Cómo saber si estás viendo pornografía en exceso, según especialistas
Un grupo de expertos en distintas áreas descifró los aspectos a considerar en cuanto al consumo excesivo de porno, tanto en hombres como en mujeres.
Cuando la organización dedicada a trabajar por los derechos de los niños, Save The Children, publicó su informe de (Des)información sexual: pornografía y adolescencia a mediados de 2020, presentó cifras que no pasaron desapercibidas: un 48% de los jóvenes reconoció la pornografía como una fuente de aprendizaje, mientras que un 30% aseguró que esta es su única base de información en cuanto a temáticas relacionadas con la sexualidad.
A ello se le sumó que la edad media en que se vio estos contenidos por primera vez fue a los 12 años, un promedio que según detallaron desde la ONG, ha ido bajando cada vez más con las facilidades que ofrecen los celulares y las redes sociales.
Si bien, en la actualidad existe una inmensa variedad de material pornográfico en la internet, la mayoría de los videos que figuran en los sitios web de este tipo contienen escenas audiovisuales que se alejan de lo que numerosos expertos consideran como prácticas sexuales sanas, tanto desde la salud mental como desde la física.
Es por esto que su consumo excesivo, en conjunto con la falta de educación sexual, según indican expertos, puede presentar complicaciones en los espectadores y en la forma en que se relacionan con otras personas. Más todavía si esa base de información no se nutre con el paso de los años.
Aún así, no todos los casos en donde se recurre a la pornografía traen consigo problemáticas en el bienestar de un individuo, hombre o mujer.
En conversación con La Tercera, un grupo de especialistas en áreas como psiquiatría, psicología, ginecología y urología descifraron los aspectos más relevantes a considerar en cuanto al consumo de pornografía.
Qué puede considerarse como consumo excesivo
El doctor de la Unidad de Adicciones de la Clínica Psiquiátrica de la U. de Chile, Enzo Rozas, dice que la principal característica que define a las adicciones —en términos generales— es la disminución del autocontrol, es decir, “de la capacidad de poder elegir cuándo, cómo y cuánto”.
“Otro factor vendría a ser esto de repetir la conducta”, afirma, además de que aparece “un deseo intenso por repetirla con un patrón más o menos compulsivo”.
En el caso de la pornografía, cuenta que los parámetros más que estar relacionados con el tiempo o la frecuencia de consumo, “tienen que ver con cómo esto afecta a la vida cotidiana”.
Algunas consecuencias adversas que puede generar el consumo excesivo de pornografía están relacionadas con abandonar otras actividades, pasar menos tiempo con seres queridos (por ejemplo, amigos o familia), presentar problemas en el rendimiento laboral o académico y tener disfunciones sexuales con la pareja, entre otros.
“Eso también va de la mano a que hay una relación un poco bidireccional. Hay cuadros psiquiátricos que pueden llevar a tener un mayor riesgo de incurrir en conductas adictivas, como por ejemplo, lo podría ser el consumo de pornografía. Entre estos se encuentran los trastornos del ánimo, los de ansiedad, los del espectro obsesivo, los por control de impulsos y el consumo de sustancias”.
A pesar de aquello, Rozas citó una investigación publicada en The Journal of Sexual Medicine, la cual arrojó que cerca de un 75% de las personas que ven este tipo de contenidos tienen “un consumo más recreacional, no problemático”, según detalla.
“El otro 25% se divide en dos perfiles que están bastante bien precisados. Uno de ellos es súper compulsivo, en general tiene menos satisfacción sexual y tienden a tener mayor compulsividad y evitación sexual. El otro son personas con mucha angustia, culpa y desconfort, estos son menos activos (...) y en general están sexualmente menos satisfechos, pero tienen menos compulsividad en la sexualidad y suelen tener más disfunción sexual que los otros”.
Entonces, para saber si se está entrando en un escenario de consumo excesivo, según el académico de la Escuela de Psicología de la U. Adolfo Ibáñez, Juan Flores, “lo esencial es percibir si hay cambios en la vida cotidiana, los modos en que se ejerce la interacción con los otros y cómo está siendo llevada la vida sexual”.
“Puede estar siendo signo de conflictos más profundos”, añade.
Los riesgos de consumir pornografía en exceso
Además de consecuencias adversas como las mencionadas, el director del centro de Estudios de Psicología Clínica y Psicoterapia de la U. Diego Portales, Claudio Martínez, explica a La Tercera que en algunos casos se pueden presentar ciertos efectos directos e indirectos a mediano y largo plazo.
