Fue un domingo plomizo, helado, invernal. Ese 20 de julio de 1969 fue un día que las 8.884.768 personas que vivían en Chile difícilmente olvidarán. La Tercera tituló en su portada: "Todo el mundo estará hoy en la Luna". Adentro, el diario contaba sobre una pareja que se casaría apenas el hombre descendiera en el satélite, el feriado legal anunciado por el gobierno de Eduardo Frei Montalva hasta el mediodía del lunes 21 y la entrega de café y televisión gratis en los locales del centro para seguir la noticia de esa noche. Había también otras noticias: el suplemento dominical anunciaba las confesiones de Jackie Kennedy y la crónica informaba la muerte de tres personas por un cable de alta tensión en Puente Alto.

El feriado decretado para el día siguiente demostraba la conciencia que tenía el gobierno de Frei Montalva de la importancia del evento y de que, por eso, muchos madrugarían frente al televisor. "Era un tema dentro del gabinete", dice Andrés Zaldívar, entonces ministro de Hacienda, quien no lo pudo vivir en Chile porque estaba en París firmando los contratos del Metro de Santiago. De todas formas, hace un paralelo de la expectación con que se vivió en un hecho reciente: "Fue una cosa muy impactante para todos. Parecido al último eclipse solar, pero con más importancia porque fue a nivel mundial".

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La portada de

La Tercera

el 20 de junio de 1969.[/caption]

El astrónomo Mario Hamuy tenía en esa fecha apenas nueve años, pero el recuerdo de ese 20 de julio lo conserva con nitidez. Cuenta que los días antes de la llegada del hombre a la Luna, mientras paseaba en bicicleta, se paraba con los vecinos y en los negocios del barrio El Golf para conversar del tema. "¿Qué iba a pasar cuando el módulo se posara sobre el suelo lunar?, ¿se hundiría, explotaría, sería un éxito?", dice que se preguntaban. "En el barrio y en el colegio se debatía el tema del Apolo 11. Se comentaba en todas las edades y el mundo entero se volcó a observar ese hito", recuerda.

Desafío televisivo

Uno de los grandes objetivos del gobierno era que la mayor cantidad de chilenos pudiera ver la imagen del hombre pisando la Luna, aunque para llegar con la noticia a las casas hubo que hacer un gran esfuerzo técnico. "El gobierno prestó todos los apoyos posibles. Como el aporte en materia de telecomunicaciones", recuerda Enrique Krauss, por esos años ministro de Economía. Se refiere a la estación satelital de Longovilo, que cumplió un rol clave.

Ubicada en la provincia de Melipilla, Longovilo había sido inaugurada por Entel en 1968. "Esta fue su prueba de fuego, tengo entendido que intervino hasta el Presidente de la República, porque dejaron fuera de servicio muchos canales de telefonía", cuenta el ingeniero Arturo Nicoletti, uno de sus fundadores y director de programas de Canal 13 en esa época. "Llevar a cabo la transmisión era técnicamente un desafío muy grande. Algo nuevo. Además, estaba la ansiedad de pensar en una caminata lunar, que en ese tiempo era una cuestión que nadie se imaginaba".

Ese día, los canales que existían -el de la Universidad de Chile, el de la UC y Televisión Nacional, que aún no nacía formalmente- iban a hacer la primera transmisión de la historia en cadena y vía satélite. El hito histórico de un hombre en la Luna lo ameritaba. En el caso de Canal 13, tenían a Mario Kreutzberger y al analista internacional José María Navasal transmitiendo en vivo desde Houston, en una emisión especial de Sábados Gigantes.

Para lograr la transmisión, Entel tuvo que redireccionar su antena en Longovilo hacia la señal de la NASA y después llevarla hasta el Edificio España, en la intersección de las calles Huérfanos con Estado, donde llegaban las comunicaciones internacionales al país antes de que se levantara la Torre Entel. Desde allí, los canales tomaban la señal. Nicoletti explica que desde ahí la llevaron a Canal 13, que en esos años estaba en Alameda esquina Lira, donde se recogía con un sistema microondas portátil que les había llegado para el Mundial del 62 y, luego de eso, la pasaban en vivo hasta los hogares. "Hicimos pruebas por una semana hasta que logramos un contacto firme. El peligro era que la señal rebotara en una persiana o un elemento movible y nos quedáramos sin nada. Siempre se cruzaron los dedos para que no pasara nada", dice el ingeniero.

