Más de 3,5 millones de niños y jóvenes chilenos dejaron de asistir a clases presenciales el 15 de marzo. Ese día comenzó un semestre de desafíos para el sistema educacional, el cual ha tenido que implementar una forma de enseñanza remota lo más eficiente posible. Pero a pesar de todos los esfuerzos, meses más tarde ya se pueden identificar efectos adversos y riesgos que conlleva la prolongada suspensión de las clases cara a cara.
Desde el Centro de Estudios Públicos (CEP), las investigadoras Sylvia Eyzaguirre, Carmen Le Foulon y Valentina Salvatierra realizaron el informe “Educación en tiempos de pandemia: antecedentes y recomendaciones para la discusión en Chile” (2020). En el reporte concluyen que, si bien aún no se pueden zanjar exactamente los efectos a corto y largo plazo, ya se tienen luces de lo que se está dejando atrás. El documento será publicado en el próximo número de la Revista Estudios Públicos del CEP, disponible en línea a partir del 1 de septiembre.
Unesco estima que 1.725 millones de alumnos en todo el mundo han visto afectado su proceso de aprendizaje debido a las medidas sanitarias, cifra que corresponde a cerca del 90% de los jóvenes y niños en el planeta. Respecto a esto, la OCDE advierte de los riesgos que conlleva la suspensión de clases presenciales, el distanciamiento social y el confinamiento en la población infantil, especialmente en los menores de familias vulnerables. “Estas medidas tienen un impacto negativo en diversas dimensiones de la vida, como por ejemplo en la alimentación, la convivencia familiar, la salud física y mental, y el desarrollo cognitivo y socioemocional”, precisa el organismo.
En el reporte concluyen que, si bien aún no se pueden zanjar exactamente los efectos a corto y largo plazo, ya se tienen luces de lo que se está dejando atrás.
En Chile, el CEP analizó las condiciones de los estudiantes según las habilidades críticas para el aprendizaje a distancia, las condiciones materiales de la vivienda y el apoyo de la familia. Según los datos recopilados, uno de cada cinco escolares presenta carencias importantes en uno de estos ámbitos y un tercio de los estudiantes del primer quintil se encuentra en el grupo de mayor riesgo. Las investigadoras concluyen que tanto los riesgos como las consecuencias aumentan en sectores vulnerables.
La pizarra desigual
Katherine Beas es educadora del colegio Juan Luis Undurraga, en Quilicura, donde trabaja con alumnos de primero y segundo medio en el área de matemáticas. Si bien asiste a las clases como coeducadora, ella es la encargada del Proyecto de Integración Escolar (PIE) de estos niveles. Antes de la pandemia, Beas realizaba reforzamiento sólo a los estudiantes del PIE, pero hoy el grupo de estudio se amplió y jóvenes que no son parte de la iniciativa se han sumado a las jornadas de doble aprendizaje que ella guía.
Antes no existía esa posibilidad, al menos no era necesaria, pero cuando Beas se dio cuenta de que los estudiantes estaban teniendo obstáculos en el aprendizaje, abrió su grupo a todos quienes necesitaran apoyo. “Por ejemplo, del proyecto de integración eran 15 alumnos de primero medio y un día se unieron como 30 a la clase. Es el doble de los estudiantes que estaban presentando alguna dificultad y que quisieron acceder a la clase. Esto muestra la necesidad que se está presentando, la brecha que nos está arrojando este tema de hacer clases online”, cuenta Beas.
La encuesta “Docencia durante la crisis sanitaria: La mirada de los docentes”, realizada en abril por académicos de distintas universidades, arrojó que sólo un 49% de los docentes encuestados cree que sus estudiantes están aprendiendo. Además, el 91% considera que la mayoría de sus estudiantes no posee hábitos de estudio y el 75% señala que sus alumnos que no cuentan con las habilidades necesarias para usar aplicaciones de trabajo a distancia.
“Del proyecto de integración eran 15 alumnos de primero medio y un día se unieron como 30 a la clase. Es el doble de los estudiantes que estaban presentando alguna dificultad y que quisieron acceder a la clase. Esto muestra la necesidad que se está presentando, la brecha que nos está arrojando este tema de hacer clases online”, cuenta Katherine Beas.
