La hermana Kate oculta su cabello en un velo, pero no es recatada con sus risas. Tiene 65 años y se viste como monja, simplemente porque se considera una. Le dice a La Tercera, con la voz divertida, que cuando el Congreso estadounidense declaró que la pizza era un vegetal, ella decidió que podía declararse una monja también.
Pero Christine Meeusen —el nombre completo de Kate— no siempre fue así. Cuando joven, se casó con un hombre del que se enamoró profundamente, pero que terminó por engañarla y robarle todo su dinero.
Según le relató a The Daily Beast en 2019, entre la tragedia, tuvo un momento de iluminación divina donde comenzó un pequeño negocio de cannabis medicinal para ayudar, sobre todo, a personas pobres y enfermas, porque sabía de los poderes curativos de esta planta.
Su doctor le había indicado que fumara un cigarrillo de marihuana todas las noches, para aliviar los síntomas de la menopausia precoz.
En paralelo, en el año 2011, en Estados Unidos comenzaron las protestas Occupy que mostraban el descontento por la desigualdad social y económica en el país y el resto del mundo. Para la hermana Kate, este movimiento había “resonado” en ella y, cuando quiso asistir a una manifestación, salió vestida de monja.
Las cámaras de los noticieros no tardaron en capturarla en primera plana y rápidamente se hizo conocida como la Hermana Occupy (Sister Occupy).
Tal era su fama que cada vez que salía a las calles, las mujeres se acercaban a la hermana Kate y le decían: “¡Tienes que crear una religión! ¡Tienes que crear una religión!”. “Yo no quería una religión. Si preguntas a mil personas si el planeta necesita más religiones, nadie levantaría la mano”.
“Obtuve lo que pensé que fueron 15 minutos de fama por ser la hermana Occupy, pero terminé protestando por los siguientes cuatro años. Me invitaban a muchos lugares, y uno de esos fue un retiro de nativos americanos donde, una vez al año, los nativos de 60 tribus se reúnen en una montaña y realizan sus prácticas antiguas de sabiduría”, le cuenta la ‘monja’ a La Tercera.
La hermana Kate, en la cima de la montaña, pudo presenciar cómo los nativos experimentaban con sus antiguas tradiciones, se puso en el papel de monja y reflexionó: “Si hubiera una nueva orden de monjas, ¿cómo serían?”.
“En ese momento, supe que debía dar a luz a algo nuevo, una nueva era de monjas”.
Así fue cómo el 1 de enero de 2015 nacieron las Hermanas del Valle (Sisters of the Valley), que no solo es una especie de congregación de monjas, sino también una empresa de cannabis que rompe esquemas y busca ayudar a los enfermos a aliviar sus dolencias.
Un día en la vida de una monja del cannabis
La hermana Kate está en California, del otro lado de la pantalla, junto a la hermana Camille, de 34 años, otra monja de las Hermanas del Valle que nació en México. Ambas viven en ‘la granja’, que sería el convento, junto con otras hermanas, donde aseguran que trabajan todo el día en su peculiar negocio.
“No somos religiosas. No estamos afiliadas a ninguna iglesia”, dice, con sinceridad, la hermana Kate. Al contrario, están inspiradas en las mujeres de la antigüedad que estaban alejadas de la iglesia, pero que cultivaban hierbas y atendían a los enfermos, porque eran “eruditas por sí mismas”.
Estas mujeres, según la ‘monja’, eran desconocidas “porque después llegó la Inquisición y se convirtieron en monjas católicas. Recurrimos a nuestras antepasadas para encontrar el modelo que queríamos ser, antes de que fuese ilegal poner a la Madre Tierra como el centro de las prácticas espirituales”.
Y eso es lo que hacen ahora: en la granja de California, cultivan la planta de cannabis y cáñamo, y elaboran productos para ayudar a quienes tienen dolencias, ansiedad y otros problemas de la salud.
Entre ellas, se dividen en las hermanas ‘ortodoxas’, que son las que viven juntas en comunidad dentro de la granja/convento, y las hermanas ‘satélite’, que trabajan para la granja pero viven en sus propias casas durante un par de meses, hasta que deciden quedarse a permanencia.
Antes de la pandemia, las Hermanas del Valle eran 33 mujeres, pero ahora se quedaron con la mitad. Tienen un grupo de hermanas en Nueva Zelanda y otra en México, donde operan de forma similar.
La mayor de las monjas tiene 65 y la menor, 35.
Pero, ¿cómo es un día en la vida de una monja cannábica?
La hermana Kate describe sus días como “rudimentarios”: “Cada una de nosotras tiene que asumir muchas funciones y hacer varios trabajos, pero las mujeres que estamos aquí somos muy independientes y cada una tiene su propio horario”.
Por ejemplo, la hermana Camille, que está sentada junto a Kate con el mismo velo, suele levantarse temprano, a las 5 de la mañana, con el canto de sus gallos, para atender la granja, pero por la noche se dedica al laboratorio de hongos. Entonces, es usual que a media tarde deba tomar una siesta y recuperar energía.
Hay otras hermanas que están estudiando en la universidad, o que tienen hijos, por lo que suelen ser bastante flexibles entre ellas. “Tratamos de ser más como una familia. Algunas de nosotras somos personas madrugadoras y otras no”.
