De los errores se aprende. Al menos así dice la popular frase que muchos nos repetimos día a día después de hacer algo de lo que no estamos orgullosos. Sin embargo, a pesar de que nos prometamos cambiar, la ciencia muestra que, en realidad, solemos fracasar bastante en aprender de los errores del pasado y es muy probable que sigamos repitiéndolos.
Pero, ¿por qué sucede esto? Pragya Agarval, profesora de Desigualdades e Injusticias Sociales de Universidad de Loughborough, Inglaterra y escritora del libro Sway: Desentrañando el sesgo inconsciente, develó que los humanos no somos tan racionales como nos gustaría y que, en realidad, nuestro cerebro nos está autosaboteando para no aprender y, al contrario, seguir cometiendo los mismos errores una y otra vez.
Un cerebro flojo
Si te quemas con una hornilla caliente, es poco probable que vuelvas a cometer el mismo error. Esto es porque nuestro cerebro tiende a crear respuestas ante las amenazas de estímulos que, físicamente, son dolorosos.
Pero no es la misma historia con los pensamientos, los patrones de comportamiento y las decisiones. Agarval explicó esto ejemplificando por qué seguimos llegando tarde a los compromisos, juzgando a la gente por las primeras impresiones o dejamos tareas para el último momento, aún sabiendo que vamos a estar estresados bajo presión.
La explicación que da la ciencia es que el cerebro procesa la información y crea un patrón que después terminamos utilizando una y otra vez. Son una especie de “atajos” que nos ayudan a tomar decisiones en nuestro día a día pero que, a veces, nos pueden sabotear, haciéndonos repetir los errores de siempre.
Y es que, según Argarval, nuestros cerebros son flojos y no cambian esos atajos que ya hemos creado, porque tomaría un gran esfuerzo cognitivo que no siempre están dispuestos a hacer. “Por lo tanto, es más probable que recurramos a los mismos patrones de comportamiento, incluso cuando somos conscientes de repetir nuestros errores”, explicó la experta en The Conversation.
El “efecto del ego”
Otra explicación de que repitamos nuestros errores es el llamado “efecto del ego” que nos lleva a elegir selectivamente la información y retroalimentación que nos ayudan a proteger nuestros egos.
Para entenderlo mejor, Argarval recordó un experimento que encontró que cuando a las personas se les recordaba sus éxitos del pasado, era más probable que repitieran esos comportamientos exitosos.
Sin embargo, cuando se les recordaba sus fracasos, eran mucho menos propensos a cambiar los patrones de comportamiento que los condujeron al fracaso. Una especie de zona de confort que nos protege de la tristeza o depresión de las derrotas.
Estos atajos cognitivos o patrones que estamos creando constantemente nos ocultan la nueva información que nos podría ayudar a evitar repetir los errores.
¿Cómo parar a nuestro cerebro de autosabotearnos?
La especialista hizo un llamado a la calma: hay una habilidad mental que nos puede ayudar a desprendernos de esos patrones que nos llevan a los mismos errores. Se llama “control cognitivo”.
“Hay cosas simples que podemos hacer”, explicó. “Una es sentirnos más cómodos con el hecho de cometer errores. Puede que nos parezca que es una actitud equivocada frente a los errores, pero de hecho es una forma positiva de avanzar”.
“Nuestra sociedad denigra el fracaso y los errores, y en consecuencia tendemos a sentirnos avergonzados de nuestros errores y tratamos de ocultarlos. Cuanto más culpables y avergonzados nos sintamos, y cuanto más tratemos de esconder nuestros errores de los demás, más probable será que los repitamos”.
En esta línea, si no nos sentimos tan mal con nosotros mismos al equivocarnos, es más probable que seamos mejores a la hora de adquirir nueva información que nos ayude a corregirlos.
Otro consejo es tomar un descanso de una tarea cuando queremos aprender a hacerla mejor. Reconocer los errores, hacer una pausa y considerarlos para ser menos propensos a repetirlos y reforzar el camino del error.