Fue al poco tiempo de morir Stanley Kubrick en 1999: la familia del elogiado director estadounidense nacionalizado británico donó a la University of the Arts de Londres todo el material con el que había trabajado para las 13 películas con las que definió una marca personal de hacer cine.
Ahí estaban los metrajes de 2001: una odisea del espacio, El resplandor y La naranja mecánica, acaso algunas de las películas más conocidas de su “etapa de madurez” con las que consiguió convertirse en uno de los directores más influyentes en la historia del séptimo arte.
Marcado a fuego en su juventud por la fotografía, que practicaba con una cámara réflex que le habían regalado sus padres, la música, en particular el jazz y los compositores clásicos, y la práctica del ajedrez, Kubrick hizo del perfeccionismo y la obsesión partes fundamentales de su obra, la que procuraba controlar en su totalidad.
En la línea de la anhelada coherencia artística, Kubrick participaba de cada etapa de sus películas, aprendiendo de oficio y aportando en el camino innovadores procedimientos técnicos y narrativos al séptimo arte.
Así lo cuenta un pasaje de Stanley Kubrick: a biography, la memoria de Vincent LoBrutto sobre el cineasta: para una escena de Barry Lyndon, Kubrick se pasó cuarenta y dos días trabajando en la edición.
En ese lapso, escuchó “todas las grabaciones disponibles de música de los siglos XVII y XVIII, adquiriendo además miles de grabaciones para encontrar la versión exacta de la Zarabanda de Handel que buscaba”, revela el libro.
Jack Nicholson fue otro que destacó la atención que Kubrick prestaba, por ejemplo, a la música de sus películas. Según el protagonista de El resplandor, “Kubrick escuchaba música constantemente hasta que encontraba algo que sentía que lo emocionaba de la manera adecuada”.
Pero lo central para el cineasta de origen judío era la edición. “Es la única parte del cine que no se parece a ninguna de las otras artes y es un punto tan importante que no se puede subestimar... puede hacer o deshacer una película”, dice Alexander Walker que dijo Kubrick, según recoge su libro Stanley Kubrick directs.
El día que Spielberg se adelantó a Kubrick
La donación realizada por la familia del director estadounidense incluía los proyectos que no llegaron a filmarse y así se supo que Kubrick había trabajado durante años en una historia sobre el Holocausto.
Llevaba por título preliminar Aryan papers y fue escrita a partir de la novela Mentiras en tiempos de guerra, de Louis Begley.
Mientras Kubrick encaraba el trabajo con su famosa y obsesiva meticulosidad, otro director estadounidense, Steven Spielberg, emocionó al mundo con La lista de Schindler.
El proyecto de Kubrick quedó archivado.