Pero sí hay algo que suelen hacer juntas: rezar, pero no el rosario, sino que honran a los ciclos lunares, pues la siembra, cosecha y elaboración de sus productos están estrictamente relacionadas con las fases de la Luna.
Estas prácticas suelen hacerlas para mantener la armonía, uno de los aspectos fundamentales para la hermandad: “Si tenemos la energía sucia, podría contaminar nuestra medicina. Eso es lo último que queremos hacer. Por eso nos preocupamos mucho por sentirnos bien y hacer sentir bien al resto”.
“Si tienes que vivir con cosas que te molestan, esa es una forma de enfermarte. Por eso la armonía se vuelve muy importante para nosotras, es importante para nuestra salud”, agrega Camille.
De repente, Kate recuerda uno de sus principios de oro para mantener la convivencia entre las hermanas: la regla de tres a cinco días.
“Si hay un conflicto entre dos personas, es justo que no hablen de ello durante tres días, para calmarse. Si necesitan hablar de ello, deben hacerlo a los cinco días y llegar a una resolución”.
En la granja de las hermanas, también trabajan algunos hombres. Kate dice, entre risas, que se llevan bien, pero que una de las pocas restricciones que establecieron fueron para ellos: “A los hombres les gusta silbar y es irritante. Este tiene que ser un lugar tranquilo”.
Tampoco pueden haber ruidos antes de las ocho de la mañana, “porque a la mayoría de nosotras nos gusta levantarnos y primero tomar nuestro café, sin que la gente nos hable a primera hora”.
Kate también confiesa que tiene una restricción personal, y es que “ya no puedes hablar conmigo después de que tenga una copa de vino en la mano al final del día, porque eso es una señal de que terminé de hablar de negocios”.
Si alguna hermana tiene la cabeza hacia abajo y no hace contacto visual, significa que no deben hablarle porque está pensando. También procuran trabajar en silencio, para que poder escuchar los consejos de sus ancestros.
Cada luna nueva, las hermanas hacen una especie de ritual para pedir las energías que necesitan: puede ir desde leer las cartas de Tarot hasta ver una película juntas. En cambio, cuando hay luna llena, invitan a la comunidad y a nativos americanos a participar de una ceremonia o cena, donde también hacen fogatas, cantan y bailan.
Qué tiene que hacer una mujer para poder ser una Sister of the Valley
“Nos encantaría poder ser como la Iglesia Católica, donde cada nueva monja llega con unos 20.000 o 40.000 dólares, sería increíble”, se ríe la hermana Kate, para después decir que solo cobran 5 dólares (menos de 5.000 pesos chilenos) para llenar un formulario de solicitud.
En ese momento, la persona interesada recibirá una copia del libro de las monjas, que incluye sus creencias y costumbres, además de un cuestionario extenso que deben completar. Después, si es que quieren seguir en el proceso, deben enviar el documento y solicitar una entrevista.
“Nadie se convertirá en una hermana sin que la conozcamos y sin que venga aquí, conozca el lugar y trabaje con nosotras”.
Kate y Camille le cuentan a La Tercera que a su granja, han llegado mujeres “muy pobres, de lugares tan lejanos como Nueva Zelanda y Brasil”. En el lugar, han podido trabajar y vivir tranquilas.
Qué productos de cannabis venden las Hermanas del Valle
“Nuestros productos están enfocados en tratar el dolor y la ansiedad, principalmente. Los aceites de CBD son los más antiguos en el catálogo”, responde la hermana Kate. El CBD, a comparación del THC, es la sustancia química de la planta de cannabis que no tiene los efectos psicotrópicos de la marihuana.
Su producto estrella ha sido tan efectivo en los pacientes, que incluso desarrollaron un aceite de CBD para mascotas. Además, tienen una pastilla para dormir que la hermana describe como “maravillosa para controlar el dolor”.
El último producto innovador es un café de hongos: “Ni siquiera es café, pero lo llamamos así porque es un sustituto. Es una mezcla de té chai, cacao, hongos y raíces que ayudan con el estado de ánimo, la ansiedad y el sueño”.
“Se lo recomendamos encarecidamente a las personas que sufren ansiedad, porque funcionan como los hongos mágicos para reconfigurar el cerebro de alguna manera, excepto que sucede de manera suave y lenta, sin ningún efecto psicotrópico”.
Al igual que sus ancestras, las mujeres curanderas que operaban en los castillos de Europa, las Hermanas del Valle se especializan en el alivio del dolor.
Kate le dice a La Tercera que no han querido ingresar al negocio de la marihuana (con THC), porque en Estados Unidos es “un juego completamente diferente” y quieren mostrarle al mundo que el cannabis es una planta que no solamente “te droga”.
Por otra parte, las hermanas no quieren exportar sus productos. Su ideal es poder crear una hermandad en todos los países y que “ninguno de nuestros medicamentos se envíen en un avión o un camión. Queremos tener suficientes hermanas que presten el servicio a la gente local. Ese es nuestro sueño”, dice la hermana Kate.
“Nuestro objetivo final es la independencia financiera para más mujeres y que nuestros medicamentos se elaboren según los ciclos de la luna en un lugar local, sostenible y al servicio de la comunidad”.
El próximo 19 de octubre, las Hermanas del Valle estarán en Chile, en la THC Expo 2024.