La relación de la escritora argentina Claudia Piñeiro con su padre, Gumersindo, era de admiración y silencio. Silencio hacia afuera, porque cuando ella hablaba con sus amigas ocultaba las ideas políticas de su padre: en la Argentina eran años de dictadura y decir que él se consideraba comunista podía ser peligroso. Silencio hacia adentro, porque cuando él se enojaba con alguien de la familia dejaba de hablar: podía pasar días sin pronunciar palabra. Silencio que, dice ella ahora, tuvo mucho que ver con su escritura.
Claudia Piñeiro escribe cosas que no pudieron ser dichas. Cosas que años más tarde aparecerán en alguno de los 14 libros que ha escrito. Le sucedió con Un comunista en calzoncillos (2013), que considera el más "autobiográfico" de sus libros. Una novela que cuenta la relación entre una hija y un padre durante el verano de 1976 en Argentina. En la tapa aparece una foto de la autora junto a su padre.
"No es que él militara, ni estuviera afiliado al partido, ni que tuviera alguna actividad política concreta: tenía el ideario, un imaginario más poético que real", relata Claudia. "Alguna vez le pregunté a mi madre si él de verdad era comunista y ella me contestó: 'Déjalo que se lo crea'. Un comunista declarado, enfático, pero no practicante; la opción más absurda: correr los riesgos sin haber hecho ningún acto heroico que justificase estar en peligro. Ni siquiera pegar un póster en la pared. Un comunista en calzoncillos".
-¿Cómo fue el proceso de escribir un libro con tu padre como protagonista?
-Fue una de las novelas que más gusto me dio escribir, porque al meterme en la memoria empecé a descubrir cosas que no sabía. Empezaba a tirar de un recuerdo y detrás de él aparecía un ramillete con muchos otros, cosas que creía olvidadas. Estoy leyendo un ensayo precioso de Siri Hustvedt, en el que ella reflexiona sobre cómo escribir es, todo el tiempo, recurrir a la memoria; aunque hagas ficción. Porque al escribir uno retoma recuerdos que se van modificando a medida que se los piensa. En la memoria, el recuerdo viene cambiado. Y al hacer ficción, lo vuelves a cambiar.
-¿Qué aprendiste mientras escribías este libro?
-Aprendí a evocar a un padre reparado. Muchas veces cuando uno es joven o está en otra etapa de la vida hay cosas de los padres que ve de un modo, pero cuando las evoca a distancia surgen de otra manera. El padre que yo traigo aquí probablemente esté visto con una mirada más amorosa que la que tenía esa niña en ese momento, en una época de pelea permanente con los padres.
-¿Pensaste qué te habría dicho tu papá si hubiera leído el libro?
-Gran parte de lo que soy se lo debo a él. Si bien como cualquier hombre de aquella época era conservador en ciertos aspectos, era totalmente feminista. Siempre me decía que no tenía que hacer corte y confección como mis amigas, sino que debía estudiar algo que me permitiera comprarme la ropa: creía que tenía mejores condiciones para estudiar que para coser. Estaba muy orgulloso de lo bien que me iba en la escuela o de que terminara la Facultad con el mejor promedio. Supongo que esto hubiera sido lo mismo: habría sido materia de orgullo. Es cierto que en el libro aparecen cosas que no nos dijimos. De niña, alguna vez sentí que él tenía una historia con una mujer y no se lo dije. Él tampoco me lo pudo contar. Si hubiera vivido más años se lo habría preguntado, pero se fue cuando yo era demasiado joven. Hay preguntas y respuestas que no se hicieron y que el libro plantea: si él estuviera vivo, me las podría responder.
-¿Fue una especie de homenaje, como él decía: "Un pequeño acto de resistencia"?
-Sí. Es un homenaje a él y a las personas como él. Y fue un libro que me trajo muchísimas satisfacciones; se generó mucha empatía con lectores que pasaron por lugares parecidos. Lectores que me mandaron mensajes en los que me contaban sus propias experiencias y cómo las habían recordado a partir de esta historia.
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Un comunista en calzoncillos