El primer acercamiento de Patricio Léniz (52) con el mundo griego fue de niño. Dice que le viene a la mente el profesor Torres en su colegio, el Grange School, quien en la clase de Historia y Geografía le contó una mañana sobre los jónicos, atenienses y espartanos. Pero al crecer, Léniz se dedicó a otros temas. Estudió Medicina en la Universidad de Chile, se doctoró en Ciencias Médicas en la Universidad de Navarra, trabajó en España, México, Estados Unidos y Francia, y se transformó en uno de los cirujanos plásticos más importantes hoy en el país.

Su exitosa carrera médica no le impidió seguir cultivando lo que él llama "su área humanista". El interés viene desde hace 28 años, cuando se integró a un grupo de estudio de filosofía clásica a cargo de Óscar Velásquez -ex decano de Filosofía de la UC y especialista en filosofía griega clásica-, donde también participan Leonidas Montes -actual director del CEP-; el artista Juan Subercaseaux; los ingenieros Rodrigo Fontaine y Edmundo Claro; los abogados Cristián Howard y David Silva; y el cientista político Thomas Wescott. "Es un grupo bien variopinto que trabaja junto estudiando textos clásicos de filosofía. Llevamos toda la vida en esto", explica Léniz.

Producto de este lado humanista, cursó algunos ramos de un Doctorado en Filosofía en España, y en 2015 ingresó al magíster de Artes Liberales de la Universidad Adolfo Ibáñez. Ahí tomó un curso sobre la Ilíada, la epopeya del siglo VIII antes de Cristo donde Homero narra la guerra de Troya, que se supone ocurrió unos cuatro siglos antes. "El detalle con que están descritas las lesiones en el libro es tan grande, que te surge la duda de por qué lo hicieron así", cuenta Léniz. Precisamente en ese detalle, que no es trivial para un ojo médico, está el germen del proyecto personal que echó a andar de inmediato, sin perder tiempo.

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Lo que Léniz quería averiguar es si existe una correlación anatómica entre lo que sale en la Ilíada y la realidad, o si la narración es algo más bien literaria. "Como cirujano me llamó la atención y, como sabía que tenía a la mejor gente en Chile en el área humanista y que podía conseguir a los mejores en el lado médico, quise hacer el link de manera profunda", explica.

La primera en enrolarse en este dream team humanista y médico fue Paola Corti, directora del Magíster en Historia de la Universidad Adolfo Ibáñez. Fue la primera persona a quien Léniz le planteó la idea. Después comenzaron a ayudarlo Gerardo Vidal, director de posgrados de esa casa de estudios, y el profesor de filosofía Cristóbal Joannon, director académico del magíster.

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Foto: Roberto Candia[/caption]

Después de confirmar estas colaboraciones, Léniz se puso manos a la obra: "Lo primero que hice fue un análisis literario, describiendo en detalle y analizando todas las lesiones en toda la obra homérica: la Iliada, la Odisea, los fragmentos, los himnos homéricos y la parodia Batracomiomaquia".

-Es una obra larga. ¿Qué tan en detalle fue su análisis?

-Hice un análisis anatómico, describí una por una todas las lesiones musculoesqueléticas, con su ubicación dentro de la obra, el tipo de lesión, el guerrero atacante y el atacado, el arma, el resultado -si terminó en una muerte o no- y el origen del guerrero.

-¿Qué encontró?

-Que las lesiones anatómicas descritas en la Odisea no tienen mucho que ver con las de la Ilíada. La descripción y el detalle son diferentes y mucho más precisas en la Ilíada.

-Sigue trabajando como cirujano y profesor. ¿En qué momento investiga todo esto?

-Todos los días de mi vida estudio, tanto cosas médicas como de humanidades. Duermo poco, me acuesto a las tres de la mañana.

-Ya con esa información, ¿cuál fue su siguiente paso?

-Conocer las armas para ver qué lesiones podían producir. Saber cómo eran y conocer su tamaño. Así que partí con mediciones en distintos museos del mundo. Fui al Metropolitan de Nueva York, al British de Londres, al Louvre de París, y del Antropológico de Atenas me mandaron muestras. Viajaba a otras cosas y aprovechaba de visitar los museos, pero al final se transformó en una excusa más directa para ir a las ciudades.

