Si le preguntan a Fito Páez por la primera impresión que tuvo de la cantante argentina Fabiana Cantilo, él, desde su libro de memorias Infancia & juventud (2022, Planeta), rememora el momento con lujo de detalles y la frase más exacta:
—Era el monumento a la juventud.
El instante en que se vieron por primera vez fue durante un mediodía extraordinario en Buenos Aires. Fito venía de iniciar la década de los 80 como parte de la banda de Juan Carlos Baglietto, es decir como parte del movimiento musical argentino conocido como trova rosarina, donde dio inicio a su carrera. Entonces recibió el llamado de Daniel Grinbank, empresario y figura clave del espectáculo argentino, quien le dijo sin ningún tipo de rodeo que Charly García quería tenerlo en su nueva banda.
Fito Páez sería parte del segundo disco de García, quien se había lanzado en solitario hace unos meses con Yendo de la cama al living (1982).
“No había mucho que pensar. Era el sueño del pibe”, anota el músico rosarino en su libro de memorias.
Reunidos en una oficina que daba a la intersección de Rodríguez Peña con avenida Santa Fe, el productor y también representante le pidió paciencia: “Ya llegan todos”.
“No terminaba de entender qué parte era la que estaba haciendo bien”, escribe Fito recordando la ansiedad del momento, “era un pibe afortunado, sin lugar a duda”.
De pronto, alguien abrió la puerta de la oficina y apareció “una voz celestial”:
—¿No vino nadie?
“Me di la vuelta muy despacio y allí estaba Fabiana Cantilo”, relata el pianista. “Era el monumento a la juventud. Solo pude mirarla de refilón en los siguientes minutos. Se produjo un hermoso silencio al encontrarnos. Nos dimos un beso de circunstancia. Era de una belleza sobrenatural. Me intimidaba”, anota el músico de 59 años.
—Vos sos Fito, ¿no? El rosarino de Baglietto.
—Sí —recuerda el músico.
Luego, echa a andar su memoria con precisión de anatomista:
“Su rostro anguloso entre galés y criollo. Sus ojos castaños que se encendían pícaros. Su boca de labios carnosos y ese lunar tan de ella sobre su mejilla derecha. El cabello rubio carré sobre los hombres. El cuello perfecto devenía en un torso con dos pechos suaves que se alzaban sobre una remera de The Police. Su minifalda dejaba ver su refinada silueta de mujer joven y poderosa”.
Según el rosarino, hace cuarenta años se enamoró de la cantante en ese preciso instante: “La adrenalina creció hasta límites irreales. Todo era un sueño”.
Hasta que de improviso entraron Charly García, el baterista Willy Iturri, el guitarrista Pablo Guyot, el bajista Alfredo Toth y los saxofonistas Daniel Melingo y Gonzo Palacios.
Charly no se anduvo con rodeos y, después de las presentaciones y algunas bromas de rigor, el grupo tomó dos taxis con rumbo a su departamento.
Escribe Fito: “Escuchamos, sin anestesia, Clics modernos”.
Triángulo de amor bizarro
Páez recuerda la jornada como una experiencia religiosa: “Todo en mi vida fue un antes y un después de ese momento”.
La escucha del segundo disco en solitario de Charly, antes de su salida a las bateas, fue toda una revelación.
“Una mixtura elegantísima de polirritmias, teclados de última generación, Pedro Aznar, guitarras Rickenbacker, Larry Carlton, máquinas de ritmos, samplings de James Brown recién salidos de alguna cueva del Greenwich Village, un joven Joe Blaney, el dolor causado por los desaparecidos argentinos bajo el terrorismo de Estado, los deseos de dejar de esconderse, NYC, la Argentina fracturada y el talento sagrado de Charly García”, resume Fito entre sus primeras impresiones.
“Minimalismo, polirritmia, neoclasicismo, discreción y una pátina de ambigüedad”, decía García sobre la fórmula musical de Clics modernos que ahora había que empezar a mostrar en vivo.
Más pronto que tarde, para octubre de 1983, comenzaron los ensayos.
“Los demás no me dirigieron la palabra hasta varias jornadas más tarde, salvo Fabiana Cantilo”, recuerda Fito Páez de la corista del disco. “Me preguntó si me interesaban los ovnis. Le dije que sí. ¿Qué otra cosa ibas a contestarle a la muchacha más hermosa del mundo?”.
Según recuerda Fito, se armó de un piano Rhodes, un Korg Minimoog y un Opus 3 para las presentaciones de Clics modernos.
“Charly se acercó por primera vez a mi set. Casi sin mirarme ni dirigirme la palabra me levantó tres dedos del teclado y se volvió a su set en el otro extremo de la sala. Con cuatro notas alcanzaba para formar un sol cuarta séptima. Primera clase”.
Así fueron pasando los días, mientras ganaba terreno en la banda de Charly y “me enamoraba de Fabi”.
“En diez ensayos aquello se convirtió en lava volcánica”, reconoce. “Y la cocaína, en pequeñas dosis, me permitía transformar esas sesiones en cumbres nada borrascosas”.
El debut de Clics modernos fue en La Plata. “Fabi y yo no dejábamos de mirarnos”, dice el músico. “Charly había decidido que yo iba a tocar toda la gira de espaldas. Eso facilitaba mi eje de mirada con Fabi. Porque ella estaba apenas un metro detrás de él, a su derecha. Y yo, al otro costado del escenario en una línea”.
“Parecía planeado. Vestíamos parecido, ella un tutú blanco y negro con un top negro, y yo, una camisa gitana a lunares, mismos tonos”.
Pero a la altura de Córdoba, la gira dejó entrever algunas señales contradictorias.
“Fabi y Charly se frecuentaban en aquellos meses”, descubre Fito Páez en sus memorias, “no solo como amigos. Creo que él comenzó a sentir cierta distancia que ella le imponía”.
Nos siguen pegando abajo
Esa noche de gira el músico se bajó los pantalones y descubrió sus partes íntimas frente al público del concierto.
La polémica no se hizo esperar y García incluso fue llevado a una comisaría días después.
“Mucho enojo en él, supongo. Clics modernos no había sido tratado por la prensa vernácula como la gran obra que era y es. Más bien fue ninguneado (...) Y Fabi no le correspondía como antes”, pondera su tecladista.
Al volver a Buenos Aires, el de bigote bicolor citó a Fabiana Cantilo y a Fito Páez en su casa. “¿Estás saliendo con este y con el otro?”, le preguntó García a Cantilo, según revela el rosarino en su libro, “ignorándome por completo”.
“Sí”, le contestó “una Fabi creo que algo aliviada”, dice Fito.
Luego, cierra: “El otro era el novio oficial. Fuimos tres en un momento. Cuatro, contando a Charly”.