Poco después de salir del teatro junto a su esposo Percy aquella noche de octubre de 1922, un hecho determinaría el destino de Edith Thompson.
Freddy Bywaters, quien era el amante de Edith hasta ese momento, apuñaló en tres ocasiones al esposo de la mujer. Aunque Freddy siempre dejó en claro que Edith no estuvo involucrada en lo que él hizo, eso no importó para la sociedad ni la justicia de la época.
Sus delitos, en pocas palabras, fueron ser una mujer trabajadora, tener independencia económica y prosperidad, pero más aún haber sido infiel en su matrimonio.
“Si alguna vez hubo en la historia de este país una mujer que fuera ahorcada por el simple prejuicio de un público desinformado, y sin la más mínima evidencia que justificará su ahorcamiento, esa mujer fue Edith Thompson”, reflexionó el novelista y guionista Edgar Wallace sobre este caso.
Una mujer fuera de los estereotipos de la época
Mientras vivió, Edith Jessie Graydon quiso tener una vida diferente a lo que se esperaba para una mujer. Quería trabajar, bailar, ir al teatro y tener una buena vida.
Nació el 25 de diciembre de 1893 en Dalston, al este de Londres, y fue la mayor de cinco hermanos. Tuvo una infancia feliz. El baile y la actuación fueron parte importante de su vida en esos años iniciales. Al terminar el colegio, la joven Edith comenzó a buscar trabajo y lo encontró en Carlton & Prior, compañía que fabricaba sombreros.
En poco tiempo se ganó una buena reputación y ascendió a puestos de relevancia dentro de la empresa. Eso le llevó a viajar varias veces a Francia en representación de su trabajo.
Laura Thompson, escritora de dos libros que cuentan la historia de Edith, dijo en conversación con el medio BBC que “ella era una mujer de las que solían llamar de tipo ordinario, que quería ser extraordinaria”.
A sus quince años Edith conoció a Percy Thompson y se comprometieron. En enero de 1916, la pareja contrajo matrimonio. En Kensington Gardens, ubicado en el suburbio de Ilford, compraron una casa para comenzar a vivir una vida de matrimonio tradicional.
El trabajo de Edith le otorgaba una gran independencia económica que no todas las mujeres podían tener en esos años. La joven ganaba más que su esposo Percy, y eso le permitió ayudar en más de la mitad del costo de la casa adquirida.
La sociedad británica de principios del siglo XX esperaba ciertas determinaciones para las mujeres: que se dedicaran a la vida matrimonial y a los hijos, dejando fuera las motivaciones profesionales o económicas.
Sin embargo, eso no coincidía con las expectativas que Edith tenía para su vida. A ella le gustaba salir a bailar y al teatro junto a sus amigas, actividades que disfrutaba incorporar en su día a día.
“Creo que era una figura de nuestros tiempos, moderna, ambiciosa, con aspiraciones”, expresa Laura Thompson.
“Ella quiso tener su propia casa y lo consiguió más allá de que la escritura quedó a nombre de su marido”, añade la autora.
No pasarían muchos años para que Edith iniciara una relación amorosa con su amante, Freddy Bywaters.
El amante que marcaría su destino
Freddy Bywaters no era un desconocido en la familia de Edith: había sido compañero de uno de los hermanos menores de la joven.
El reencuentro sucedió en 1920. En ese entonces Edith tenía 27, y Freddy, 18. En sus años de adolescencia él había estado en la marina, por lo que sus increíbles historias de viajes eran algo común en sus conversaciones. Fueron precisamente esas experiencias de vida lo que fueron atrayendo a Edith.
Y es que Freddy representaba lo opuesto a Percy. Mientras que el primero era aventurero y jovial, el segundo era más tradicional y aburrido.
En 1921, Edith invitó a Freddy a pasar las vacaciones en la Isla Wight. Ese preciso instante habría sido el inicio del romance. Cuando volvieron de la isla, Percy, sin darse cuenta de la distancia evidente había comenzado a surgir con su esposa, le dijo al joven Freddy que se fuera a vivir con ellos. Y así lo hizo.
