Cada vez que deseamos regresar a esas sensaciones o experiencias que nos marcaron profundamente en alguna etapa de la vida, recurrimos a ese gran baúl personal que es la memoria. Aprender a andar en bicicleta, el fallecimiento de alguien muy amado o la graduación del colegio, todos esos eventos significativos parecen quedar alojados en el cerebro después de haberlos vivido y se puede volver a ellos en cuestión de segundos.
Aunque se podría pensar que esta capacidad mental es altamente fiable porque conserva hechos que realmente sucedieron en el corto y largo plazo, desde hace un par de décadas que científicos han puesto eso en duda, pues la memoria también podría fallar y generar grandes distorsiones en los recuerdos.
A ese fenómeno se le conoce como falsos recuerdos. De acuerdo a expertos, no es extraño que aparezcan de vez en cuando en la vida.
Así se generan los falsos recuerdos
Según plantean en un artículo de The Conversation los académicos de psicología Julia Mayas, Antonio Prieto y Pedro Montoro, “los recuerdos no son meras réplicas literales de la realidad”, sino que van mutando de distintas maneras.
Los especialistas mencionan que, a medida que transcurre el tiempo, la memoria se esfuerza por reconstruir ese recuerdo combinando una larga lista de elementos, que pueden incluir “tanto los hechos reales como las interpretaciones personales de los hechos”.
En conjunto, esos elementos -reales o no- buscan elaborar una historia que tenga sentido, y que luego será percibida como un recuerdo verídico.
En su artículo los académicos de psicología también mencionan que esto también sucede por la selectividad, pues el cerebro podría escoger los hechos que generaron mucho impacto o emoción.
Al intentar volver a un recuerdo, la memoria incluso podría rellenar los espacios de los que no hay información o datos basándose en experiencias previas, ya sea nuestras o que oímos de otras personas, pero que no tienen relación con ese recuerdo en particular.
Quien se ha interesado durante años por esta arista de la memoria es la matemática, psicóloga y académica de la Universidad de California, Elizabeth Loftus.
Su acercamiento a los recuerdos falsos inició por una experiencia personal, pues cuando tenía 14 años su madre falleció en un accidente por ahogamiento. Loftus no conseguía recordar ese momento, hasta que un familiar le comentó que ella había sido la primera persona en hallar el cuerpo de su madre luego del incidente. Al escuchar esa afirmación comenzó a “recordar” detalles y creyó que realmente había sido de esa manera.
Tiempo después, Loftus logró confirmar que su tía había sido la primera persona en ver a su madre y no ella. A partir de esa experiencia de vida se desató el interés de la investigadora en cómo la mente humana puede crear recuerdos falsos en base a eventos que no han pasado y afirmaciones de terceros.
Desde la década de 1970, Loftus ha liderado varios estudios en los que se ha explorado la implantación de recuerdos en personas. En uno de ellos, por ejemplo, se les persuadió de que se habían perdido en un mall cuando eran niños, pese a que nunca había ocurrido.
En un reciente estudio científico publicado en la revista Plos One, científicos de la Universidad de Ámsterdam en Países Bajos sugieren que la memoria también podría ser no tan verídica después de un par de segundos.
De acuerdo a sus hallazgos, las personas podrían tener “evocaciones falsas” en un breve periodo de tiempo, pues el cerebro es capaz de modificar los recuerdos de acuerdo a lo que se esperaba ver, es decir, las expectativas.
“Incluso en el plazo más corto, nuestra memoria podría no ser totalmente fiable. Especialmente cuando tenemos fuertes expectativas sobre cómo debería ser el mundo, cuando nuestra memoria comienza a desvanecerse un poco -después de un segundo y medio, dos segundos, tres segundos- entonces comenzamos a llenarnos en función de nuestras expectativas”, detalló a The Guardian Marte Otten, autor principal del estudio.
Aunque es claro que la memoria podría fallar, también es clave considerar que en la vida cotidiana funciona de forma óptima y rápida. Sin ella, no sería posible retener ni codificar todas las ideas, sensaciones y vivencias que sucedieron desde que nos despertamos hasta que conciliamos el sueño por la noche.