"El Crop Over es la época en que nos liberamos. Trabajamos duro todo el año, y nos tomamos un tiempo para sumergirnos en nuestra cultura. Es lo que nuestros ancestros nos transmitieron desde aquellos días en que los esclavos celebraban el fin de la cosecha. Es una fiesta masiva, te encuentras con amigos que no viste en muchos años, con los emigrados. Es una gran fiesta de un lado al otro de la isla", dice Lisa Lorde, cronista de sonrisa medida, vestido rojo fuego, poco antes de comenzar a transmitir el desfile del Kadooment Day para la Caribbean Broadcasting Corporation.
El Crop Over (fin de la cosecha en español) es la época que paraliza y al mismo tiempo moviliza a todo Barbados, la más oriental de las islas Antillas. La diáspora barbadense vuelve a casa para celebrar, para reunirse con la familia y sus viejos amigos. Como Rihanna, hija predilecta y embajadora del Crop Over, quien el año pasado se mostró en un par de fiestas y participó del desfile en el día central, el Kaddoment Day, con la banda Aura. La pop star, de gafas negras y espaldar de plumas rosado, provocó el delirio de sus fans y coterráneos a cada paso.
"Esta es la época en la que nos entregamos a nuestra música, nos vestimos con nuestros trajes de carnaval coloridos, bailamos sus temas y conceptos. Esta fiesta significa mucho para nosotros", agrega con entusiasmo el sonidista Cristian Brown, que tiene rastas hasta la cintura.
¡Wuk Up!
Son días de euforia, de frenesí. Días agitados y festivos. Son mañanas de fiesta, tardes de siesta, y por las noches fiesta otra vez. Son pocas horas de sueño, muchas de música y otras tantas de baile. Son tiempos de menear las caderas y de beber. De relax en la playa también, y así poner los cuerpos en remojo en las aguas cristalinas del mar Caribe.
Son los días del Crop Over, el festival en el que desde junio hasta agosto, se celebra el fin de la cosecha de caña de azúcar, un carnaval vernáculo y fuera de época que cumple con todos los preceptos carnavaleros: subvertir el orden establecido, hacer una pausa laboral, bailar, cantar, festejar. Aunque la celebración se realiza a mediados de año, mientras antes se compre el pasaje más bajo será el precio para acudir a este festejo que tiene su preámbulo en infinitas fiestas a lo largo de estos tres meses, que se intensifican en la semana previa al día culmine del Kadooment Day, que se celebra el primer lunes de agosto.
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Crédito: Guido Piotrkowski[/caption]
Es una extensa jornada en la que desfilan una veintena de agrupaciones al compás del soca, un ritmo caribeño derivado del calypso, pero más acelerado. La banda de sonido que suena todo el tiempo a toda hora en todos lados, y que se baila al estilo del wuk up, la danza insignia de los locales, un meneo de alto voltaje erótico, una pantomima sexual que pone de manifiesto el goce caribeño por el baile. Una danza en donde las mujeres se agachan delante de los hombres, se contonean, mueven la pelvis hacia delante y hacia atrás, y el compañero de turno la toma de las caderas, de los hombros, de la espalda, simulando el acto sexual. Y nada más, ni nada menos. Cristian Brown ensaya esta explicación: "Cada caribeño tiene una manera diferente de bailar el soca, y el wuk up es la forma en que nosotros lo hacemos".
Los orígenes
"El Crop Over es parte de nuestra historia desde el siglo XVIII, cuando éramos una potencia mundial azucarera. El Crop Over y el tráfico de esclavos tienen una historia relativa muy cercana, ya que después de la cosecha se hacían pequeñas celebraciones. Y entonces, hacia fines de los setenta, se revivió como un festival para resignificar el final de la temporada de caña", explica Corey Garrett, responsable de Marketing del BTMI (Barbados Tourism Marketing INC.). Él es un entusiasta de la fiesta a ultranza y se lo ve disfrutar de la celebración, sobre todo en el desfile, cuando participa activamente en la banda Baje Internacional, donde desfilan muchos turistas también, quienes pueden llegar a pagar unos cuatrocientos dólares por uno de los trajes de brillos, lentejuela y espaldares alusivos.
La caña de azúcar es parte inherente de la cultura local. Barbados llegó a ser uno de los principales productores y exportadores mundiales hasta que, hacia finales del siglo XX, la caña entró en decadencia y fue superada por el turismo, que es hoy la principal industria. Y al parecer, los caribeños acertaron. Según el Índice de Satisfacción de Destinos (DSI) 2017, que mide la evaluación general de un destino de vacaciones en función de los factores que los viajeros encuentran más atractivos, Barbados obtuvo 8,8 puntos sobre 10, el puntaje más alto entre 144 países. Por supuesto que gran parte del mérito lo tienen sus playas idílicas, de postal, pero también el mix de vibras positivas con cierta sobriedad inglesa -tal como se percibe en la puntualidad sajona- y un espíritu de servicio que quizás tenga su origen en la época de la esclavitud.
