“¿Cómo te fue en el colegio?”: por qué esa no es una buena pregunta para hacer a los niños y qué decir en su lugar
Pese a que se trata de una consulta habitual, especialistas aseguran que no es eficiente para conocer qué piensan y sienten los jóvenes en su diario vivir.
Pasan las horas de la mañana, entra la tarde y cuando llega el momento de encontrarte con tu hijo después de que vaya a la escuela, lo primero que le preguntas es un predecible: “¿Cómo te fue en las clases?”.
Las respuestas de los niños pueden variar, pero generalmente tienden a partir con un “bien”. Y en ciertas ocasiones, ni siquiera tienen una continuación más detallada.
Al igual que cuando nos encontramos con alguien y nos pregunta cómo estamos, esa contestación es habitual y figura de manera casi inherente en el inconsciente colectivo.
Sin embargo, muchas veces no abre espacio para una conversación más profunda ni para que se aborden los sentimientos que realmente se tienen en ese instante.
La psicóloga canadiense y autora de libros como Unfollow: Living Life on Your Own Terms (Piatkus, 2016), Linda Papadopoulos, explicó recientemente a CNBC que esto último se debe a que dicha consulta “podría significar 100 cosas”.
“Esas preguntas tan amplias a menudo van a ser respondidas con un ‘sí, estuvo bien’”, añadió.
Por otro lado, su colega especializada en psicología infantil, Martha Deiros Collado, dijo al citado medio que al igual que con los casos de los adultos, los niños quieren “desconectar” después de un agitado día, por lo que “su mente necesita un respiro que suele centrarse en la comida, la diversión, el juego y el descanso”.
“Los padres olvidan a menudo que cuando les hacían la misma pregunta de niños también gruñían ‘bien’ o ponían los ojos en blanco de aburrimiento”, enfatizó la también autora de How to Be The Grown-Up: Why Good Parenting Starts with You (Penguin, 2024).
Pese a que la pregunta puede tener buenas intenciones, ambas especialistas manifestaron que no es la más eficiente para obtener una respuesta detallada y que permita conocer lo que viven y piensan los jóvenes.
Así que, para evitar caer en lo que Deiros Collado calificó como un “hábito perezoso”, compartieron una serie de recomendaciones para los padres, las cuales prometen aumentar la confianza en ese vínculo.
Cómo evitar caer en ese escenario
Deiros Collado manifestó que lo primero es tener paciencia y esperar a que el niño se muestre dispuesto a hablar.
“En el momento (de encontrarse), céntrese en cómo se siente al volver a ver a su hijo al final del día, por ejemplo, diciéndole: ‘Me alegro mucho de verte…'”
“Fíjese si su hijo sale del colegio cargado de emociones y retraído, o si sale con una sonrisa y riéndose”.
Tras identificar esos últimos factores, se le puede poner un “nombre” a tales emociones, para así decirle frases como: “¡Qué contento estás! Seguro que hoy te ha pasado algo divertido”.
“Compruebe si esto ayuda a su hijo a abrirse (...) Las pruebas neurocientíficas demuestran que nombrar una emoción puede ayudar a calmar el cuerpo. Solo cuando los niños están tranquilos y sus necesidades básicas satisfechas, pueden mantener una conversación significativa”, precisó la experta.
Asimismo, Papadopoulos enfatizó que es importante “encontrar el momento oportuno” para tener una diálogo más profundo.
En este sentido, dijo que en vez de insistir en tener una conversación extendida apenas se suben al auto o se bajan del transporte escolar, hay que esperar a que estén más tranquilos.
“Antes de acostarse es muy bonito, los niños están más relajados. A veces, esa necesidad de relajarse antes de acostarse es una gran oportunidad para hablar, sobre todo si estás tumbado a su lado (...) en lugar de hacer ese cara a cara que a menudo parece una confrontación”, añadió la psicóloga.
Y para los casos de los hijos que son más pequeños, se puede optar por hacer una actividad para iniciar una conversación.
“Saca plastilina, un libro para colorear o un puzzle, y diles: ‘Recuérdame... el otro día me decías que estar en segundo curso es muy diferente. ¿Lo es?’. Conversar de este modo se parece ‘menos a una entrevista’”, sugirió Papadopoulos.
Qué preguntas son más efectivas
Entre las múltiples alternativas para consultar cómo les fue en su día, la experta dijo que una es decir: “Hoy te he echado de menos. Cuando fui a trabajar fue muy divertido, alguien trajo un pastel y era de mi sabor favorito”.
“Esta idea de compartir suele ser fundamental para ayudarles también a abrirse”.
Deiros Collado dijo que puedes “hablar de algo real, que te haya hecho reír, que te haya sorprendido, que te haya recordado a alguien, a lo que has comido”, entre otros tópicos, ya que “compartir tu día hace más probable que tu hijo quiera compartir el suyo”.
La clave es evitar hacer preguntas que aumenten las probabilidades de que se respondan con un “sí”, con un “no” o un “no lo sé”.
Algunos ejemplos enumerados por Collado son: “¿Qué te ha hecho reír?”, “¿qué es lo que más te ha gustado de lo que ha pasado hoy?”, “¿qué es lo que más disfrutaste del recreo o de la comida?”, “¿qué te han dicho tus profesores o amigos?”.
Tales preguntas son útiles para saber cómo estuvo su jornada, pero también es importante consultar cuáles son sus emociones.
Para esto último, los siguientes ejemplos pueden servir: “Te sentiste triste hoy?”, “¿qué ocurrió para que te sintieras mejor?”, “¿qué fue difícil para ti, pero lo hiciste de todos modos?”, “¿hubo algún momento en que te sentiste solo? ¿Qué hiciste al respecto?”.
Bajo esta línea, Papadopoulos sentenció que si actualmente sientes que tu hijo no se abre contigo, aquello no se traduce en que “no haya espacio para ti”.
“Solo significa que tal vez necesites encontrar una forma de hablar con ellos en sus términos”.
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