Todos tenemos una historia de amor. O varias. Y es que muchos pensamos que en algún lugar del mundo está nuestra otra mitad, esa persona que viene a completarnos. Pero, ¿qué pasa si alguien te dice que en realidad, el amor es imposible? ¿Que nunca vamos a poder vivir nuestra propia película romántica?
El filósofo argentino Darío Sztajnszrajber (se pronuncia shtain-shraiber), es quien asegura que no existen las otras mitades. Sentado en la cafetería de un hotel en Santiago, busca con los ojos a una “parejita feliz” y le asegura a La Tercera que, aunque uno puede pensar, “¿por qué no a mí?” cuando ve a alguien que está disfrutando del amor, en realidad estamos ante un acto de amor imposible, pues dentro de tres horas, es probable que estén peleando.
Pero entonces, ¿entendimos mal lo que es este sentimiento? ¿Estamos condenados a no poder amar y ser amados? Con el filósofo, no hay que tomar conclusiones apresuradas, pues en su libro El amor es imposible, la invitación no es a perder la esperanza, sino a desarmar las ideas preestablecidas que tenemos sobre el amor y cuestionarnos sus problemas, tensiones y contradicciones.
Por qué no existen las otras mitades, según Darío Sztajnszrajber
—Hay mucha literatura sobre el amor, que está muy alineada a la lógica de nuestro tiempo: un amor absolutamente atravesado por las redes sociales, por cierto consumismo, mercantilización, industrialización muy reduccionista—comienza a relatar Sztajnszrajber a LT.
Y es que un pensamiento común —y muy inserto en nuestra sociedad—es creer que estamos incompletos y que un otro tiene la función de completarnos para poder ser una persona entera. Es con este mito de la otra mitad que el autor pelea constantemente a través de las ocho tesis filosóficas de su libro.
—Me preocupa creer que se alcanza una plenitud siendo como somos los humanos, seres finitos. Pero también creer que hay una única persona que viene a ser el complemento ideal para que uno se realice. Eso es pensar que el objetivo o propósito de una persona es justamente eso, completarte. ¡Pobre persona, cuyo propósito de la vida es completarme!—dice, mientras toma un sorbo de café.
Sin embargo, de alguna manera, pensar así no es del todo nuestra culpa. Y es que el filósofo está convencido de que esa narrativa del amor, como búsqueda de la otra mitad, está impregnada en nuestro día a día.
—No nacemos de cero. Nacemos con nuestros cuerpos intervenidos por ideas, sentimientos y condicionamientos. Entonces, es muy fuerte la idea de que uno es un ser carente y que hay alguien que nos completa y que el objetivo es ese.
De esta forma, lo que busca en su libro es hacer una reflexión y una deconstrucción de ese ideal que “siempre sigue ahí escondido”, porque no existe un escape final ni un lugar paradisíaco respecto a nuestra sociedad, sino que hay que ir desarmando todos los días.
—Es que estamos llenos de paradojas. Así como al mismo tiempo nos damos cuenta de las hilachas que hay detrás de esa idea de la otra mitad, morimos porque aparezca esa persona. Y cuando aparece, sentimos que nos cambió la vida, pero probablemente a los dos años ya nos vayamos dando cuenta de toda la trampa que eso implica. Y probablemente, cuando nos demos cuenta, nos separemos y, en vez de desarmar la matriz, esperamos que aparezca la verdadera otra mitad.
—'O encontraste al amor de tu vida, o no eres nadie’—, remeda la frase que muchos ocupan al hablar de relaciones de pareja.
Y es que, para él, se debe desarticular la idea de que el otro nos pertenece. Pues, si uno ahonda en la idea de que el otro, antes que nada, es un otro, y que ese vínculo amoroso no tiene nada que ver con completarse, sino que es un encuentro que “convoca, moviliza, te estremece, te permite entonces una reinvención de uno mismo”, es ahí cuando cambia un poco el esquema mental.
Entonces, ¿el amor es imposible?
—Yo no digo que no haya amor. Es más, creo que lo hay. Pero creo que no tiene nada que ver con lo que nosotros, cultural y socialmente creamos en nombre del amor—, admite el argentino, Darío Sztajnszrajber.
Pero el problema central, dice, es que nuestro sentido común se pone a sí mismo un ideal del amor que es imposible de alcanzar.
Volvemos al ejemplo de la pareja en el café, donde Darío ve a dos personas felices y “enamoradas”. Alguien solitario anhelaría tener algo similar, entonces se genera esa sensación de que “el amor imposible es alcanzable para mí”. Esto es lo que, con el libro, pretende que las personas intenten desarmar.
—Si hay amor, no tiene nada que ver con ninguna de las prácticas institucionales en las que estamos nosotros inmersos. Por eso me parece importante reivindicar la imposibilidad del amor desde la perspectiva utópica. Hay amor, pero no es nada de esto que nosotros vivimos como tal—asegura.
—La presencia del amor nos asedia, nos toca, nos dice: ‘che, ojo, no te la creas’. No porque tuviste una boda, con una fiesta hermosa, alcanzaste la plenitud. No es porque mandaste diez mensajes en un 14 de febrero que estás completo. Me parece que eso no permite estar permanentemente revisando lo que hacemos y creo que, de una forma, desarticula cierta omnipotencia del ser humano.