Aunque mentir es una acción que casi todos han hecho alguna vez en su vida, cuando excede los límites y se usa como un método diario, podríamos estar hablando de una persona mitómana.
Los mitómanos pueden estar al lado nuestro, compartir intereses, trabajo o vínculos. Sin embargo, no siempre somos conscientes de lo que ellos pueden llegar a hacer con esos engaños.
Probablemente uno de los casos más famosos es el de Jean-Claude Romand, ciudadano francés que engañó por casi dos décadas a su familia y amigos sobre su verdadera identidad. Aseguraba trabajar como médico e investigador en la Organización Mundial de la Salud (OMS), pero la realidad era totalmente diferente: vivía de estafar a otros.
Cuando su gran farsa ya era insostenible y su familia estaba a punto de descubrirlo, en 1993 decidió asesinar a su propia mujer, a sus hijos y a sus padres. Un par de años más tarde, todas las mentiras del criminal francés serían retratadas en el libro El adversario del escritor Emmanuel Carrère.
Pero, ¿qué significa ser mitómano? ¿Cómo se puede identificar? ¿Puede ser tratado? Esto es lo que indicaron algunos especialistas.
¿Qué es ser mitómano?
Al hablar de mitómanos, se trata de personas que adquieren un trastorno que los hace mentir compulsivamente. A veces es sin razón aparente, pero también puede estar motivado para ser admirado por otros y demostrar valentía o conocimiento en algo.
Sin embargo, hasta ahora el DSM 5 —guía para el diagnóstico de enfermedades de salud mental— advierte que no se podría identificar a la mitomanía dentro de las enfermedades. El motivo: se ha determinado que aquellas personas que mienten de forma compulsiva presentan otro trastorno primario.
“El mitómano tiene aspectos del antisocial, del narcisista y del histriónico”, explicó la psiquiatra María Florencia Vidal en conversación con el medio La Nación.
“El antisocial es el que no acepta normas, el que pasa el semáforo en rojo. Mentir aparece como un recurso adaptativo y la mitomanía es una compulsión que combina el narcicismo y el histrionismo: narcisistas porque necesitan sentirse grandiosos e histrionismo porque necesitan ser el centro”, afirmó.
Pero la especialista también advierte que los engaños comienzan a funcionar como una especie de adicción en los mitómanos, hasta el punto en que si no se dicen, pueden causar ansiedad: “Decir mentiras lo alivia. Esa es la compulsión. El adicto necesita de una sustancia, ellos, de la mentira. El mitómano repite la mentira porque no puede vivir de otra forma”.
El concepto mitomanía empezó a ser usado aproximadamente en el año 1900, cuando el psiquiatra francés Ernst Dupré buscaba definir este trastorno que se basa en mentir de forma reiterada.
En ese entonces, el doctor identificó que hay cuatro clases de mitomanía: la vanidosa, que sucede cuando la persona en cuestión busca ser halagada; la errante, que es aquella que desea escapar de su propia realidad; la maligna, que recurre a la mentira para equilibrar la baja autoestima; y por último la perversa, que es cuando se miente para cometer fraudes.
Los mitómanos de nuestro alrededor
Para el psicólogo español Juan Moisés de la Serna, cuando el mitómano desea causar admiración en el resto probablemente no causará tanto mal en el corto plazo.
“Pero si tiene una relación más profunda es posible que, pasado algún tiempo, la otra parte no quiera o pueda sostenerla más. Ahí pueden aparecer los mayores problemas, a veces serios”, apuntó al medio argentino.
En este proceso es necesario identificar no solo al mentiroso compulsivo sino que también a quien está a su lado, por ejemplo, su pareja. En ocasiones puede suceder que para prosperar un vínculo con el individuo que miente, hay personas que no creen que el otro está mintiendo, dice el psicólogo argentino Juan Manuel Prat.
“Al estar un tiempo cerca de un mitómano, se ven pequeñas contradicciones o que siempre va posponiendo ‘las pruebas’ sobre si algo es cierto o no. Al principio todo suele sonar muy bien. Pero pronto llegarán las excusas, incluso los cambios de humor y los enojos si se hace evidente que no dice la verdad”, expresó De la Serna.
Cuando la mentira es insostenible
Puede que un mentiroso compulsivo comience con una mentira pequeña, pero se va agrandando tanto que produce el efecto de bola de nieve, dicen los expertos.
Según Prat, hay ocasiones específicas en que la situación se agrava tanto que los mitómanos no se dan cuenta de la mentira: “Sufren un trastorno borderline, no reconocen el valor de la palabra ni tampoco el impacto que eso puede generar en el otro”.
También ocurre que aún no hay mucha indagación científica sobre la mitomanía en general, además de que los mentirosos compulsivos difícilmente llegan a terapia por cuenta propia, puesto que no admiten que el engaño frecuente puede ser un problema grave.
Por lo anterior, Marcelo Cetkovich, director del área de psiquiatría en INECO (Instituto de Neurología Cognitiva), admite que en la actualidad no es nada sencillo encontrar psicólogos o psiquiatras que hayan tenido pacientes mitómanos.
¿Cómo identificar a un mitómano?
Los expertos en el área aseguran que sí es posible tener una persona cercana que sea mitómana y que no seamos conscientes de ello, por distintos motivos. “A veces dosifican a quiénes mienten y a quiénes no. Pero la tendencia a la fabulación permanente perjudica los vínculos. Hay personas que buscan impresionar inventando una profesión o una posición económica”, argumentó Cetkovich.
Para Prat, algunos de los signos para localizarlas son que muestran niveles de ansiedad, evitan mirar al otro, presentan agitación o inquietud en el cuerpo y sudor en las manos.
También hay que tener presente que exponer y enfrentar a una persona mitómana no es un proceso fácil de abordar, para ninguna de las partes.
“En los casos más complicados no produce buenos resultados, porque no lo pueden dejar de hacer: sería, si se me cae la mentira, me caigo yo”, dijo el psicoanalista Luciano Lutereau. “Necesitan creer sus propias mentiras para vivir. El mitómano genera historias porque no es capaz de prescindir de ellas para vivir”, agregó.
Sobre la incógnita si la mitomanía puede ser tratada, la psicoanalista y presidenta de la Asociación Psicoanalítica Argentina, Gabriela Goldstein, dice que es complejo que la persona en cuestión pueda aceptar que engaña insistentemente.
“Tal vez lo hace por otros efectos que lo comprometen tanto que lo hacen consultar, y en la consulta aparece el problema. El análisis puede servir, depende el caso. Siempre se puede ayudar, intentar abrir una puerta en eso que se construyó tempranamente, que es un modo de defensa ante una realidad desagradable o que no nos gusta”, indica.
Poniéndonos en el caso de que la persona mitómana llegue a una consulta psicológica por esta razón, una de las primeras cosas que se debe hacer es reconocer los traumas y experiencias pasadas que motivaron que el método de defensa sea la mentira.
“Se pueden trabajar habilidades sociales, la comunicación para poner en valor la palabra, los vínculos más estrechos y la autoestima, para que la persona pueda estar en armonía con lo que es”, manifestó Prat.