De fiesta en fiesta
"¡Put your hands in the air!" (alcen sus manos) es el grito que anima las masas en cada una de las fiestas. A las seis de la mañana ya es bien de día y el sol caribeño insinúa su poder de fuego. En un predio en medio de un campo alejado del centro de Bridgetown, la capital de esta isla de 350 mil habitantes y 430 kilómetros cuadrados, cientos de personas bailan y beben liderados y animados por un DJ acompañado de un MC (maestro de ceremonias) de turno, que agita desde el escenario. La fiesta se llama Mimosa, como el trago que todos desayunan y que consiste en una mezcla soft de champagne y jugo de frutas. También se bebe ponche de ron, trago insignia de la isla - dato curioso y poco difundido: acá nació el ron, hace más de trescientos años-, champagne, cerveza, y unos pocos se atreven con el ron puro y el cognac.
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Crédito: Guido Piotrkowski[/caption]
La fiesta es una explosión de colores, un desfile de modas despampanante. Los caribeños y caribeñas usan colores estridentes; camisas floreadas para los hombres, vestidos, minifaldas y calzas entalladas las mujeres, accesorios enormes, peinados extravagantes. La misma escena de esta mañana se repite en la mayoría de las fiestas, que son privadas y se organizan generalmente en los paradores de playa, o algún campo lejano, como Paradise Lost, organizada por el hermano de Rihanna. También está Bliss, la más grande y chic de todas. El costo de las entradas generalmente supera los cien dólares, e incluye la bebida libre y también comida, que merece un párrafo aparte: la cocina criolla es superlativa, con los curries, pescados y frutos de mar a la cabeza.
Ahora le toca agitar a Patrick Anthony, o el "HypeMan", tal como se presenta sobre el escenario este MC oriundo de la vecina isla de Trinidad y Tobago. Habla y canta y agita sobre las pistas que mezcla el DJ. Más tarde, Patrick contará que viaja por diversos carnavales del mundo, desde el Caribe a Toronto y Londres, y que este es su sexto Crop Over. "Mi trabajo es animar la fiesta, hacer hype up - una frase que se podría traducir como calentar el ambiente-. Como en todas las culturas con fiestas, el DJ tiene alguien que hable por él, un Hype man, como yo, un MC que interactúa con las masas y la música para crear energía".
La noche pintada
La fiesta más alocada de todas las que ocurren antes del Kadooment Day es la que sucede el sábado desde la medianoche por las calles de Bridgetown. Dos bandas diferentes, Jambalassie por un lado y Native por el otro, organizan, bajo el mismo concepto, este baile callejero que se prolonga hasta el amanecer.
Un estacionamiento en el centro de la ciudad es el punto de partida para Jambalassie, donde los participantes del evento hacen fila para pintarse la cara y embadurnarse en pintura fluorescente. Un carro con bebidas libres está estacionado al lado. Una vez que todo el mundo está pintado, se da rienda suelta a una noche en el que los participantes marchan y cantan y bailan y saltan detrás del camión con el sound system donde sonarán los hits locales de esta temporada carnavalera. Y así, cada quien aferrado al vaso propio que le dan en la entrada, bailará y jugará con pintura hasta el alba, para terminar en la playa con un baño de mar.
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Crédito: Guido Piotrkowski[/caption]
"Jambalassie es un viejo término que significa vengan juntos", explica Cristian Paul, de Epic Experiences, productora del evento, cuando muchos de los festejantes ya chapoteaban en el mar. "Lo que hicieron ustedes hoy en la calle todos juntos, jugando con pintura, buena música, buenas vibras, buena energía. El Crop Over es una parte inmensa de la cultura, la economía y la historia local", agrega.
Gran Kadooment y final
Es lunes, son cerca de las 10 de la mañana y ya hace un calor infernal. Hay mucha gente, familias, parejas, niños y niñas apostados en el cordón de la vereda, esperando por la fiesta final. Algunos se protegen del sol con paraguas de colores. Hay vendedores ambulantes, casas que se han transformado súbitamente en bares y expendedores de bebidas y comidas. Como siempre, las fiestas populares pueden ser un aliciente económico para muchos. Como para Teresa, que es de Guyana pero vive acá hace 33 años y tiene su restaurante sobre la avenida por la que pasa el desfile. Allí dentro está Risa, una morena de rasgos asiáticos. Sentada en una mesa del local aún vacío, cuenta que es nacida y criada en Nueva York y que vino a celebrar con sus parientes de acá, como Teresa, que es su tía. Mientras tanto, se acomoda el atuendo, un extravagante traje de baño dorado, brillante, con tiradores que terminan en rodilleras, y un par de gafas con luces leds. Risa no sale en ninguna banda, sino que disfrutará y bailará a un lado, y de vez en cuando, dice, cuando pueda, saltará dentro del cordón que separa la banda y su séquito del público .
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Crédito: Guido Piotrkowski[/caption]
Mona sí viene desfilando dentro de una agrupación. Es diseñadora de la banda Blue Box, y lleva una extraña corona dorada, con agujas alrededor, una tiara plateada, largos aros que hacen juego y gafas espejadas. Exaltada, dice a los gritos: "El Crop Over es la celebración de culturas en Barbados, esperamos todo el año para ver esto", y sigue su camino, en la senda del baile del wuk up.
Y así, las veinte bandas, y sus participantes recorrerán unos 25 kilómetros a lo largo de la avenida Spring Garden, en más de seis intensas horas, bajo un sol abrasador que muta en una lluvia torrencial y vuelve a un sol demencial, para terminar, al atardecer, a la vera del mar.