Las movilizaciones feministas de estas semanas han puesto en la agenda pública los diversos aspectos en que se abusa de las mujeres en Chile. Ese abuso, que no sólo es evidente, sino que hasta hace poco lo teníamos normalizado, es más intenso y grave en las mujeres indígenas.
No es casual que el último informe que el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra las Mujeres de Naciones Unidas (CEDAW) dio sobre Chile, este año, haya recomendado mejorar las condiciones para las mujeres indígenas en acceso a la justicia, a la educación, al mercado laboral, a la salud, en violencia de género por parte de agentes estatales contra defensoras de derechos humanos y tierras ancestrales, en participación política.
Las mujeres de pueblos originarios sufren una triple discriminación: social, racial y de género. Por eso desde mi condición de mujer mapuche he apoyado decididamente las manifestaciones feministas que han significado un avance en una agenda que no consideraba los temas de género como prioritarios hace sólo unas semanas.
Las luchas de los pueblos indígenas, especialmente las del pueblo mapuche, están cruzadas por historias personales de compromiso por protección de nuestras tierras, nuestra espiritualidad y nuestra gente.
Francisca Linconao, machi de la Región de La Araucanía, ha debido soportar la persecución policial y judicial por más de cinco años, para luego ser absuelta de todas las acusaciones. Ella ha soportado esta persecución estoicamente junto a su familia -formada sólo por mujeres- y defiende hoy con más convicción nuestra espiritualidad, derechos y tierras ancestrales.
Marta Galindo, mapuche de 62 años de la comunidad Ignacio Tranol, comuna Padre de Las Casas, Región de La Araucanía, ha debido soportar el encarcelamiento y acusación de tres de sus hijos por más de dos años y la condena de dos de ellos con pruebas que aún se discuten en las cortes chilenas. Ella sigue hoy, después de la muerte de su marido y con sus hijos encarcelados, con su compromiso por los derechos de nuestro pueblo.
Las hortaliceras mapuches de Temuco, quienes fueron desalojadas y sus productos destruidos con una violencia inaceptable por orden de la autoridad regional, siguen dando una lucha pacífica y decidida por un lugar donde comercializar sus productos.
Yo misma, como la primera mujer mapuche parlamentaria en la historia del Congreso Nacional, trato de aportar mi grano de arena para que avancemos en las conquistas pendientes. Hacerlo no ha sido ni será fácil en un mundo, como el político, dominado por hombres.
Las luchas de mujeres indígenas se multiplican en todo el territorio y son el testimonio de que las barreras de lo posible están cambiando y que a esos cambios nos sumaremos decididamente.
* Diputada