Chile es un país de volcanes. Tenemos más de 2000 volcanes en nuestro territorio, y alrededor de 100 se consideran geológicamente activos. Pero si nos vamos a una escala de tiempo más breve, donde tenemos registros históricos de erupciones, el número se reduce mucho más: 37, según la base de datos del Global Volcanism Program. Pero no dejen que este número los engañe, porque nuestros volcanes suelen hacer muchas erupciones. De hecho, en Chile lo usual es que haya al menos un volcán en fase eruptiva, pese a que muchas veces estos eventos no tienen la mejor cobertura noticiosa. A veces, hay erupciones tan poco explosivas que incluso se les pasan por alto a quienes viven cerca del volcán en cuestión: el mejor ejemplo de esto ocurrió el año 2008 en el Nevados de Chillán, donde este volcán estuvo liberando un río de lava muy viscosa durante un tiempo, sin que nadie lo notara. No fue sino que hasta que se estudió la zona con satélites que se encontró el resultado de esta erupción. En esta columna buscaremos tratar de dar una respuesta a varias preguntas respecto a la historia eruptiva de nuestros volcanes. Por ejemplo: ¿cuantas erupciones hemos tenido en los últimos años?, o ¿cuales han sido las diferencias entre ellas? o también ¿se desencadenan todas igual?
Lo primero que debemos considerar es que muchos de los registros de erupciones se basan en reportes históricos, que involucran a personas narrando lo que vieron. Por lo mismo, hay muchos volcanes que no muestran erupciones entre los siglos XV y XIX, pero que no necesariamente no tuvieron erupciones, sino que simplemente no hubo nadie para contarlo. Eso se refleja en que el catálogo de erupciones muestra sólo erupciones del Villarrica entre 1503 y 1543, sin registro de más volcanes en erupción. Es por ello que una pregunta muy relevante es a partir de qué año se puede considerar que un catálogo está completo. ¡Y esa no es una pregunta que tenga una respuesta fácil! Hasta el día de hoy hay zonas de Chile de muy difícil acceso, donde no es tan fácil ver la actividad de un volcán a simple vista. Considerando eso, la cantidad de volcanes que estuvieron en una erupción por año desde 1898 hasta 2018 es lo siguiente:
Como pueden ver, hay en efecto años donde hemos tenido más volcanes en erupción que otros. Sin embargo, la estadística nos sugiere que la base es tener 2 volcanes en erupción por año. Y eso ya es tremendo: ¿cuantas veces realmente han interiorizado que lo normal es tener a dos volcanes haciendo erupción en Chile anualmente? Quizás no tantas, y en parte porque tenemos la tendencia a darle una connotación completamente negativa a una erupción volcánica, cuando en realidad son fenómenos naturales que ocurren siempre. El conteo de volcanes en erupción que está en la figura de arriba indica las erupciones explosivas, donde se puede ver una columna de ceniza volcánica marcada. ¿Y cuáles son los volcanes que pasaron más años en alguna fase eruptiva algo explosiva? El Llaima, el Láscar, el Nevados de Chillán, y el Quizapu. Si se preguntan donde está el Villarrica, el volcán más activo de Chile, les cuento: con ciclos eruptivos largos, mostrando su lago de lava a los turistas que se aventuran a subir hasta su cráter. Sus erupciones explosivas son más bien breves en contraste con el Nevados de Chillán, por ejemplo, que suele tener procesos de décadas, donde hay muchas explosiones, como lo hemos visto estos años. Sin ir más lejos, estuvo 13 años seguidos en erupción intermitente, entre 1973 y 1986, creando su cráter Arrau.
