La demencia es un término usado para englobar a un grupo de enfermedades que daña la capacidad cognitiva, donde la enfermedad de Alzheimer es la más común. Puede afectar a una o más áreas del cerebro, entre ellas la memoria, el lenguaje y la conducta.
A medida que el envejecimiento de la población mundial se ha ido acelerando, los casos de esta enfermedad han aumentado y se prevé que para el 2050 el número de personas con diagnóstico de demencia se triplique, pasando de 50 millones a 152 millones según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Existen factores de riesgo no modificables que pueden hacer que una persona sea más propicia al deterioro cognitivo, como la edad y la genética. Al mismo tiempo, hay otros factores de riesgo modificables que pueden ayudar a controlar las posibilidades de sufrir demencia: el consumo de alcohol, tabaquismo, inactividad física, y por supuesto, la dieta.
Según dos recientes estudios, algunos alimentos contribuyen a la protección contra la demencia, así como hay otros que podrían incrementar el riesgo.
Cuáles son los alimentos que aumentan riesgo de sufrir demencia
En uno de los estudios, publicado en la revista Alzheimer’s & Dementia a inicios de diciembre, investigadores del Instituto Glenn Biggs de Alzheimer de UT Health San Antonio y la Universidad de Boston descubrieron que tener una dieta rica en alimentos inflamatorios, como carnes procesadas, grasas trans, harinas refinadas y alimentos fritos, puede aumentar el riesgo de demencia.
Para llegar a esos hallazgos, la investigación se enfocó en explorar la relación entre el Índice Inflamatorio Dietético (DII) y la incidencia de demencia. El DII es una herramienta que permite cuantificar el potencial inflamatorio de las dietas al analizar los nutrientes y componentes de los alimentos.
El equipo usó datos del Framingham Heart Study (FHS) de 1.487 personas de 60 años o más y que no tenían demencia en un principio. El periodo de seguimiento medio fue de aproximadamente 13 años.
También se calcularon los puntajes DII para más de 30 componentes dietéticos, divididos en antiinflamatorios (como fibra, vitaminas, grasas omega-3) y proinflamatorios (grasas saturadas y carbohidratos).
Luego de realizar los análisis, se descubrió que quienes tenían una dieta con puntuaciones DII más altas tenían un riesgo 84% mayor de padecer demencia por todas las causas, en comparación a las personas con dietas más antiinflamatorias.
La asociación continuó incluso después de haber ajustado factores como la edad, el sexo, el estilo de vida, IMC, acitivdad física, tabaquismo e ingesta total de energía.
“Aunque estos hallazgos prometedores deben replicarse y validarse aún más, nuestros resultados sugieren que las dietas que se correlacionan con puntuaciones bajas en el índice inflamatorio dietético pueden prevenir la demencia en la vejez”, describieron los autores del estudio.
Los hallazgos del equipo del Instituto Glenn Biggs de Alzheimer de UT Health San Antonio y la Universidad de Boston demuestran que la inflamación alimentaria puede tener un impacto en la neurodegeneración. Esto se debe a que los componentes inflamatorios conducen a una inflamación del cerebro y la formación de placas beta-amiloides, que al acumularse, es un precursor de la enfermedad de Alzheimer.
Las comidas que protegen de padecer demencia
En otro estudio publicado en la revista Neurology en septiembre, investigadores de la Universidad de Cincinnati identificaron que la dieta MIND puede ser beneficiosa para disminuir el riesgo de deterioro cognitivo.
La dieta MIND es una mezcla de la dieta mediterránea y DASH, sigla en inglés que en español significa “enfoques alimentarios para detener la hipertensión”. Su principal propósito es proteger la salud cerebral y se basa en incluir las verduras de hoja verde, bayas, cereales integrales, legumbres, frutos secos y una porción de pescado a la semana. Al mismo tiempo, pone restricciones a las carnes rojas, dulces, queso, comida rápida y alimentos fritos.
La investigación identificó que tener más adherencia a este tipo de alimentación está relacionado a un menor deterioro cognitivo y tasas más lentas de deterioro cognitivo. Quienes tenían una mayor adherencia a la dieta MIND presentaron un riesgo un 4% menor de tener alteraciones en las funciones cognitivas, al compararlos con los que tenían una adherencia baja.
Los resultados fueron más beneficiosos en las mujeres: en ellas, el seguimiento estricto a esta dieta estuvo asociado a un riesgo un 8% menor de deterioro cognitivo.