Dentro de la primera categoría y particularmente en hombres, “empieza a tener efectos en la disfunción eréctil ante la falta de estímulos como sería la pornografía”.
“Ese es uno de los elementos. Otro es la eyaculación retardada, que también es una disfunción sexual bastante típica en las adicciones. De alguna forma, al necesitar cada vez más estímulo, la posibilidad de un orgasmo, de una eyaculación, se va demorando más y se necesita más y más estímulo”.
En cuanto a los efectos indirectos, está la forma en que se viven las relaciones con la pareja, “sobre todo en la disminución del interés sexual en el otro”.
“Muchas veces hay exigencias de cumplir con ciertas expectativas que pueden ser muy poco realistas en cuanto a rendimiento (por ejemplo, el tiempo y el número de orgasmos), las cuales también surgen desde la pornografía. Eso pasa sobre todo en los jóvenes, que tienen distorsiones a partir de solamente tener un aprendizaje mediante contenidos de este tipo”.
Tanto Martínez como la ginecóloga de la Clínica Bupa Santiago, Soledad Irigoyen, concuerdan en que las escenas más recurrentes en la pornografía tienden a presentar actos que podrían alterar la visión que los espectadores tienen sobre la sexualidad, sobre todo si no cuentan con bases de educación sexual.
“Usualmente, se ve una relación en donde la mujer finge tener mucho placer con la penetración, pero que llevado a la realidad, eso no es así. El orgasmo de la mujer es principalmente clitoriano, por lo tanto, el flaco favor que hace el consumo de pornografía para ambos sexos, es que más que educar, confunde”, expresa la doctora.
“Ahí es donde una como profesional tiene un rol importante de explicarles que la penetración no es lo que generalmente las lleva al orgasmo y que sí se requiere de un estímulo clitoriano. También cuáles son las posiciones, empoderarlas a no fingir orgasmos y a que le pidan a sus compañeros sexuales, del sexo que sean, que las estimulen correctamente, para que así tengan una vida sexual lo más sana y placentera posible”.
Junto con ello, muchas veces los cuerpos que se ven en los videos tienden a reunir características que se alejan de las del común de las personas, un factor que según el académico de la UDP, puede afectar en la percepción que las personas que consumen pornografía en exceso tienen sobre sí mismas.
“Ese contraste con la realidad puede empezar a afectar a la autoestima y desatar un choque con la propia imagen corporal”, asegura, refiriéndose a casos en donde se hacen comparaciones a partir de ciertas inseguridades.
Pese a aquello, Martínez recalca que el hecho de ver estos contenidos en sí (o masturbarse viéndolos) no necesariamente se traduce en que haya o pueda desatarse una adicción como tal.
“Más bien, las personas que entran en una adicción están manejando habitualmente otros problemas psicológicos. La pornografía en sí misma tampoco es mala, es sencillamente un estímulo, que puede ayudar a provocar placer o a conseguirlo a través de la masturbación, por ejemplo”.
“Lo único que yo creo que hay que tener cuidado, como con cualquier cosa que genera placer, es si de alguna forma se pierde el control sobre ello y empieza a haber una suerte de necesidad (...) cuando es algo que adquiere una preeminencia como tal en la vida de las personas, pasa a ser complicado”.
Qué pasa con la masturbación
Irigoyen sostiene que la sexualidad de cada persona es tan íntima, que no existe una cantidad de veces como límite en cuanto a la masturbación.
“Alguien puede masturbarse tres o cuatro veces al día y hay gente que lo hace una vez al mes. Si el individuo nota que de repente hay una diferencia, siente que es problemático, que es mucho o que está alterando su día a día, ahí recién se puede empezar a pensar en que puede haber algo más que pudiese estar afectándole. Si no le molesta a la persona, no”.
Bajo esta línea, el urólogo de la Clínica Bupa Santiago, Diego Reyes, aseguró que “el masturbarse más no significa que vaya a costarle más tener una relación sexual satisfactoria (solo por el hecho de masturbarse), sino que tiene que ver más con las expectativas que genera el exceso de pornografía”.
“Pero no es el acto físico de la masturbación como propiamente tal lo que vaya a provocar ese daño”.
Con esos elementos en consideración, la académica del Centro de Consejería en Salud Sexual y Reproductiva UDP, Bárbara Gutiérrez, sentencia que “el momento para acudir a un especialista es cuando la persona se siente insatisfecha con su propio placer y también si le genera dificultades a la hora de tener una relación sexual con otra persona”.
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