"Hay noches en las que no puedo dormir; los cánticos y gritos de pánico siguen retumbando en mis oídos. Hay mañanas en las que no puedo despertar, porque temo que voy a abrir los ojos a un mundo que se ha deslizado aún más hacia el precipicio. También hay días en que no hago otra cosa que llorar". La redactora de esta confesión no se llama Lorena ni Andrea; tampoco vive en las inmediaciones de la arrasada Plaza Italia, nunca ha protestado en la Alameda y no ha sido víctima de saqueos a locales comerciales en Providencia o Valparaíso. La autora es Rachel Cheung, una periodista del diario South China Morning Post que ha cubierto las protestas que vive Hong Kong desde marzo de este año.

Los disturbios se desataron por el rechazo a un proyecto de ley impulsado por el gobierno local y que, según sus opositores, habría facilitado la deportación de criminales hacia China y, debido a eso, amenazaba la autonomía de este territorio. Las manifestaciones fueron creciendo. Los protestantes exigieron el retiro de la norma, una investigación del uso policial de gases lacrimógenos y balines de goma y la liberación de los detenidos. Carrie Lam, líder del gobierno de Hong Kong, anunció el 9 de julio que la regulación estaba "muerta", pero los choques con la fuerza pública se mantienen y medios como la CNN los han calificado como un intento desesperado por obtener mayores libertades. Hoy ya existe un muerto causado directamente por los disturbios –un estudiante de 22 años-, más de 4 mil heridos y cerca de 3.500 personas arrestadas.

Este conflicto que no cesa, y que esta semana dejó la imagen de un policía hiriendo a un manifestante con un balazo a quemarropa, fue el que llevó a Rachel Cheung a relatar su desgaste emocional en una columna. En ese texto, la reportera afirma que su "fuente de desesperación" proviene de lo que ve a su alrededor día tras día: "Cubrir las protestas quizás sea el trabajo de un periodista, pero Hong Kong es nuestra casa, un lugar en el cual estamos involucrados emocionalmente, con cuya gente estamos conectados y cuyo futuro también es nuestro. Registrar los eventos y ver cómo se derraman la sangre y las lágrimas es doloroso".

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Manifestantes y policías antimotines se enfrentan en una calle de Hong Kong. Crédito: AFP[/caption]

Esa reacción no sólo se manifiesta en periodistas como Cheung, sino también en una gran parte de la población de Hong Kong. De hecho, ya hay estudios que muestran que en estos últimos meses la tensión permanente ha provocado un fuerte deterioro en la salud mental de quienes viven, estudian y trabajan en ese lugar. Así lo muestra, por ejemplo, un sondeo divulgado en octubre por la Chinese University, cuyos investigadores analizaron las respuestas de 1.009 residentes mayores de 15 años en una decena de tópicos como trabajo, estudios, familia y disputas sociales.

La encuesta consideró una puntuación de 0 a 100, donde un nivel aceptable de salud mental va entre 52 y 68, mientras que sobre 72 es un buen estatus. Este año la puntuación promedio de los hongkoneses fue de 46,41, la más baja desde que se empezó a hacer el estudio en 2012. Eso no es todo: mientras en 2018 casi el 18 por ciento de los consultados dijo que su salud mental se había visto afectada negativamente por distintas disputas sociales, ahora esa cifra saltó al 41 por ciento. Ese fue el mayor aumento entre los indicadores considerados en la encuesta.

Liu Kwong Sun ha sido testigo cercano de este efecto. Él es un siquiatra que se dedica a la práctica privada y, además, dicta clases en instituciones como la Facultad de Medicina Li Ka Shing de la Universidad de Hong Kong. A mediados de año, el doctor ya había detectado notorias alteraciones tanto en las personas que atendía regularmente como en quienes recién llegaban a verlo. Según sus estimaciones, casi el 30 por ciento de sus pacientes habituales que ya convivían con ansiedad, depresión o esquizofrenia, experimentaron recaídas severas, por lo que varios requirieron un aumento en sus dosis de medicamentos. En una clínica comunitaria en la que trabaja también empezó a ver un creciente flujo de nuevos pacientes que mostraban síntomas como insomnio, depresión y episodios maniáticos.

