Caminar hasta perderse (un poco) y disfrutar intensamente esa experiencia. Descubrir esculturas de los más grandes artistas chilenos. Buscar mausoleos o tumbas de famosos de la política y la cultura. Experimentar el silencio en plena ciudad. Fotografiar. Sorprenderse con la arquitectura y el paisaje. Todo eso se puede hacer en uno de los espacios patrimoniales más notables de Santiago; el Cementerio General. Uno de los preferidos, sino el número uno, de este columnista que acostumbra a recorrer la ciudad. Cuando uno ama un lugar, se preocupa de su devenir. Y nuestro Cementerio, cuyo casco histórico es Monumento Nacional desde 2010 (sorprende que no lo sea hace por lo menos 50 años), está en riesgo. Así como los terremotos y los robos han hecho desaparecer parte de sus mausoleos y monumentos, esta vez es el patrimonio arbóreo, paisajístico, el que está siendo destruido por la falta de agua. Una tormenta seca perfecta lo explica: ausencia de riego, venta de las aguas que nutrían el antiguo sistema de canaletas y el verano más seco de la historia. Aclaración inmediata: esta columna no apunta con el dedo a una persona en particular y, si lo hiciera, tendría que comenzar con la ex autoridad edilicia que en 2003 vendió los derechos de agua del cementerio, Gonzalo Cornejo. Lo que nos interesa es la reacción inmediata de quienes hoy tienen la oportunidad de frenar la destrucción, desde Conaf hasta la actual administración municipal. El arquitecto Tomás Domínguez Balmaceda, experto en este camposanto y a quien hay que agradecerle que se haya logrado la declaratoria de Monumento, explica que "en diciembre le fue solicitado al alcalde Jadue que implementara un plan de riego, pero Recoleta continúa sin cuidar los árboles y el daño producido tardará varias generaciones en regenerarse". Agrega que "en mayo de 2019 la Comisión de Medioambiente de la Cámara de Diputados acordó crear una Comisión Conjunta con Cultura para fiscalizar al alcalde y al subsecretario del patrimonio, acuerdo que no se cumplió. Si en el invierno pasado la Comisión Conjunta hubiera fiscalizado concretamente a ambas autoridades, ¿la municipalidad estaría regando hoy?".
En la práctica, más de 200 árboles han muerto y otros 300 están a punto de correr la misma suerte, incluidos los que se encuentran dentro de las 28 hectáreas que están declaradas como monumento. Cipreses plantados hace 180 años, araucarias y otras coníferas de un siglo y medio de vida, magnolios, palmeras y naranjos tan antiguos como magníficos por su porte y belleza, todos ellos se están secando. Muriendo. Una brutal destrucción de patrimonio, de sombra, de pulmones para Santiago. Y no en cualquier lugar. En el Cementerio General, donde están enterrados la gran mayoría de los santiaguinos que murieron antes de 1980, "desde patriotas de la Independencia hasta todos los presidentes de la República, menos dos", explica Domínguez. Y suma algo muy cierto. "Todo lo que pasa en el Cementerio General afecta la historia de Chile. Las generaciones del futuro tienen el derecho a recriminarnos por este daño al patrimonio cultural nacional y la memoria que resguarda el Cementerio. Sobre el debido respeto a nuestros antepasados y el cuidado de la paz de su descanso, los hechos hablan por sí mismo".
¿Te preguntas qué puedes hacer al respecto? Hay algo tan simple como placentero: anda a conocer el Cementerio General. “Pero si ya he estado en muchos entierros”, dirás. No pues. Eso no es conocer, es simplemente utilizar un lugar para uno de los roles para los cuales fue diseñado. Te invito a mirar, admirar, reconocer, disfrutar, pasear, oler, oír y tocar este extraordinario lugar. A entender por qué solamente desde el cariño y el conocimiento es que podemos preocuparnos y ocuparnos. Si el Cementerio General te empieza a importar un poco más después de esa visita, uno de los objetivos de esta columna se ha cumplido.