”La primera de las consecuencias es la caída del aprendizaje de los niños y niñas”, dice Carmen Le Foulon, doctora en Ciencias Políticas e investigadora del CEP. Pero más allá del contenido que se podría perder con la adaptación del currículum, lo que le preocupa es cómo esta situación aumenta la brecha de desigualdad en los estudiantes. “En países como el nuestro, donde tenemos una desigualdad de los logros de aprendizaje, un costo importante es el aumento de esas brechas. Lo que muestra la experiencia en otros países es que la caída más dramática es para los estudiantes de menores ingresos”, cuenta la académica.
La falta de herramientas necesarias es uno de los factores más dramáticos a la hora de sobrellevar la educación remota. Katherine Beas lo ve en sus alumnos. “Tienen dificultades de acceso, porque muchos no tienen un computador, o no cuentan con internet, sólo datos móviles o sólo redes sociales a veces. Entonces con algunos puedo mantener el contacto por una videollamada por WhatsApp, pero después no se pueden conectar a la clase”, dice la educadora.
Según la encuesta Casen 2017, el 29% de los estudiantes no tiene un computador en su vivienda y el 13% de ellos no tiene acceso a internet de ningún tipo. “El reforzamiento antes era por integración, ahora son grupos de estudios para los contenidos que los profesores ya están entregando y muchos de los chiquillos se quedan abajo, por distintos motivos”, cuenta Beas. Desde el CEP afirman que casi la mitad de los escolares a nivel nacional no posee las condiciones materiales adecuadas para el aprendizaje a distancia, uno de los factores que distingue entre sus estudiantes la docente.
”La primera de las consecuencias es la caída del aprendizaje de los niños y niñas”, dice Carmen Le Foulon, doctora en Ciencias Políticas e investigadora del CEP.
Le Foulon hace referencia al estudio “Proyectando los impactos potenciales del Covid-19; cierres de escuelas por rendimiento académico”, publicado por el Instituto Annenberg de la Universidad de Brown. En base a estudios anteriores, sus autores proyectan que en Estados Unidos es probable que los estudiantes regresen en octubre de 2020 a clases con entre el 63% y el 68% del aprendizaje de lectura que tendrían en un año escolar típico y con el 37% al 50% en el área de matemáticas. “Sin embargo, estimamos que perder terreno durante el cierre de escuelas de Covid-19 no sería universal”, dice el informe norteamericano. “La caída más dramática era para los estudiantes de menor ingreso, los alumnos de mayor ingreso se han logrado equilibrar y eso se está viendo en todas partes”, cuenta la cientista política, aterrizando a nuestro país los resultados del reporte del Instituto Annenberg.
Ángela Caviedes, mentora de mentores en Enseña Chile, coincide: “Antes de la pandemia ya teníamos conocimiento de que en un mismo curso existían brechas académicas significativas. Sabíamos que dentro de un octavo básico, por ejemplo, había hasta seis cursos diferentes. O sea un estudiante sabía cosas de tercero básico, y otro, cosas de primero medio”.
Patricio Acuña, profesor de educación general básica que trabaja en el departamento de educación de Huechuraba, opina que siempre hay estudiantes que se desarrollan más que otros porque tienen mejores recursos, un núcleo familiar más estable o apoderados sin dificultades. “Esa brecha va a existir. Van a avanzar los que tienen mejores condiciones y los que tienen peores van a quedar atrás, pero en conjunto todos van a quedar atrás en relación con las metas propuestas, aunque eso se puede ir subsanando”, cree el docente, semifinalista de Global Teacher Prize Chile y reconocido por Elige Educar.
“La caída más dramática era para los estudiantes de menor ingreso, los alumnos de mayor ingreso se han logrado equilibrar y eso se está viendo en todas partes”, cuenta Le Foulon.
Salud mental
María Ignacia Durney es sicóloga del colegio del colegio Jorge Alessandri Rodríguez, en Renca, específicamente de cuarto y sexto básico. Su trabajo es hacer seguimiento y contención emocional de los niños. Por nivel son alrededor de 180 alumnos, a los que el equipo de docencia ha decidido contactar uno por uno. “Los que están mandando tareas son pocos, entonces una de las cosas más importantes es contactar al niño como sea, hablar con la familia para saber cómo está y tenemos que hablar con todos”, cuenta Durney, quien asegura que esa es la única manera de saber realmente cómo están los alumnos. La sicóloga agrega que mantener contacto y estar alerta a los cambios es parte de una labor que la lleva a intentar descifrar muchas cosas desde la distancia: “Tienes que estar atenta, porque todo puede significar algo. Si habló, si no habló, si no contesta, o si está distinto”.