"Muchas relaciones, matrimonios y lazos padre-hijo ya se han roto. Miembros de algunas familias se han ido de sus casas y hoy viven con amigos".

Liu Kwong Sun

"Este fenómeno está afectando a todas las capas de nuestra sociedad, independientemente de la afiliación política, raza o grupo socioeconómico. De hecho, la prevalencia del estrés ha empeorado diversos problemas, como la ansiedad, la aparición de estrés postraumático, falta de sueño y abuso de sustancias. Las relaciones familiares se están poniendo en jaque y en algunos casos se están desmoronando, porque es común que en un hogar o en una pareja exista un amplio espectro de posturas", explica el siquiatra a Tendencias. Liu Kwong Sun agrega que, incluso, algunos policías tienen esposas, hermanos e hijos que se unen a las mismas manifestaciones que ellos deben controlar vestidos con trajes antimotines.

"Muchas relaciones, matrimonios y lazos padre-hijo ya se han roto. Miembros de algunas familias se han ido de sus casas y hoy viven con amigos. Hay numerosas amistades dañadas, con personas que han dejado de seguir a otras en Facebook o que simplemente han dejado de verse. Muchos hijos de policías hoy son intimidados o son objeto de bullying. El nivel de estrés y la intensidad de toda esta carga sicológica es demasiado obvia y extendida", afirma el médico.

Tensión permanente

A comienzos de julio, Kwong -un estudiante de doctorado en Hong Kong- llevaba casi tres semanas sin poder dormir normalmente. El alumno habló con South China Morning Post y dijo que cuando cerraba los ojos sólo escuchaba un sonido: "Disparos". Se refería a una protesta ocurrida un mes antes y en la que la policía disparó balines de goma a los manifestantes. En su cabeza quedó grabada la imagen de un manifestante que tenía la cara vendada y era llevado a una ambulancia tras ser golpeado por una lata de gas lacrimógeno. "La gente lo vitoreaba, pero todo lo que recuerdo son sus ojos sin vida", contó Kwong. Según el estudiante, que asistía regularmente a las manifestaciones, sus episodios de llanto inconsolable eran habituales.

En esa misma época, Kayi Wong, una diseñadora de 23 años que acababa de asistir a una marcha masiva, contó a Reuters su propia vivencia: "Es difícil ver el futuro si no hay solución. Nuestro gobierno debería entender cómo pensamos". La joven agregó que se sentía deprimida por la violencia y agregó que mucha gente ya temía por la aparición de problemas sociales como los que reveló el sondeo de la Chinese University, incluyendo rencillas familiares y las dificultades para comunicar el desgaste emocional.

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Crédito: AFP[/caption]

A mediados de año, otra investigación divulgada por la Universidad de Hong Kong entregaba un atisbo de una profunda erosión en la salud mental de la población local. Según la encuesta, uno de cada 10 hongkoneses mostraba signos claros de depresión, un índice que duplicaba al que se detectó durante la manifestación conocida como Occupy Central ocurrida en 2014. Gabriel Leung, decano de la Facultad de Medicina que lideró el estudio, describió la situación como "una epidemia de problemas de salud mental que están ligados a eventos sociales muy serios".

Luego de varios meses de que se divulgó ese estudio, la situación no ha mejorado: "Existe una gran ruptura en la comunidad y eso ha polarizado todo. Algunos demuestran más simpatía hacia quienes protestan y otros piensan que son una molestia que está provocando demasiada destrucción. Y la presión aumenta a medida que crecen los heridos y las víctimas", señala a Tendencias el profesor Yip Siu Fai, experto en salud poblacional de la Universidad de Hong Kong.

"Quizás las relaciones interpersonales y familiares que se han visto destruidas o dañadas ya sean irreparables".

