Fue la semana pasada. Estábamos citados al colegio los padres que tenemos hijos en cuarto básico. Era una reunión en la cual una especialista nos hablaría de cómo los jóvenes deben enfrentarse con las pantallas y redes sociales. Al encuentro nos invitaron con ellos. En un momento, la especialista pregunta a los niños "¿qué son los diputados?" y, casi como un reflejo, varios padres contestaron "ladrones". Sin rabia, simplemente como un chiste socialmente aceptado. La mayoría se rio y la situación podría haber seguido, pero por suerte la expositora detuvo la presentación y nos preguntó si éramos conscientes de lo que les estábamos transmitiendo a los niños. Me alegré profundamente. Fue una parada de carros muy necesaria.

Me pasa en los chats grupales de WhatsApp, en eventos sociales y en todo tipo de situaciones donde la masa le da cierto anonimato a la expresión individual: generalizamos y denigramos la política, tratamos a nuestras autoridades de corruptas, simplificamos la discusión a niveles caricaturescos y no somos conscientes del daño que nos estamos infligiendo. El gigantesco riesgo de la profecía autocumplida, en este caso de asumir que todo lo que tiene que ver con nuestro sistema político está podrido, de que son todos ladrones, es la aparición de caudillos, la efervescencia del populismo y, ahí sí, el comienzo del fin de la democracia.

Tenemos que cuidar nuestro sistema político. Son siglos de construcción social y cultural, con las lamentables interrupciones que todos conocemos, que nos han permitido desarrollar una nación donde los habitantes tenemos importantes grados de libertad. Debemos esforzarnos por no generalizar, nunca, jamás; tenemos que ser capaces de separar la paja del trigo y destacar el trabajo serio de muchos diputados y senadores; así como de buenos alcaldes, ministros y subsecretarios que se esfuerzan por construir un mejor país, intendentes serios y un largo etcétera de autoridades que llevan puesta la camiseta de Chile.

Pero no somos los únicos que debemos hacer el esfuerzo. Es fundamental acercar las instituciones, esas donde se toman las grandes decisiones, a los ciudadanos. Por eso, aplaudo desde esta columna la decisión de abrir los jardines del Congreso Nacional en Valparaíso y en Santiago al público, así como de autorizar visitas guiadas al interior de ambos edificios. Quienes vivimos esos 17 años sin Parlamento, entre 1973 y 1990, sabemos mejor que nadie lo que pasa en un país en el que no podemos decir que "los políticos son ladrones", pues la política está vedada y la libertad de expresión también. Es justamente el Congreso Nacional el hito máximo de nuestra democracia, el espacio republicano donde tramitan las leyes esos representantes que elegimos con nuestro voto. Los mismos que han logrado que en Chile se acabaran los hijos ilegítimos (Ley de Filiación), que haya acuerdo de Unión Civil, Ley Antidiscriminación (Zamudio), la ley que sanciona con cárcel efectiva a los conductores en estado de ebriedad que generen lesiones graves gravísimas o la muerte (Emilia) y, gran noticia, que esta semana se haya dado luz verde a la adopción homoparental. Qué importante es el trabajo que hacen nuestros parlamentarios.

¿Hay ladrones? ¡Seguro! Y algunos que dan vergüenza con sus declaraciones. Y otros poco serios en la forma en que comunican sus inquietudes. Y están los que parecen financiados por dictaduras extranjeras. Pero están lejos de ser mayoría. Ya vemos la situación de nuestro país vecino, donde famosa se hizo esa canción de Bersuit Vergarabat titulada "Sr. Cobranza", que decía "son todos narcos", "son todos traficantes". Era pegajosa, pero también peligrosa. No son todos narcos ni ladrones en Chile. Basta, por favor, de generalizar.

*Periodista, fundador de @santiagoadicto y conductor de "Santiago Adicto" en Radio Zero.