Mario Ravanal es uno de los primeros enólogos de nuestro país. Con 91 años, desarrolló una reconocida carrera profesional, pero por sobre todo fue el fundador en los años 60 de Viña Ravanal, cuyas bodegas se ubican en el corazón de Placilla. Aquí, hay algunas parras que tienen cerca de 100 años y en 150 hectáreas plantadas producen excelentes vinos que se exportan en su totalidad.
Hallar una botella etiquetada por esta viña en el mercado chileno es todo un desafío para cualquier consumidor. Afortunadamente, desde hace muy poco, la viña se abrió al turismo e inauguró el que sin duda es uno de los mejores centros de visitantes del Valle de Colchagua. En el edificio donde antes se ubicaban una de las bodegas más antiguas de este valle, se realizó una estupenda remodelación dejando un lugar donde priman el buen gusto, los amplios espacios para sentarse a disfrutar una copa o descorchar una botella entre amigos (algo que esta viña, a diferencia de otras, permite).
Además, hay zonas para catas, un amplio bar de vinos y sala de ventas con precios especiales. Sin duda, un espacio que debe ser visitado por quienes llegan a este valle productor de cepas tintas en busca de novedades. Y es que esta bodega familiar, además, incluye otros atractivos bien interesantes que la destacan: tienen un tour gratuito especialmente pensado en quienes quieran conocer las bodegas y aprender del proceso -y el arte- de transformar las uvas en vino. Los cupos son limitados y se hace diariamente a las 10:00 y 17:00 horas, con previa reserva.
Ahora, si el visitante quiere probar los vinos tiene varias opciones, desde comprar una botella para compartir, realizar los tours con degustación, que parten en los $ 10.500 (con dos copas de vinos reserva y una de gran reserva) y no obligan a recorrer, sino que es opcional. Otro recorrido se realiza en carritos de golf eléctricos por los viñedos e incluye catar los vinos de la línea premium. Los precios de las etiquetas Ravanal en la viña son sumamente atractivos y, como recomendación, tienen un Syrah realmente notable.
Ya sea en plan romántico, se ande con niños o simplemente con amigos, la tradicional Viña Viu Manent (una de las que cuenta con mejor infraestructura para el visitante en el valle) instauró paseos en carruaje que recorren los viñedos -que en esta época de vendimia lucen preciosos-, paran en las bodegas para conocer parte del proceso de elaboración y permiten tener una buena panorámica de este reconocido valle. Es un hecho que por aquí debieron pasar los periodistas de Lonely Planet que eligieron al Valle de Colchagua como uno de los 10 destinos más románticos del mundo.
La viña cuenta con un muy buen restaurante llamado Rayuela, además de una surtida cafetería en la que se puede almorzar con vistas a los viñedos, salas de cata, emporio y salón de venta, entre otros espacios. Bueno, por algo Viu Manent estuvo dentro de los 25 mejores viñedos para visitar del mundo, listado que cada año prepara World’s Best Vineyards con las opiniones de más de 500 expertos internacionales.
Otra inspección del todo recomendable es la del fundo La Roblería, que Viña Ventisquero tiene en el vecino y hermoso valle de Apalta, sumamente elogiado por la alta calidad de sus vinos. Aquí, entre parras que crecen al piedemonte, este viñedo cuenta con un acogedor espacio con gran terraza en el que se pueden realizar degustaciones de sus vinos, pedir una tabla de quesos, frutos secos y charcutería, o sándwiches gourmet. Desde su terraza la vista es grandiosa y, por lejos, lo más acertado es aprovechar de llegar al horario del atardecer para experimentar lo que ellos llaman Degustación Sunset (de 17:30 a 20:00 horas), con el sol escondiéndose entre los cerros y tiñendo todo de tonos ocres. Se requiere reserva previa.
Historia olvidada, estrellas y cabras
El Valle de Colchagua siempre sorprende al visitante con novedades. Una de las más recientes e importantes es el Museo del Vino, en Lolol, donde el empresario Carlos Cardoen también tiene su viña y el Museo del Automóvil. Este nuevo espacio de 2.000 metros cuadrados exhibe diversos objetos, máquinas y representaciones que repasan las raíces de la enología en el mundo y en Chile, su transformación y de cómo ahora esta industria incide en la economía, los pueblos y el turismo. Sin duda merece una visita.