Según su experiencia y análisis sicológico, Durney afirma que lo más difícil en los niños es la incertidumbre. Pero a la realidad socioeconómica de sus estudiantes agrega otro factor: “Suele pasar que para los niños en situaciones más vulnerables, el colegio es un factor protector, es lo que te va a dar estabilidad, tienes personas que te protegen, tienes almuerzo y estás todo el día en un espacio seguro. Porque muchas veces hay papás ausentes o en temas de drogas. En ese sentido, el colegio los resguarda mucho”, cuenta la sicóloga.
Fabiola Bolaños -profesora del liceo bicentenario colegio Cardenal Raúl Silva Henríquez de Arica, reconocida por Elige Educar y una de las finalista de Global Teacher Prize Chile- cree que en ese aspecto los colegios representan algo más que una simple aula para esos estudiantes. “Para muchos de mis alumnos o alumnas, el colegio no es su segundo hogar, es el primero. Ahí comparten con sus compañeros, forman vínculos con sus profesores y muchas veces necesitan de nuestro cariño y consejo, de nuestra empatía, y palabras de apoyo y de contención”, explica la docente.
La sicóloga agrega que mantener contacto y estar alerta a los cambios es parte de una labor que la lleva a intentar descifrar muchas cosas desde la distancia: “Tienes que estar atenta, porque todo puede significar algo. Si habló, si no habló, si no contesta, o si está distinto”.
Estas experiencias son las que Carmen Le Foulon considera significativas y conducentes a uno de los mayores costos de la prolongación de la educación a distancia: la salud mental. “Es una consecuencia a largo plazo. Hay un efecto del vivir en hacinamiento en la salud mental y a eso le tenemos que sumar posibles aumentos de situaciones de abuso y maltrato. Es una mezcla bastante dañina para los jóvenes, sobre todo los que están en un proceso de formación, los chiquititos y los adolescentes”, afirma la especialista. Ella respalda su opinión con el informe que menciona que la ONG Activa reportó un aumento del 42% en violencia infantil durante el mes abril.
“Esto puede causar problemas permanentes. Sobre todo pensando que la salud mental es uno de los principales problemas que afecta a los jóvenes en Chile”, agrega. El CEP menciona que según el Institute for Health Metrics and Evaluation, dependiente de la Universidad de Washington, la prevalencia de enfermedades mentales en menores de 20 años en Chile es cercana al 14%, una de las más altas entre los países de la OCDE.
El informe del CEP explica que en Chile la Junaeb da alimentación al 60% de los niños que asisten a establecimientos educacionales financiados por el Estado, alcanzando a más de 1,5 millones de alumnos. Una ayuda fundamental, pero que en la actual emergencia puede que estén teniendo otro rol. “Es probable que en el contexto de la crisis económica las raciones alimenticias que entregue el Mineduc sean utilizadas para alimentar a la familia completa y no exclusivamente al estudiante en cuestión”, menciona el informe del CEP.
“Hay un efecto del vivir en hacinamiento en la salud mental y a eso le tenemos que sumar posibles aumentos de situaciones de abuso y maltrato. Es una mezcla bastante dañina para los jóvenes, sobre todo los que están en un proceso de formación, los chiquititos y los adolescentes”, afirma la especialista.
Desde Enseña Chile, Caviedes dice que el impacto educacional de la pandemia aún no se calibra bien, simplemente porque hay muchos alumnos a los que les perdieron la pista. “Hoy lamentablemente hay estudiantes de los que no supimos más desde el inicio de la pandemia”, cuenta, sobre un factor que está afectando la motivación de los profesores y el mismo alumnado. Justamente el informe del CEP explica que este es uno de los principales indicadores de deserción escolar y no parece tener buen aspecto: los docentes consultados dicen que con la mitad de sus alumnos no han tenido contacto alguno desde que partió la cuarentena. Por eso, en Mineduc proyectan que el impacto del Covid-19 aumentará en 81 mil los alumnos que abandonarán los estudios.
A modo de resumen, el estudio plantea que “para mitigar los riesgos asociados a la suspensión de clases, destacamos la necesidad de volver lo antes posible a las clases presenciales”. Un escenario complejo, pero que para Carmen Le Foulon tiene solución: “Efectivamente vamos a tener efectos de salud mental, en aumento de la brecha de aprendizaje y en potencial aumento de deserción. Si no hacemos nada es irreversible, pero yo creo que sí podemos y tenemos que tomar las medidas para tratar de reducir los efectos de la pandemia”.