Obviamente, no todas las erupciones son iguales, y como vimos en una columna anterior (link: https://www.latercera.com/noticia/columna-sismologia-poder-una-erupcion/), los científicos usamos el llamado Índice de Explosividad Volcánica (IEV) ver cuan grande puede ser una de ellas. Este índice mide la cantidad de tefra erupcionada, que se genera debido a que el magma que busca salir a la superficie se rompe en muchísimos trozos de roca, de tamaños muy pero muy variados. Así que, en efecto, la ceniza volcánica es básicamente roca molida muy fina con muchos minerales y cristales, que claramente nos puede hacer daño si la respiramos. Y, como las explosiones más grandes necesitan mucho gas, entonces hay una gran ruptura de magma, lo que lleva a columnas de ceniza más grandes, que pueden alcanzar más de 20 kilómetros de altura: una locura. Dentro de los últimos 120 años hemos tenido muchas erupciones muy explosivas, tanto en el norte como en el sur. El top lo forman el Quizapu con la tercera erupción más grande de todo el mundo durante el siglo XX, seguido por el Hudson en 1991, Chaitén el 2008, Cordón Caulle el 2011, y un poco más atrás los volcanes Láscar (1993), Carrán-Los Venados (1955), y Calbuco (2015). Sin embargo, la gran mayoría de las erupciones en Chile no son demasiado explosivas: suelen tener un IEV entre 2 y 3. Sólo para tener una idea, acá les muestro el tamaño de la columna eruptiva de 4 erupciones: Planchón-Peteroa ahora, con un IEV 1 (2 a lo sumo), Llaima 2008, con un IEV 3, Chaitén 2008, con un IEV 4-5, y el Quizapu en 1932, con un IEV 5-6. Vean no sólo la altura de las columnas, sino que también el grosor de ellas. ¡Qué pequeño se ve el Planchón-Peteroa!
OK, entonces ya sabemos que tenemos muchas erupciones, con varias de ellas bastante explosivas. Pero algunos volcanes chilenos también han mostrado una característica muy interesante, aunque potencialmente peligrosa: la falta de señales claras de que va a comenzar una explosión. Y es que, al menos desde que existe un monitoreo de los volcanes en nuestro país, ha habido varios de estos casos. El año 2008, el Llaima, que estaba en un estado alterado después de una pequeña erupción en la mitad del 2007, se encontraba "fumando", incluso con leves salidas de cenizas. Algo como un "puff". Sin embargo, sismológicamente el volcán no mostraba nada demasiado precupante: no había un indicio claro de que hubiera una inyección de magma que lo llevara a algo más. El 1 de Enero del 2008 tuvo apenas dos sismos bien peculiares, y comenzó su erupción más explosiva desde 1955. Hoy, el Nevados de Chillán tiene una dinámica muy compleja, donde vemos pulsos eruptivos que vienen sin ningún tipo de aviso. Pero el caso más emblemático claramente es el Calbuco con una tremenda erupción en Abril de 2015. Esa vez el volcán mostró un enjambre de sismos, y apenas tres horas después comenzó una erupción cuya mayor parte duró menos de 24 horas. Fue un evento absolutamente inesperado, ya que para algo tan explosivo uno esperaría que el magma, que es muy viscoso, tiene que ir subiendo hacia la superficie, generando espacios, y rompiendo roca. Entonces deberíamos ver aumentos en la cantidad de los sismos, en el tamaño de ellos, como en muchas partes del mundo, y también la mayoría de las veces en Chile. Pero nuestros volcanes parece que algunas veces pueden ser muy sensibles, y eso abre una interrogante que debemos investigar: ¿por qué casi no dan señales a veces de que van a hacer algo, o por qué algunas de esas señales son tan sutiles que no podemos identificarlas antes? Demás está decir que, para avanzar en ello, debemos tener muchos más investigadores de los que tenemos hoy. Chile necesita científicos que estudien la dinámica de los volcanes, para entender su "personalidad", y así ser más efectivos de lo que somos actualmente al respecto. Pero somos simplemente muy pocos, por muy irónico que sea en Chile. Uno se imagina que si Chile se comienza a tomar más en serio el desarrollo científico, invirtiendo mucho más dinero del que actualmente hace, esto va a cambiar. Y ojalá que la puesta en marcha del Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento, e Innovación ayude a avanzar en este tema.
Como pueden ver, hay un montón por entender sobre nuestros volcanes. Pero no crean que no sabemos cosas ahora, ¡porque sí las sabemos! Hay varios volcanes que están muy bien monitoreados, y su actividad base está bastante entendida, al menos desde la experiencia. Además, toda la información llega al Observatorio Volcanológico de los Andes del Sur, en Temuco, en tiempo real. Y es a través del conocimiento que existe de los volcanes que los científicos del observatorio ahora pueden identificar mejor las sutilezas de los cambios en el comportamiento de ellos. Y la vida está en las sutilezas.
Cristian Farías Vega es doctor en Geofísica de la Universidad de Bonn en Alemania, y además profesor asistente en la Universidad Católica de Temuco. Semanalmente estará colaborando con La Tercera aportando contenidos relacionados a su área de especialización, de gran importancia en el país dada su condición sísmica.