Partamos con un ejemplo. En Sub Centro, ese estupendo proyecto que transformó un espacio subutilizado de la estación de metro Escuela Militar en un boulevard gastronómico y comercial, ubicado en la comuna de Las Condes y al lado de las veredas más anchas y de mejor estándar de Santiago, bajar y subir las escaleras para una persona de edad avanzada o para alguien que usa bastón, muletas o silla de ruedas puede llegar a ser un desafío olímpico. Es cierto que hay plataformas a los costados para quienes se desplazan en silla de ruedas, pero la pendiente es tal que se necesita alta capacidad muscular para subir, por lo que también bajar resulta riesgoso. Eso, sin contar con la falta de barandas en algunas plataformas. Y estamos hablando de la comuna más privilegiada de Chile. ¿Qué queda para el resto?

Hace más de una década, el colombiano Guillermo Peñalosa fundó la organización Ciudades 880, que él explica a través de esta pregunta: "¿Qué tal si todo lo que hiciéramos en nuestras ciudades, cruces peatonales, andenes, transportes públicos, colegios, parques, bibliotecas, edificios, tuviera que ser excelente para un niño de 8 años o para un adulto mayor de 80? No es de 8 a 80, es 8 y 80, un indicador, porque si es bueno para un niño de esa edad y para un adulto mayor con más de ocho décadas, es bueno para todos", explica.

Tenemos que dejar de construir la ciudad como si todo el mundo tuviera 30 años y fuera un atleta. Esa es otra de las máximas de Peñalosa. Y es difícil no suscribirla.

¿Se imaginan cuánto podría apurar los procesos si tuviéramos un presidente con discapacidad física? Porque, claramente, la principal razón de no hacer ciudades 880 es de voluntades, de interés y preocupación.

"Si reunimos a un grupo de niños en un salón y les decimos que hay una crisis energética y que tienen 30 minutos para que piensen en alguna solución, estoy seguro que a los 10 minutos van a decir que necesitamos dejar de usar autos privados y reemplazarlos por un sistema de buses donde podamos llevar más gente y pueda ahorrarse el combustible. Con esto quiero decir que las principales barreras hoy en día no son problemas técnicos, ya que las soluciones están, sino más bien políticos. Lo principal está en desarrollar un sentido de urgencia para ver cómo vamos a hacer estas ciudades, y también de aprender del tipo de ciudades que hemos construido en los últimos 30 años", agrega Peñalosa en una entrevista realizada por la publicación Planeo.

Santiago y las grandes conurbaciones de Chile están viendo cómo su población envejece a pasos agigantados. En 20 años más habrá 33 personas mayores de 65 años por cada 100 habitantes de una edad entre 15 y 64, 16 más que los actuales. Un cambio que nos dejará entre los 30 países con mayor vejez en el mundo. Otra cifra: en 2050 habrá 5.400.000 personas de 65 años o más en Chile, es decir, el doble de los 2.200.000 que se cuentan actualmente.

Eso implica no sólo discutir si hay que aumentar la edad de jubilación, sino que replantearse la manera en que diseñamos todo. Desde la necesidad de tener muchas más bancas para sentarse en los espacios públicos, hasta el ancho de puertas y pasillos en departamentos para que pueda desplazarse una persona con dificultades de movililidad.

Un experto en gerontoarquitectura, Juan Pablo García, me explicaba hace algunos días la tremenda diferencia que genera una manilla de puerta o vanitorio que se mueva sin necesidad de usar los dedos para girar. Ese sólo movimiento, girar una llave de agua o una puerta, puede resultar un suplicio para quien padece de artritis. ¿Es muy diferente el precio entre una manilla que dificulte la vida del que padece esa inflamación de las articulaciones versus la alternativa amigable? No. Es simplemente un asunto de planificar, pensar, diseñar y legislar pensando que el mundo no está hecho solamente para esos atletas treintañeros de los que habla Peñalosa. Ciudades 880 ahora. No podemos darnos el lujo de seguir perdiendo tiempo.