Liu Kwong Sun

En el sondeo presentado por la Chinese University en octubre, por ejemplo, se detectó que el 25,5% de los encuestados afirmaba que la vida familiar estaba impactando negativamente en su salud mental. En comparación, el año pasado esa cifra llegó al 18%. En uno de los casos registrados en la encuesta, una hija que se calificaba a sí misma como pro-democracia se enfrentó a su padre que era partidario del gobierno. Ella se iba a casar, pero el hombre le informó que tanto él como sus amigos no asistirían a la boda debido a su postura política. En otro caso, una chica no soportó los duros comentarios de su padre sobre las protestas y terminó abandonando su casa. Dijo sentirse triste por la falta de empatía de su padre y porque su familia no la escuchaba.

Liu Kwong Sun cree que no será fácil abordar todas las alteraciones emocionales y mentales que sigue generando el conflicto que hoy vive Hong Kong: "Aun cuando el malestar social se resuelva repentinamente, la gente no se recuperará por sí misma, porque las interacciones sicológicas y biológicas ya están alteradas. Quizás las relaciones interpersonales y familiares que se han visto destruidas o dañadas ya sean irreparables".

Medidas paliativas

En medio de la crisis de salud mental, los propios habitantes de Hong Kong se han organizado para ayudarse mutuamente. Decenas de grupos de apoyo sicológico, integrados por cientos de residentes, se han formado en la aplicación de mensajería Telegram. A través de esa plataforma, voluntarios y trabajadores sociales se organizan para prestar asistencia en terreno a quienes presentan episodios de ansiedad, pánico o depresión. La labor de este tipo de grupos vive una alta demanda: la organización The Samaritans ha visto un aumento de cinco veces en la cantidad de llamados que recibe en su línea telefónica de apoyo emocional, mientras que Open Up -un servicio de consejería para jóvenes que opera 24/7 a través de Facebook Messenger y otras plataformas- pasó de recibir un promedio diario de 80 mensajes a casi 450.

En Instagram, un grupo de trabajadores sociales y sicólogos formaron una cuenta llamada @spiritualemotionalhk, donde los manifestantes y la gente en general pueden encontrar a alguien con quien hablar. En el resto de las redes sociales en Hong Kong abundan los mensajes con consejos sobre autocuidado, que van desde desconectarse de internet de cuando en cuando, distraerse con la práctica de algún deporte y dejar fluir las emociones en lugar de reprimirlas. Jamie Cheng Po-kwan, directora de la división de sicología clínica de la Sociedad Sicológica de Hong Kong, señaló a South Morning China Post que incluso es recomendable limitar la cantidad de información que se recibe: "Una persona puede designar un período específico de tiempo para apagar la televisión o el celular, o decirle a la gente que la rodea que no quiere hablar de ciertos tópicos. Cada individuo tiene el derecho de parar de discutir sobre ciertos temas".

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Crédito: Reuters[/caption]

A comienzos de este mes, el sistema de salud de Hong Kong tuvo que salir en ayuda de sus propios trabajadores, quienes son los encargados de atender sin parar a los manifestantes y policías heridos durante las protestas. La doctora Rosalie Lo Suk-yee, directora de un centro de la Autoridad Hospitalaria de Hong Kong que supervisa la salud mental del personal, aseguró en la prensa local que "la mayoría expresa mucha preocupación sobre la situación y la seguridad de Hong". Además de eso, el staff evidencia altos niveles de alteración emocional, desesperanza y molestia hacia el gobierno, la policía y los protestantes. Por eso hace algunos días cerca de 30 hospitales instalaron estaciones donde los profesionales pueden meditar, usar realidad virtual para ver paisajes relajantes o, simplemente, beber té.

"Lo que está claro es que todas estas alteraciones de salud mental están permeando a toda la comunidad, desde los jóvenes, las fuerzas de orden, las dueñas de casa, padres, comerciantes, empleados, funcionarios de gobierno y hasta bomberos y personal de hospitales, quienes están sufriendo de una presión crónica", asegura el doctor Liu Kwong Sun. El profesional agrega que la comunidad deberá buscar alternativas para que los más afectados tengan acceso al apoyo emocional de familiares, amigos, ONG e incluso iglesias: "Se debería reforzar la disponibilidad de servicios sicológicos, siquiátricos y médicos… si es que no queremos ver consecuencias más graves en el futuro".

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