Corría el mes de septiembre de 2019 y Cristóbal Meriño (28) decidió hacer un paseo por los alrededores de Tiltil para distraerse. Tomó su bicicleta y comenzó a pedalear hacia un sector llamado Rincón de los Valles.
Mientras avanzaba por el camino, lo que veían sus ojos era desolador. El paisaje era casi desértico y había cadáveres de animales por todos lados. Al llegar a un sitio donde habían un par de casas, observó que un camión aljibe les iba a dejar agua a las familias. La sequía estaba presente desde hace años, le relataron algunas personas a Meriño.
“Si no tenían agua para ellos, cómo iban a contar con agua o alimento para sus animales”, cuenta a La Tercera.
Desde la cima de un cerro, el joven miró hacia abajo: “Estaba lleno de piedras y algunos animales, pero nada para comer”. De pronto aparecieron unas cabras que intentaban comer algo entre la tierra y recordó que en su mochila había guardado unas cáscaras de plátano y manzana. Se las dio, pensando que podría servirles. Las cabras comenzaron a pelearse por el alimento.
En ese instante, Meriño sintió que algo cambió en él y una pregunta no se le pudo borrar de la mente: “¿Qué ocurriría si saco todos los descartes orgánicos que quedan en las ferias para llevarlos a estos animales?”. Rápidamente se organizó para hacer realidad ese pensamiento. La meta era evidente: ser una solución para esas personas y sus animales.
Así fue como se germinó Fundación Realim Chile, una organización sin fines de lucro cuyo objetivo, al igual que alguna vez lo soñó el hoy ingeniero comercial, es recuperar los desechos orgánicos que están en ferias o mercados y poder darles una segunda vida, para que sean usados como alimento de animales en zonas afectadas por la sequía. Se trata de frutas o verduras que ya no son aptas para el consumo humano y que no serán compradas por los consumidores.
A casi cuatro años de su nacimiento, la organización ha conseguido recuperar casi 600 toneladas de excedentes orgánicos que han abastecido a vacas, caballos y cabras de familias crianceras. Con ello han promovido una economía circular y también brindado apoyo económico y social a las personas de algunas comunas con escasez hídrica.
El camino de Realim
Durante ese paseo en bicicleta por el sector de Rincón de los Valles, Meriño le aseguró a una de las personas de la zona que pronto volvería con verduras para los animales. “Imposible, no vas a venir”, le respondieron.
En los días siguientes fue a una feria que acostumbraba a ir y algunos comerciantes le brindaron verduras que no se iban a vender. Acompañado de un amigo, llegó hasta Tiltil con cajas llenas de alimentos para los animales, tal como lo había prometido.
“Así empezamos. A la siguiente semana le dije a otro y ya éramos tres, pero después fue aumentando. En cierto momento íbamos 10 autos en caravana”, cuenta Meriño.
Los inicios de recolección de desechos orgánicos se dieron en las ferias libres de la capital, con amigos de Meriño que se sumaron como voluntarios. Pero sacar adelante la labor de Realim no fue nada sencillo, pues al comienzo el ingeniero comercial tuvo que enfrentarse a varios prejuicios. “Mucha gente me cuestionó que estuviera trabajando con la basura”, dice.
Después llegó el estallido social y la pandemia, siendo este último período el más duro de su camino porque ya no podían salir a ayudar. El escenario también se complejizó por el financiamiento de Realim, teniendo en cuenta todo lo que implicaba la operación. Entre los que participaban en la recolección se organizaban y juntaban dinero, aunque fuera para la bencina de los autos que tenían que ir, pero no siempre lo conseguían.
“Era como un sueño que estabas persiguiendo. También sentía una irresponsabilidad al dejar a esos animales sin su alimento”, explica.
Poco a poco apareció el apoyo de algunas municipalidades que creyeron en la iniciativa, como San José de Maipo, Licantén y Paine, comunas afectadas por la falta de agua en algunos de sus sectores. Con todas ellas Realim mantiene convenios en la actualidad. También pudieron empezar a recolectar verduras en el Mercado Lo Valledor, que en la actualidad es su principal fuente de abastecimiento de excedentes orgánicos.
En el año 2021 les llegó una inesperada sorpresa a Realim: recibieron el Premio Nacional del Desarrollo Social para Chile, de la Fundación Camiseteados. “Lo lindo es que tú no te postulas, sino que lo hace la gente. Lo ganamos y no teníamos idea”, recuerda Meriño.
En paralelo, la colaboración con el Consorcio Santa Marta les permitió dar un paso mayor, dado que ahora cuentan con un camión fijo con el que pueden recolectar aproximadamente 12 toneladas de descartes orgánicos por semana. Eso les permitió aumentar la carga de ayuda para las familias.
“Son más de 580 toneladas que hemos rescatado solamente en el año y medio que llevamos con el camión. Eso, sumado a lo que recolectamos antes, deben ser más de 600 toneladas de descartes orgánicos”, cuenta el director de Realim.
Cómo se recolectan desechos orgánicos para animales
Los alimentos que son recibidos por la organización no son aptos para el consumo humano, debido a que ya pasó su momento de ser comercializados y algunos de ellos han terminado en el piso de Lo Valledor. Sin embargo, deben cumplir ciertos requisitos: no deben estar descompuestos, ni tampoco se pueden seleccionar los que tengan picante, cítricos o que vengan con plásticos. Algunos de los vegetales que más se recolectan son betarraga, brócoli, coliflor y hojas de lechuga.
“Si hay cosas en muy buen estado las juntamos, las guardamos y se las entregamos en cajitas a los mismos crianceros”, detalla Merino.
Cada jueves, los voluntarios de Realim se reúnen a las 8 de la mañana en Lo Valledor para comenzar a seleccionar desde el origen los alimentos. Se les brinda el equipo necesario, colación y se les dan las instrucciones para saber qué seleccionar y qué no.
“Cuando el contenedor lo voltean en el camión, el voluntario está arriba y está separando lo que es orgánico de lo que no es orgánico, como plástico o madera. Los residuos que no sirven se dejan en otro basurero que está abajo”, dice el ingeniero comercial.
Una vez que finalizan esa faena, los voluntarios se bajan del camión y comienzan a cargar otros contenedores con las verduras seleccionadas. Después se dirigen hacia Consorcio Santa Marta para pesar y determinar las toneladas de material orgánico que se recolectaron durante la jornada. El paso final es dirigirse a la comuna de entrega, donde los voluntarios ven cómo los animales reciben sus vegetales.
“Esa es la experiencia más gratificante y enriquecedora. Los animales corren cuando ven el camión, porque saben que va a llegar todos los jueves en la tarde”, explica Meriño. En el sector de Laguna de Aculeo, en Paine, muchos animales han sido abandonados por sus dueños, se siguen reproduciendo y quedan a la deriva, por lo que desde Realim intentan entregarles alimentación cada semana.
A futuro, Meriño sueña con poder agregar otro día de recolección y posiblemente llevar la iniciativa de nuevo a Tiltil, donde nació su motivación. Otro deseo es contar con más apoyo de más instituciones, pues “todavía hay muchos excedentes orgánicos que se están perdiendo” en otras zonas del país.
“Hoy en día se piensa que la solución más viable para los descartes orgánicos es el compost, pero creo que antes se tiene que pensar que sea para las personas y los animales. No existe la cantidad de bancos de alimentos para poder almacenar tanto, pero sí está la posibilidad de entregar una parte a los animales. Hoy somos los únicos que estamos haciendo eso en esta cantidad de toneladas”, concluye.