Mientras Freddy vivió junto a los Thompson por un par de semanas, notó que las cosas que ocurrían dentro del hogar no eran normales: Percy maltrataba físicamente a Edith. Las cosas empeoraron cuando vio que el esposo golpeó a Edith y ésta cayó sobre unos muebles, terminando con moretones en su cuerpo.
Freddy no lo soportó. En medio de la pelea el joven enfrentó a Percy, por lo cual terminó siendo expulsado de la casa.
De todas formas, entre septiembre de 1921 y septiembre de 1922 Freddy se embarcó en el mar. En todo ese periodo los amantes se escribieron cartas para mantener vivo su amor. Aunque Edith le pidió a Freddy que las fuera destruyendo, él se negó.
“Son una documentación increíble”, afirma Laura Thompson. ¿El motivo? En sus misivas, Edith abordaba temas que podían ir desde hechos cotidianos de la vida hasta reflexiones personales de temas problemáticos para la época, entre ellos, el sexo, el aborto o el suicidio.
Sin embargo, nada terminaría bien tras la relación entre Edith y Freddy.
La salida fatal
La noche del 3 de octubre de 1922, Edith y Percy junto a sus familiares acudieron al teatro para ver una función de la comedia en el Criterion Theatre. El reloj marcaba las 11 de la noche y el grupo se trasladó hacia la estación de metro, pero al llegar se separaron para ir a sus respectivos destinos.
Los Thompson se dirigieron en tren a Ilford, donde estaba su hogar. Mientras caminaban por la calle Belgrave Road, un hombre apareció de la nada y atacó directamente en el cuello a Percy.
Tras ser apuñalado, Percy falleció casi instantáneamente en el lugar. Desesperada, Edith pidió auxilio a viva voz, pero ya era demasiado tarde.
La policía de Ilford comenzó a investigar qué había motivado el homicidio. La noche siguiente al asesinato Freddy fue arrestado, puesto que un hermano de Percy había mencionado su nombre.
Para ver qué respondía, los funcionarios policiales le dijeron a Edith que Freddy había confesado ser el autor de los hechos. Ella señaló saber quién podría ser el agresor, además de dar a conocer la relación que tenían.
Dentro de la habitación que Freddy tenía en el barco, la policía encontró las cartas de amor que se enviaban con Edith. Entre ellas, había una en que la joven expresaba su anhelo de que Percy falleciera.
Según la versión de Freddy, él no rechazaba haber asesinado a Percy. No obstante, decía que el ataque había sido motivado en defensa propia.
Más allá de lo anterior, Edith también fue acusada por el homicidio de su esposo. No había ningún tipo de evidencia que la inculpara con que ella había participado en el delito en aquel preciso momento. Lo único que se utilizó para sustentar la culpabilidad de la joven fueron las cartas de amor que se había enviado con Bywaters.
Juicio mediático
La prensa cubrió ampliamente los detalles de las cartas de los amantes acusados de homicidio. Todo eso llevó a que el juicio, acontecido el 6 de diciembre de 1922, se volviera más masificado de lo esperado.
Esos días del juicio, Edith y Freddy fueron trasladados hasta un tribunal penal de Londres. Cientos de personas se aglomeraban en el exterior de la entidad, intentando oír un poco de lo que se decía en la sala del tribunal.
Las cartas dedicadas entre los amantes fueron leídas en todo el juicio, puesto que éstas fueron consideradas como pruebas de que Edith incitó al homicidio de su esposo.
“El horror de que se hayan tenido que leer en voz alta en la corte es lo que me mata. Esas palabras escritas en privado, íntimas, y con el público comportándose como lunáticos al escucharlas. Creo que es como estar tratando de torturar a alguien”, asegura la escritora Laura Thompson.