Si de historia se trata, un museo interesante -aunque mucho más simple y con menos recursos- es el MELT (Museo Escolar Laguna Taguatagua), ubicado en las instalaciones de lo que fue la escuela del pueblo de San Vicente de Tagua Tagua (Valle de Cachapoal) y que cerró por falta de alumnos. A través de la exhibición de piezas arqueológicas y paleontológicas intenta explicar y contextualizar lo que había en este territorio hace miles de años: una enorme laguna de unos 14 kilómetros de largo y 10 de ancho, rodeada de bosques y en la que se instalaron los primeros asentamientos humanos de la zona central.
Allí también existía una gran variedad de fauna, con especies como el gonfoterio, un herbívoro y pariente lejano de los elefantes que podía llegar a pesar 7.500 kilos y cuya recreación a escala luce a la entrada del museo. También había caballos americanos, un tipo de ciervo de enormes astas y perezosos gigantes. Hace unos 200 años, el dueño de estas tierras tuvo la idea de desaguarla para evitar inundaciones, con el fatal resultado de que la laguna se secó por completo, dejando al descubierto los restos de esta fauna ya extinta y abriendo un conjunto de investigaciones para entender algo de las poblaciones humanas que hubo en la región, desde el período paleoindio (unos 11.000 años atrás) hasta los cazadores y recolectores del período arcaico (5.000 años atrás). Varias excursiones permiten alcanzar zonas de gran interés arqueológico y paleontológico, como pucarás, cementerios, afloramiento de fósiles y sitios habitacionales.
Si el visitante anda con niños y se quedaron con ganas de ver animales y no sólo réplicas e ilustraciones, muy cerca de aquí, en el sector de Tunca Arriba, la empresa familiar de agroturismo Uva Dulce es un buen sitio para que los pequeños interactúen con patos, gansos, ovejas, cerdos y caballos. Y, a escasa distancia, el Centro Astronómico de Tagua Tagua puede resultar todo un descubrimiento para muchos. Su dueño, un inglés instalado hace años en la zona, ofrece una visita que incluye una charla sobre planetas y constelaciones, observación de cuerpos celestes a través de telescopios, una sala planetario y, para los adultos, la cata de un vino que produce y que es envejecido junto a meteoritos.
Ya de regreso a Colchagua, la zona de Marchigüe tienta con otra novedad: la visita a Herencia de Campo, una quesería productora de queso de cabra, donde Juan Fuentes -hijo orgulloso de quesero-, elabora con la más alta calidad y tecnología de punta sabrosos quesos maduros. Son 80 cabras productoras que al día dan 240 litros de leche, los que se convierten en 25 kilos de este apreciado producto. Permiten visitas que en pocos minutos explican claramente el proceso de elaboración y cuentan con venta directa.
Dormir y comer
Hotel Terraviña, ubicado contiguo a la viña Laura Hartwig, excelentes instalaciones en Santa Cruz. www.terravina.cl
Hotel Casa Calfú, hostal en el centro de Santa Cruz, www.casacalfu.cl
Hotel Boutique Vendimia Parador, pionero con una propuesta temática y decorativa que transporta a fines del 1800 con la comodidad actual, www.hotelvendimia.cl
Hotel Raíces de Colchagua, recién inaugurado, familiar y tranquilo, sector Isla de Yaquil, www.raicescolchagua.cl
Hotel Solaz Bellavista de Colchagua, cercano a Lolol, rodeado de lindos jardines, www.solazbellavistadecolchagua.cl
Hotel Ontiveros, en San Fernando, a la entrada del valle, próximo a las viñas cercanas a Los Lingues, www.hotelontiveros.cl
Comer
Muchas viñas cuentan con restaurantes, cafeterías y servicios de alimentación.
Donde Claudio. Restaurante chileno, pero con buenas propuestas internacionales. Plateada al horno, pulpo con camarón y quinua, risotto de champiñones, helados artesanales. Chacabuco 128, San Fernando.