El primer semestre del 2018 puede ser tildado como el semestre de las demandas feministas en Chile. Gatillado por acusaciones de violencia de género al interior de las universidades, hoy se resaltan injusticias en las interacciones sociales, situaciones de acoso y abusos en distintos ámbitos de la vida, con los femicidios constituyéndose como el caso más grave. ¿Cómo entender esta ola de demandas feministas?

Desde la investigación en justicia social sabemos que las injusticias en el ámbito de las interacciones sociales calan hondo en la vida de las personas, incluso más que las injusticias de salarios o económicas. Estas "injusticias interaccionales" se observan en situaciones en las que una persona -en este caso, una mujer- es discriminada, tratada sin respeto o le es negado su derecho a participar u opinar debido a su pertenencia a un grupo social. ¿Por qué son tan importantes estas formas de injusticia? La investigación sugiere que la injusticia interaccional comunica a ciertos grupos que no son aceptados en la sociedad: las personas evalúan la injusticia interaccional como un indicador de rechazo y exclusión. Es así como las "pequeñas" humillaciones a las que aludió en su momento el Ministro Gerardo Varela dejan de ser pequeñas y se convierten en el fundamento de un gran malestar social. Si bien por demasiado tiempo una serie situaciones de acoso y abuso de género han sido -y siguen siendo- desestimadas o ignoradas, el despertar del movimiento feminista se observa como un "hechizo roto", donde un importante grupo de mujeres empieza a reinterpretar una vida de "pequeñas" humillaciones como una discriminación estructural y persistente. En los estudios sobre movimientos sociales, este "despertar" es denominado liberación cognitiva.

Ahora bien, cuando las personas perciben injusticias -y no las justifican- pueden motivarse a buscar cambios a la situación de desventaja. Desde la investigación sobre la psicología social de los movimientos sociales sabemos que un factor clave para entender la disposición de las personas a movilizarse se relaciona con la percepción de eficacia grupal: ¿es posible lograr un cambio por medio de la acción colectiva? Y es justamente en este punto donde surge el problema: las mismas injusticias interaccionales que motivan la movilización, también comunican algo acerca de la viabilidad de distintas vías para lograr ese cambio.

Es así como en estudios realizados en el marco de dos proyectos Fondecyt hemos observado que, ante situaciones de injusticias interaccionales, las personas son más críticas en percibir formas de cambio por medios formales de participación (voto o diálogo) y apelan a formas no normativas de participación (huelgas no legales o uso de violencia). Análogamente, se puede aplicar este argumento al caso del movimiento feminista: en un mundo donde el poder político, económico y simbólico está mayoritariamente en manos de hombres, donde hombres deciden sobre el derecho de la mujer a abortar, detentan altos cargos en la administración pública, en las universidades y en las empresas, ¿resulta viable lograr cambios por medios de participación tradicionales? El recurso de apelar a la paralización o la toma de lugares de estudio puede, en este contexto, ser entendido como evidencia de una falta de legitimidad de los medios formales de participación. Y, de ser así, resulta fundamental trabajar para lograr una mayor democratización de las formas de participación y una mayor voz política de las mujeres.

En resumen, la investigación en justicia social nos llama a poner la atención en las vivencias cotidianas de injusticias interaccionales de género. En particular, son estas formas de injusticia las que ayudan a explicar la fuerza y forma que ha adoptado el movimiento feminista durante las últimas semanas. Cabe preguntarse por las condiciones que a futuro posibilitarán una desnaturalización de formas más enraizadas de dominación y que pueda llegar a distintos grupos sociales donde la naturalización de estos fenómenos aún es predominante.

Mónica Gerber es académica e investigadora Facultad de Psicología de la Universidad Diego Portales. Investigadora adjunta Centro de Estudios y Conflicto Social, COES. Doctora y Magíster en Métodos de Investigación Social, London School of Economics and Political Science, Reino Unido.