Quien también ha investigado de cerca el caso es René Weis, académico del University College de Londres. Según contó el profesor a BBC, en este caso tuvo gran influencia el periodo en que sucedieron los hechos y el juicio.
“La narrativa fue que Reino Unido estaba lleno de viudas de la guerra y que aquí había una joven mujer engreída y egoísta, de familia humilde, pero que tenía de todo, buena apariencia, una casa hermosa, dinero, un buen esposo, cenas, bailes, teatros. Y miren lo que hizo. Un buen hombre no fue suficiente para ella”, apunta el académico.
Por lo que ha podido analizar, Weis advierte que la sociedad de esos años “llegó a admirar a Freddy y a tener una intensa aversión contra Edith, la sirena que sedujo a un joven desencadenando una serie de infortunios que resultaron en la muerte de un hombre y en la casi segura ejecución de un muchacho”.
El abogado de Edith le había recomendado no entregar su relato. Pero la joven se negó, pensando que podría salvar al que alguna vez había sido su amor, Freddy, y que también podría dejar en claro que ella no había hecho nada en el homicidio.
“Eso para mí era una muestra de su inocencia, de que estaba tan segura de tu posición que estaba dispuesta a hacer eso”, señala Laura Thompson.
Al final entregar su testimonio le jugó en contra. A eso se sumó que el juez y los miembros del jurado presentaban un claro rechazo hacia ella.
Por su parte, Bywaters fue enfático en declarar que Edith no tenía idea alguna sobre sus acciones. Explicó que en realidad él había querido enfrentar a Percy por el romance que estaban viviendo con Edith, pero éste inmediatamente lo amenazó con dispararle. Y a partir de ahí, Freddy lo atacó en defensa propia.
Sobre los posibles deseos de Edith de que su esposo muriera, reflejado en las cartas, Freddy aseguró que la joven tenía una tremenda imaginación y que eso la había llevado a reflejar situaciones irreales en las misivas.
Lo cierto es que nada de eso sirvió.
El 11 de diciembre de 1922 se dio a conocer la sentencia del caso. Edith y Freddy fueron llevados hasta el tribunal para oír en primera persona el veredicto: la ejecución en la horca, tras ser considerados culpables por el homicidio de Percy Thompson.
“El jurado se equivoca. Esa mujer no es culpable”, vociferó Freddy con desesperación. Mientras tanto, Edith lloraba.
“Un ataque a la moral”: El trágico final de Edith Thompson
Los últimos días de la joven británica antes de ser ejecutada estuvieron llenos de angustia y llanto. Por más que un millón de personas firmaron para evitar las ejecuciones de la pareja, no se consiguió evitar su muerte.
En la prisión de Holloway, en Londres, Edith recibió su trágico final el 9 de enero de 1923. En ese lugar la joven recibió un potente sedante que la dejó en un estado de inconsciencia. Poco después fue llevada a la horca por su verdugo.
El caso de Edith Thompson no solo es particular por la condena injusta que recibió. Desde 1907 todas las mujeres británicas que habían sido condenadas a muerte habían sido indultadas, pero no sucedió lo mismo para la joven.
Debido a lo anterior, Laura Thompson cree que la infidelidad por parte de Edith fue considerada como un “ataque a la moral”. Lo anterior, dice la escritora, afectaba “la institución del matrimonio y podía destruir todo lo que era bueno”.
Tras conocer el caso, René Weis buscó que el cuerpo de Edith pudiera descansar junto a sus padres en el cementerio de Manon Park, en Londres. Esa misión pudo cumplirla en el año 2018: “Esperaba cumplir con los deseos de su madre al morir y al menos ahora está en casa junto a ellos”.
Por su parte, Laura Thompson señala que la historia de Edith continúa teniendo importancia para la historia del Reino Unido. “Es importante recordar a la gente que los prejuicios siempre existen y que solo cambian en forma”, dice.
“Hay una advertencia muy desgarradora en esta historia: analiza tus peores impulsos hacia la gente sobre la que tengas prejuicios”, agrega la escritora.