-¿Cómo eran esas visitas?

-Al Louvre, por ejemplo, he ido un montón de veces. El año pasado viajamos por 20 días a París con mi familia y fui cada día. Me quedaba entre cuatro y ocho horas. Los guardias me miraban extrañados como diciendo, "¿quién es este loquito?".

Dos años después Léniz ya tenía el tamaño y el peso promedio de una lanza, el arma más común del siglo XII antes de Cristo, cuando se cree que ocurrió la guerra de Troya. Con esa información le encargó al escultor Juan Luis Dorr que reprodujera una lanza fraguada en bronce, como las de la época. "Al principio él estaba bien impactado con mi encargo. Después le mandé fotos y le indique lo que me parecía era el tamaño ideal. Entremedio la pulió, porque yo quería utilizarla", dice el doctor.

Entonces abre una caja roja de cartón y saca la pesada y afilada arma. La deja sobre la mesa en el living de su casa en Vitacura, entre tazas de cafés, galletas y tres libros sobre la obra homérica. Toma la Ilíada, y empieza a declamar un pasaje: "Y según se alejaba, Meriones una flecha, guarnecida de bronce, le arrojó y le acertó en la nalga derecha. La flecha penetró de frente por la vejiga debajo del hueso, y quedó sentado allí mismo en brazos de sus compañeros, exhalando el ánimo, tendido como un gusano sobre el suelo, mientras su negra sangre brotaba e iba empapando la tierra".

El doctor termina y levanta la vista para explicar la razón de su puesta en escena: "Esto, que parece literario, es bien complejo, porque entrar con un arma por el glúteo y atravesar la vejiga es muy difícil. Cabe justo y preciso. Es una lesión que se puede dar, pero es muy difícil que ocurra, y Homero la describe no una, sino que dos veces en la Ilíada". Luego, como si estuviera en su consulta, Léniz entrega un análisis de cirujano. Dice que el arma debió entrar por la cavidad pelviana, que no hay otra opción, y se detiene en el detalle de la "negra sangre" descrita por Homero: es sangre venosa, lo que da cuenta de que el arma atravesó la vena ilíaca y también la arteria, por eso muere el guerrero atacado. "Además, el libro dice 'glúteo derecho'. ¿Por qué? Porque atravesando el izquierdo no habrían podido llegar a la vejiga", explica el cirujano.

-¿Cómo usted se dio cuenta de eso?

-Abriendo un cadáver. Era la única forma de saberlo con exactitud.

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El doctor Léniz había leído toda la obra homérica. Había clasificado sus lesiones por libro, arma, atacante y atacado. Había concluido cómo debía ser el arma promedio de hace más de 30 siglos y le había pedido a un escultor que la recreara. Ahora, sólo le quedaba poner a prueba todos estos años de trabajo en un cuerpo humano. Para eso, necesitaba conseguir un cadáver en alguna escuela de medicina dispuesta a prestarlo para ensayar las heridas descritas por Homero.

-¿Qué le decían los otros médicos cuando les contaba del proyecto?

-No les he contado demasiado, pero a quienes se los he dicho se han entusiasmado. El decano de Medicina de la Universidad del Desarrollo, Ricardo Roco, a quien le pedí permiso y las instalaciones de la universidad para hacer esto, le encantó la idea. Después el jefe de cirugía pediátrica de la Clínica Alemana y de la UDD, Renato Acuña, también se entusiasmó. Desde que se me ocurrió, sólo he recibido ayuda.

El experimento lo hizo en enero de 2018, cuando la Facultad de Medicina de la Universidad del Desarrollo le facilitó un cadáver y su laboratorio de anatomía. Todo fue registrado por el director de cine, Andrés Wood, amigo de Léniz, quien cuando supo del proyecto llevó cámaras y equipos para filmarlo y fotografiarlo. El cirujano ejecutó dos heridas emblemáticas de la Ilíada: el arma que ingresa por el glúteo derecho y lesiona la vejiga ya mencionada, y la más importante de obra: cuando Aquiles mata a Héctor con una lanza que atraviesa su garganta.