Los tres canales habían empezado el 1 de julio a transmitir diariamente un programa dedicado exclusivamente al viaje espacial. "En el programa se hablaba sobre el viaje a la Luna y se daban los antecedentes que se estaban recibiendo", recuerda Nicoletti.

Eduardo Ravani tenía 27 años y era socio de Fernando Alarcón en Paparazzi producciones, empresa que preparaba los programas de lo que en octubre de ese año sería Televisión Nacional, a la espera del decreto que lo oficializara. "Nos encomendaron hacer un show para esperar la llegada del hombre a la Luna. Hicimos una adaptación de la comedia musical Hair y le pusimos Londres Pop. Trabajó Pepe Gallinato, Maitén Montenegro y bailarines con coreografías de Paco Mairena. Además, se presentó el grupo Bric a Brac", explica Ravani.

El show, sin embargo, no se emitió según lo planificado. "El hombre llegó a la Luna más tarde de lo esperado. Entonces, tuvieron que atrasar la emisión del programa que hicimos", dice Ravani.

Comienza la fiesta

Los chilenos estaban expectantes desde las 16:18, que fue cuando el módulo lunar Águila había descendido a la Luna, posándose en el llamado Mar de la Tranquilidad. A esa hora, en Santiago, jugaba la selección, que se preparaba para las clasificatorias del Mundial México 70, contra el Combinado Porteño, equipo compuesto por jugadores de Wanderers y Everton. El periodista, crítico de cine y ex editor de Alfaguara, Antonio Martínez, fue una de las siete mil personas que llegaron al Estadio Nacional. Recuerda que en medio del partido el poco público empezó a aplaudir y celebrar algo, pero no era un gol: festejaban que el hombre había llegado a la Luna. En ese momento, el árbitro cobró un penal a favor de la selección: lo lanzó el infalible Francisco 'Chamaco' Valdés y lo perdió.

Ya en la noche, la gente salió a las calles y a los cafés del centro a pesar del frío invernal. Ahí se ofrecían bebidas calientes y una pantalla para ver el evento, aunque también había familias que en los barrios sacaron el televisor por las ventanas para que vieran quienes no tenían en sus casas. Eso fue lo que hizo Ximena Rubio, quien fue con su marido y sus cuatro hijos a ver la transmisión donde unos tíos. Se habían organizado con tiempo para llevar comida y bebestibles: "Nos instalamos con traguito y todo, bien preparados. Con mucha emoción vimos esto que era tan extraordinario".

El momento cúlmine partió a las 22:20, cuando Neil Armstrong y Edwin E. Aldrin iniciaron la expulsión de oxígeno en su cabina. Sólo esperaban las instrucciones desde Houston, en la Tierra, para descender. Esas mismas instrucciones las aguardaban a 400 mil kilómetros de allí los casi tres millones de chilenos que se estima siguieron la hazaña en casas, calles o cafés.

La Premio Nacional de Ciencias Exactas, María Teresa Ruiz, entonces de 22 años y estudiante de Astronomía en la Universidad de Chile, estaba resfriada. Se había acostado, y la única televisión que había en su casa la instalaron en su dormitorio. "En mi casa hacía mucho frío entonces, yo estaba con bufanda, parka y un saco de dormir alrededor. Me acuerdo que estaba sentada a los pies de la cama mirando el televisor con mi abuela y los ojos fijos en la pantalla", dice.

Mientras, a esa misma hora, Mario Hamuy se reunía con su familia alrededor de una antigua televisión de 19 pulgadas. "Recuerdo una Luna blanca, muy blanca e iluminada por el sol", dice. Y recuerda que aunque la imagen no era muy nítida, alcanzó a percibir la curvatura de la Luna.

