investigadores también me parece inaceptable. Cuando sabes que vas a hacer investigación genómica con un cuerpo encontrado en Chile y que actualmente se encuentra en manos de un coleccionista aficionado a los ovnis en Barcelona lo lógico es que te hagas las preguntas correspondientes con respecto al origen de ese cuerpo".

Emilio de la Cerda, presidente del Consejo de Monumentos Nacionales, explica que esa entidad entregó los antecedentes al Ministerio Público para que inicie una investigación por los eventuales delitos a Ley N° 17.288 de Monumentos Nacionales. Junto con eso, podría haber una vulneración a la Ley Pascua, que establece los protocolos y la aprobación explícita de la salida del país de piezas patrimoniales. La pieza hallada en el norte entraría en esa condición por tratarse de un monumento arqueológico.

Para Cristina Dorador, es importante hacer un llamado a la comunidad científica chilena a contribuir a preservar el patrimonio, pues muchas veces al realizar su labor ésta se desconecta del lugar donde obtiene las muestras o donde hace sus análisis. "Siempre hay que tener en perspectiva de que detrás de un hueso o de una muestra biológica hay toda una historia natural, social y cultural que enriquece la investigación", explica la investigadora del CeBiB.

Concluye Dorador: "Exhibir el cuerpo por todo el mundo, tratarlo como un objeto y después desligarse no puede ser. La comunidad científica ya no está para eso y debemos velar por elevar los estándares éticos de la investigación".