Ese pasaje de la Ilíada amerita que el doctor Léniz declame una vez más: "Sólo se veía donde las clavículas separan cuello y hombros, el gaznate, que es por donde más pronto se pierde la vida. Por allí el divino Aquiles le hundió la pica en pleno ataque. La punta penetró derecha a través del delicado cuello; y el asta de fresno, pesada por el bronce, no le cercenó la tráquea, con lo que todavía pudo responderle y decir unas palabras".

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Foto: Roberto Candia[/caption]

El cirujano termina y didácticamente explica la lectura que acaba de enunciar. Primero entrega la definición de las palabras más complejas -"gaznate" o "fresno"- y después va a lo suyo: la descripción médica. Según su análisis, la lanza habría lesionado la arteria carótida. Por eso, cuenta, él hizo exactamente lo mismo en el cadáver y comprobó que efectivamente lesiona la carótida y, además, el arma queda clavada en el cuello -o sea, el gaznate- del príncipe y defensor de Troya: "Lo entretenido es que en la Ilíada Héctor habla después de eso. Y yo, con estudios de flujo de sangre en esa arteria, medí cuanto se demora: son unos 41 segundos. Después calculé, con el tamaño de la lesión provocada, el tiempo para que la persona muera en relación a lo que Héctor habla".

-¿Cómo hizo eso?

-Le pedí a Óscar (Velásquez), que habla muy bien griego clásico, que hiciera la declamación y me di cuenta de que ésta coincidía con el tiempo que dura viva la persona tras sufrir la herida.

-¿Qué sintió cuando corroboró su tesis ese día?

-Fue emocionante, yo sabía que la descripción era buena y factible, pero hasta hacer el experimento no sabía que era tan exacto. Me sorprendió eso.

-¿Estos resultados permiten sacar alguna conclusión?

-Sí, al ver las descripciones detalladas de la Ilíada te das cuenta que, de partida, es difícil que Homero haya sido ciego y, segundo, que tenía un médico muy experto en anatomía al lado y éste no era el mismo que lo acompañó en la Odisea. Si no es eso, es que son diferentes autores.

-¿Eso a qué tema lo lleva?

-A otro muy puntiagudo…

Ese tema puntiagudo al que hace referencia el cirujano es la llamada cuestión homérica. Esto es, en primer término, el debate en torno a la existencia del mismo Homero y, en segundo lugar, a si fue la misma persona la que escribió todas las obras que se le atribuyen al autor. Una cuestión que, puntiaguda y todo, tiene una respuesta sencilla para el doctor Léniz: "Claramente al autor de la Odisea es otro. Las lesiones descritas en las dos obras no se corresponden y hay diferencias claras en la descripción".

Pero hay un tercer punto más que abarcó esta odisea del doctor Léniz, una que sólo le interesó después de corroborar en el cadáver que la descripción de las heridas eran precisas: echar por tierra la tesis de que en la antigua Grecia no había disección de cadáveres. "No hay ninguna posibilidad de que hubiesen conocido el cuerpo humano sin disección anatómica para saber esto, porque es exacto. Y en esa época no se podía, estaba prohibido. Decían que no se hacía, pero claramente eso no se respetaba", explica.

-¿Ahora qué sigue?

-Lograr catalizar todo esto en algunos papers, tanto de historia como médicos. Ahora quiero estudiar la literatura original humana en relación a las lesiones, porque encuentro que éstas reflejan cómo son las sociedades. Ya estoy revisando el Libro de los Muertos de los egipcios y la Epopeya de Gilgamesh, de la antigua Mesopotamia.

-Cuándo el profesor Torres le hablaba de atenienses y espartanos en el colegio, ¿pensaba que a los 50 años iba a tener esta fascinación por el tema?

-No sé… es que cuando uno encuentra una vetita de los temas y la vas entendiendo un poco, todo es fascinante. La otra vez saqué un cálculo rápido y me di cuenta que no me alcanza la vida para estudiar todas las materias pendientes que tengo. Gracias a Dios mi señora trabaja en la Católica en temas de envejecimiento… ella me tiene con todo el tratamiento porque necesito por lo menos 50 años más.