“¿Y si nos traemos a Santiago los clásicos buses de Londres?”.

Bajo esa premisa, el Ministerio de Transportes anunciaba a mediados de agosto la llegada de diez buses eléctricos de dos pisos para ser parte de la flota del transporte público de Santiago. Serán operados por Metbus y está previsto que se integren al sistema en octubre.

Quien conoce como la palma de su mano vehículos muy similares a esos, y que justamente recorren las calles de Londres, es el chileno Alfredo Ruz (42). Oriundo de Valparaíso, Alfredo trabaja conduciendo los tradicionales buses del transporte público de la capital inglesa desde hace 14 años.

Pero lo suyo es una pasión que se originó mucho tiempo antes: manejar los buses y micros viene de familia. Si en su infancia se había visto rodeado de esos vehículos, en su adolescencia eso solo se intensificó aún más.

“Lo llevo en la sangre, es algo que viene de chico”, cuenta a La Tercera.

Aprender a manejar micros en Valparaíso

Alfredo dice que la conexión de su familia con el transporte parte con su abuelo, quien fundó la empresa de transportes Agda Bus en Limache y que aún sigue operando. Su padre y su tío también han estado durante años en el rubro.

No es algo únicamente que fue impulsado por la familia. Vecinos y amigos de Valparaíso también tenían micros, entonces no tenía por dónde arrancar. “Aprendí a manejar micros como a los 16 años, mis amigos me enseñaron y me las prestaban. Otra cosa que me encantaba era esto de atender al público”.

Alfredo Ruz aprendió a manejar micros cuando era adolescente. Foto: Cedida.

Aún recuerda que apenas salía del liceo, se subía a la micro de un amigo llamado Pedro y juntos comenzaban a recorrer las calles del puerto. Pedro manejaba, y Alfredo, que por entonces aún era adolescente, lo ayudaba a llamar al público, oficiando como “parrillero”. “Trabajábamos de noche, generalmente los fines de semana y en el verano. Me encantaba todo eso”, relata. Ya cuando le tenían más confianza, también le pedían se encargara de guardar las micros en el estacionamiento.

Ahora, cada vez que regresa a su ciudad natal y ve pasar las micros, se llena de recuerdos de esa época.

Fue en el año 2002 que pisó por primera vez suelo inglés. Su madre, que trabajaba como niñera en Londres, lo invitó a que hiciera un curso de inglés durante un año.

Alfredo nunca había salido del país hasta ese momento. Todavía recuerda que salir de Valparaíso fue un poco difícil al inicio. “Mi mundo era muy pequeño, no tenía ese deseo de viajar, de conocer otras culturas y otros países. Llegar a Londres fue como salir de una burbuja”, relata.

Si bien deseaba volver, pronto se enamoró de quien hoy es su esposa, se casó y tuvo una hija, por lo que vivir en ese país se convirtió en una realidad. Trabajaba limpiando oficinas, lavando platos en un hotel, de portero y luego manejando un camión de basura.

Hasta que en 2009 quiso cumplir un anhelo: conducir los buses del transporte público de Londres. Dio los exámenes y aprobó.

“Sentí que se me hizo un poco más fácil porque tenía escuela, ya lo había hecho en Chile. En Londres tienes que manejar mucho más despacio y con mucho respeto, entonces se me dio de forma sencilla. Allá la gente se queja, dicen que es una jungla y yo les digo ‘vayan a manejar a Chile, que allá sí que es distinto’”, dice.

El chileno partió manejando buses del transporte público londinense hace más de una década.

“Me voy a sentar ahí y voy a manejar como si lo hubiese hecho toda la vida”. Esa fue la frase que se dijo a sí mismo la primera vez que se sentó en el asiento del conductor. Se mostró confiado de que podía lograrlo, mientras a su lado lo iba supervisando un instructor.

En esos inicios, reconoce que lo que se le hacía complejo es que el conductor va dentro de una cabina, y al cerrar la puerta, se genera un reflejo del otro lado de la calle. Pero luego, dice, se acostumbró.

“También me pasaba que andaba muy acelerado. Se me vino encima todo lo que era Valparaíso”, explica.

