El profundo y difícil conflicto entre Palestina e Israel alcanzó un momento culminante de tensión y violencia desatada el pasado 7 de octubre, después de que el grupo Hamás —una organización política y militar palestina— sorprendió al sur de Israel con un ataque de misiles, enfrentamientos, asesinatos y secuestros.
Israel aseguró estar “preparando una importante acción militar para cambiar la realidad” y, dentro de su plan de defensa, está el respaldo de Estados Unidos, Francia, Alemania, Italia y Reino Unido, entre otros países con los que mantiene relaciones diplomáticas.
Por su parte, el Gobierno de Chile, quien sostiene un buen vínculo internacional con Israel, pero también con Palestina —en 1994 fue el primer país latinoamericano en establecer relaciones con la Organización para la Liberación de Palestina (OLP)— condenó los ataques de Hamás e hizo un llamado al cese de la violencia y a encontrar un acuerdo de paz “justo, pleno y definitivo”.
¿La población comparte esta posición diplomática y neutral hacia el conflicto israelí-palestino? Esta es la explicación de un chileno, experto en la historia de Medio Oriente.
La posición de Chile frente al conflicto israelí-palestino
—Chile tiene buenas relaciones con Israel, pero también tiene una población de origen palestino bien importante. Entonces, siempre ha intentado ser neutral en el conflicto, pero también tratando de llamar al diálogo —comienza a explicar Pablo Álvarez, secretario de estudios de la Escuela de Historia de la Universidad Diego Portales (UDP) a La Tercera.
En esta línea, el académico apuntó a que, en este caso en particular, el Gobierno de Chile condenó todo acto terrorista y la violencia, pero también tomó una especie de cautela hacia la reacción israelí.
Y, contrario a lo que se podría pensar, en la gama de los partidos políticos chilenos no se ha polarizado el conflicto entre los ejes de izquierda y derecha.
—Las posiciones pro palestinas o pro israelí son bien transversales en la política chilena. No hay una demarcación de izquierda y derecha en relación a esto (...) Por ejemplo, en la Unión Democrática Chilena (UDI) está Iván Moreira, abanderado palestino, mientras que en el Partido Comunista (PC) hay gente de origen judío, como Cármen Hertz —asegura Álvarez.
¿La población chilena comparte la posición del Gobierno frente al conflicto de Israel y Palestina?
Para el historiador, la opinión pública suele tener un cierto desconocimiento del profundo conflicto en el Medio Oriente y, por ende, los chilenos suelen tomar posturas acompañadas de muchos prejuicios, en especial en redes sociales.
—Antes de esto, pasaba con la guerra en Ucrania. Rusia era el personaje “anti imperialista, anti yanqui”, entonces la toma de posiciones en los conflictos muchas veces se basa en prejuicios, porque no hay mucho conocimiento del verdadero problema en sí —aseguró.
Otro ejemplo que da el sociólogo es la imagen del Club Deportivo Palestino, el equipo de fútbol que —en comparación a otros clubes más grandes— suele verse como más pequeño y por ello, genera el “sentimiento” de querer respaldarlo.
—Pasa lo mismo hacia la parte palestina del conflicto. Como, en comparación a Israel, se le ve más indefenso, se genera una tendencia a favorecer al que es más débil, y esto es una tendencia mundial, no solo algo que sucede en nuestro país —menciona Álvarez a LT.
No obstante, hubo un fenómeno importante que se comenzó a evidenciar en las redes sociales: distintos usuarios empezaron a mezclar conceptos, como que Hamás representa a toda Palestina o que son del grupo terrorista ISIS, cuando, en la realidad, no es así.
—Desde hace mucho tiempo, décadas, diría desde los años 70, que hay un intento deliberado de la prensa occidental de hacer ver estas causas del tercer mundo y relacionarlas simple y llanamente con el terrorismo.
Lo anterior acrecienta los prejuicios que relacionan a Palestina y a los árabes con el terrorismo.
—Este desconocimiento hace que mucha gente piense que todo palestino o musulmán es terrorista. Esto es muy llamativo en la comunidad musulmana chilena (que en general son conversos chilenos, que antes eran católicos y se convirtieron al islam), quienes reciben insultos en la calle e incluso les gritan que son como Bin Laden —explica Álvarez.
Esta ignorancia hace que una gran parte de la población tome “posiciones muy ligeras al respecto”. Además, al problema se le suma la creencia de que existen “razas superiores e inferiores”.
—Se suele pensar que los árabes y musulmanes son civilizadamente inferiores, en comparación a la civilización europea occidental, algo que predomina en torno al conflicto palestino-israelí. Hay quienes dicen: ‘¿Cómo pueden exigirle a los israelíes que convivan con esa gente, si son bárbaros, terroristas, etc…?’ —ejemplifica el académico.
Además, la religión juega un rol importante en los prejuicios de Latinoamérica, pues, por ejemplo, suelen rondar determinados grupos evangélicos —que están en constante crecimiento en el continente— que manejan opiniones antisemitas e islamofóbicas.
En otras palabras, existen distintos prejuicios históricos que tienen sus raíces en la ignorancia y que, finalmente, impiden un diálogo fructífero.
Por otra parte, el desconocimiento sobre los conflictos de Israel y Palestina también aumenta por la distancia, y no solo la geográfica. Álvarez asegura que Chile todavía es un país muy “provinciano” y es difícil que llegue a enterarse en profundidad sobre la historia que golpea a Medio Oriente.
—El volumen de las noticias internacionales de la prensa en Chile son muy chicos. La gente no se entera, y también hay pocos expertos internacionalistas.