La pornografía deepfake, que utiliza el rostro de una persona para crear imágenes sexualmente explícitas con la ayuda de la Inteligencia Artificial (IA), se ha transformado en un alarmante fenómeno que cada vez suma más víctimas.

Según el informe State of deepfake 2023, elaborado por la empresa de ciberseguridad Home Security Heroes, el 99% del contenido porno deepfake es dirigido contra mujeres.

Quien vivió en carne propia esta angustiosa experiencia fue Hannah Grundy, una profesora de secundaria de Sydney, Australia.

En una entrevista que concedió a la BBC, Hannah reveló cómo descubrió que su propio amigo creó imágenes pornográficas de ella para compartirlas sin su consentimiento y los numerosos obstáculos que tuvo que enfrentar para obtener justicia.

El caso de la mujer que descubrió que su amigo creaba deepfakes con sus fotos

Una noche de febrero, Hannah recibió un correo electrónico que hizo que su vida nunca volviera a ser la misma, describe el medio británico.

El correo tenía un enlace y una advertencia que indicaba que se dirigiría a material perturbador, pero que tenía que verlo. La profesora no estaba segura si era buena idea abrirlo, pensando que podía ser una estafa.

Acompañada de su pareja Kris Ventura, terminó por presionar el enlace. Lo que vio fue mucho peor de lo que pasaba por su mente: se trataba de una página donde había cientos de imágenes de ella manipuladas con IA, para ubicarla falsamente en escenas de contenido sexual violento. En varios registros falsos, ella aparecía atada, asustada o golpeada.

Titulado “La destrucción de Hannah”, el sitio contaba con una encuesta donde cientos de usuarios votaban de qué maneras despiadadas abusararían de ella. Sus datos, como su perfil de Instagram, el barrio donde vivía y su número de teléfono, también habían sido publicados.

Hannah Grundy, profesora australiana, fue víctima de porno deepfake.

El horror invadió de inmediato a Hannah. Pronto se dio cuenta que ella no era la única víctima: en el mismo sitio habían fotografías de otras 60 mujeres, de las cuales algunas eran sus propias amigas.

En ese momento también se percató de un detalle revelador. Las fotos originales que se usaban en cada uno de los deepfakes eran de sus perfiles en redes sociales, que habían sido privados durante años. Eso sugería que el responsable podía ser alguien de su círculo íntimo.

Hannah y Kris iniciaron de inmediato una investigación propia para averiguar quién podía estar detrás de eso. Dedicaron horas a identificar a las mujeres afectadas y buscar en las listas de amigos los vínculos en común.

Finalmente tuvieron tres sospechosos. Luego la lista solo quedó con un nombre: Andrew Thomas Hayler.

El hallazgo fue devastador. Andrew era una de las personas en que más confiaban, había sido amigo desde su época universitaria e incluso trabajaron juntos en un bar, donde él se desempeñaba como supervisor. Lo recordaban como alguien amable y que siempre cuidaba de las mujeres, describe la BBC.

Esa imagen se derrumbó cuando todo apuntaba a que él era el creador de los deepfakes.

El camino para lograr justicia

Al día siguiente de su descubrimiento, Hannah y Kris se dirigieron a una estación policial para denunciar los hechos con las pruebas que habían reunido en pocas horas. Pensaron que los agentes actuarían de inmediato, pero no fue así.

Invadida por la desesperación, la pareja optó por contratar a un abogado para hacer presiones en la policía.

Durante meses tuvieron que seguir lidiando con la lentitud de la investigación y la existencia de la página. Para que la investigación tuviera resultados exitosos, ni Andrew ni las otras mujeres estaban al tanto de lo que estaba ocurriendo.

Hannah Grundy y Kris Ventura.

En cierto punto, la policía les aseguró que la investigación no seguiría adelante. Ahí la pareja tuvo que desembolsar una elevada suma de dinero para obtener un informe forense que les ayudara a probar lo ocurrido.

Solo dos semanas después de eso, los agentes hicieron un allanamiento en la casa de Andrew, quien confesó los hechos.

Ese no fue el último obstáculo que tuvo que experimentar la profesora australiana. En 2022, cuando se produjo el arresto de su amigo, generar o publicar porno deepfake en internet no se consideraba un delito en Australia, por lo que se le dijo que sus expectativas fueran mínimas.

Andrew se declaró culpable de 28 cargos de uso indebido de telecomunicaciones para amenazar, acosar o causar ofensas. Las afectadas fueron 26 mujeres, incluidas amigas, excompañeras de casa y co

Durante el juicio, el hombre aseguró al tribunal que crear las imágenes lo había ayudado a sentirse empoderado y que era una “salida para una parte de su psique que no quería”.

Finalmente se le condenó a nueve años de cárcel, con un período sin libertad condicional de cinco años.

En su audiencia de sentencia, siete víctimas, incluida Hannah, prestaron declaración sobre el impacto que este desagradable episodio tuvo en sus vidas.

“He estado en lo que sólo puedo describir como un estado de shock prolongado” y “Formar nuevas amistades parece imposible, agobiado por la constante pregunta ‘¿podría esta persona ser como tú?”, fueron algunos de los comentarios que se escucharon en el tribunal, mientras el hombre estaba sentado en el banquillo de los acusados.

El caso de Hannah dejó al descubierto los devastadores efectos que puede tener el uso indebido de la IA y la urgencia de regulaciones que protejan a las víctimas que atraviesan por ese tipo de situaciones. Actualmente, la mayoría de los países presentan vacíos legales o no penalizan tanto la creación como publicación de porno deepfake.