Cómo es ser conductor del transporte público en Londres

Las primeras rutas de Alfredo fueron directamente hacia el sector céntrico de Londres, una práctica que se hace para que los conductores nuevos aprendan rápidamente. Ahora, después de más de una década detrás del volante y ser considerado “de los antiguos”, el chileno ya no hace tantas rutas hacia el centro.

“A otros choferes antiguos no les gusta tanto ir allá porque hay muchos taxis, ciclistas y tráfico en general. Es una locura el centro de Londres, solo hacer vuelta puede llegar a ser tres horas y media. En cambio una vuelta de las otras rutas es una hora y media, dos horas a lo más. Por eso a los choferes nuevos los mandan al centro de Londres, a los leones como se dice”, cuenta.

A eso se suma que el público también es muy distinto. Cuando van hacia el centro los conductores reciben a muchos turistas, mientras que hacia los límites de la ciudad es más que nada gente local.

Pese a eso, disfruta manejar hacia el centro de vez en cuando. “En mi mochila tengo una bandera chilena y la dejo a la vista en mi cabina. No es siempre, pero a veces suben chilenos. Si veo que están con poleras de equipos de fútbol los llamo y conversamos”, dice.

Las primeras rutas de Alfredo fueron directamente hacia el sector céntrico de Londres.

Hoy en día, lo habitual es que recorra alguna de las 8 rutas que transitan por el sureste de la ciudad. Trabaja cinco días a la semana, aunque también suele hacer un día extra. El turno que más le gusta es el que comienza a las cinco de la mañana y termina a las una de la tarde, porque así tiene el resto del día libre para hacer lo que desee.

“Manejo unas tres horas en la mañana, después tengo una hora de descanso y manejo tres o cuatro horas más, que es lo último”, afirma.

Los modelos que maneja en la actualidad son buses eléctricos fabricados por BYD, la misma compañía de los que llegaron a Chile. Sin embargo, agrega que como están en una etapa de transición, también siguen ocupando buses Enviro 200. “Los BYD que llegaron no tienen espejo retrovisor, en su lugar hay cámaras dentro de las cabinas. Al principio éramos bien escépticos, pero uno los maneja y te acostumbras. La visibilidad es espectacular”.

A Alfredo, eso sí, no le gusta ejercer el rol de pasajero en buses por trayectos muy largos: se siente mareado. Por lo mismo, cada vez que por trabajo tienen que hacer servicios especiales afuera de la ciudad con otros choferes y deben hacer el reconocimiento de ruta, él pide conducir el bus que los traslada a todos. “Siempre me aceptan, porque a los otros colegas les incomoda un poco manejar si van compañeros. Sienten que quizás los van a juzgar”.

En un estante que tiene dentro de su hogar, el porteño conserva una colección que tiene un significado muy especial en su vida. Son buses en miniatura del transporte público londinense, pero únicamente de los que ha manejado durante su carrera.

La colección de buses en miniatura de Alfredo. Foto: Cedida.

Diferencias culturales

Para el chileno, lo más complejo de vivir por casi dos décadas fuera del país es seguir extrañando a algunos miembros de su familia en Valparaíso. También echa de menos la manera en que se vive la vida en el campo, especialmente en Longaví, de donde proviene su esposa.

Los mariscos chilenos tampoco los puede olvidar estando en Inglaterra. “El sabor que tiene el marisco nuestro no se iguala al de ningún lugar”, dice.

Sobre las diferencias culturales que más percibe entre Chile e Inglaterra, cuenta que lo más evidente es que los ingleses “no invitan a sus casas”. “Si quieren comer contigo, te invitan a un restorán u otro lado, pero no son como nosotros que invitamos a la casa a compartir un asado o a tomarse una cosa. Eso me parecía raro”.

Otra de las diferencias que más siente es el respeto que se mantienen entre las personas, aunque no se conozcan. “Me gustaría que en Chile fuera así. Yo que trabajo en el transporte me gustaría que la gente se suba y que salude... Ahora lo noto más que cuando estaba viviendo en Valparaíso”, dice.

¿Y regresaría a Chile en algún momento? Alfredo plantea que una posibilidad que ha contemplado para varios años más es vivir seis meses en su país natal y otros seis en Inglaterra, pues su trabajo le permitiría hacerlo. Asegura que si lo llegara a concretar, no se iría a la ciudad, sino que al campo.

“Allá se vive tranquilo”, concluye.