Hasta el presidente impactado

A las 22:56 de Santiago y Houston, que por esos años compartían huso horario, ocurrió el momento clave. Neil Armstrong bajó del módulo y pisó la Luna (en el huso horario internacional, ya eran las 2:56 del 21 de julio). "Lo celebramos como un gol de Chile", recuerda Ximena Rubio, quien se puso a llorar de emoción. "Fue un momento tan extraordinario que no se ha vuelto a repetir", dice, y agrega que en ese instante entendió lo pequeña que era en un universo tan grande. "Pero también entendí el valor del ser humano. De ser capaz, siendo una hormiguita tan chica, de llegar tan lejos".

Justo a esa hora, Antonio Martínez regresaba cabizbajo a su casa en Viña del Mar: la selección había ganado 5 a 0, pero él, porteño, lamentaba la derrota. "Llegué y estaba toda mi familia viéndolo. Por supuesto, nadie me preguntó cómo le había ido al Combinado Porteño. No tuve mayor interés en la llegada del hombre a la Luna, mi preocupación fundamental era que habíamos perdido y que había estado en un momento histórico: el primer penal perdido en la era lunar", cuenta.

María Teresa Ruiz recuerda con precisión esa primera huella que vio mientras su familia dormía y ella entendía algo que no muchos sabían: que esa pisada no iba a desaparecer más. "No se va a borrar más en millones de años porque, como allá no hay viento, son varios millones de años antes de que se empieza a borrar. Eso lo encontré genial", explica. Aunque deja claro que la emocionaron sobre todo las imágenes que se tomaron de la Tierra desde la Luna. "Ver esa esfera azul, brillante, con sus manchas blancas y un poco verde… eso a uno le cambia el chip en la cabeza. 'Este es mi planeta, aquí vivo yo y soy parte del universo'", cuenta que se dijo a sí misma.

Al mismo tiempo, en su casa de Providencia, María Teresa Infante hablaba con su madre, de 77 años, quien le hacía una pregunta: "¿Teresita, esto será verdad?". No podía creer que lo que estaba viendo era real. Pero cuando Armstrong se paró sobre la Luna, todos los que se habían reunido en la habitación celebraron. "Nos felicitábamos y nos abrazábamos. No dábamos más de la alegría. ¡Sí mamá, es verdad!", decía María Teresa, mientras festejaba eufórica. Medio siglo después, aún recuerda la emoción de ese domingo: "Es una sensación de esas que te hacen un nudo en el estómago, y hasta el día de hoy se me aprieta la guata de sólo pensarlo".

En su casa de calle Hindenburg, en Providencia, el Presidente Frei Montalva vivía lo mismo. Su hijo Jorge Frei Ruiz-Tagle, que entonces tenía 24 años, dice que su padre llegó tarde de una gira en el norte, donde estaba afinando el programa de nacionalización del cobre que había puesto en marcha ese mismo mes. "Llegó, comimos y después subimos al segundo piso, donde se había hecho una sala de estar y teníamos la televisión. Lo vimos mi papá, mi mamá y los hermanos que estábamos solteros: la Mónica, Pancho y yo. Mi papá estaba muy impactado, nos decía que íbamos a poder contarle a nuestros hijos lo importante que era ver este evento", recuerda.

Esa noche, el periodista Luis Arancibia trabajaba en Radio Chilena y fue invitado a la casa de la tía de una compañera de trabajo que tenía televisión. Se reunieron en calle Esmeralda. "Cuando todo terminó, salí y caminé en dirección a la Alameda. Había mucha gente en la calle, porque fue un acontecimiento. En la Alameda era una noche de fiesta", dice.

La transmisión se prolongó hasta la madrugada.

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La portada del 21 de julio de 1969.[/caption]

El día después

El lunes fue un día soleado. La portada de La Tercera consignó la hora en que todo pasó: "El hombre pisó la Luna a las 22.56". Y adjuntaba un encabezado más creativo: "Se cumplió el sueño de Julio Verne".

Luis Arancibia, el periodista, era el encargado de cubrir las noticias de La Moneda para la radio. Ese lunes recibió una tarea compleja de su jefe: conseguir las reacciones del Presidente Frei Montalva respecto al hito lunar. Averiguó que el Mandatario estaba en su casa, así que se fue hasta allá en taxi y le preguntó al único carabinero de la escolta si el presidente estaba adentro. "Me dijo que sí. Esperé y salió una de sus hijas, no recuerdo si Carmen o Irene. A ella le conté que era periodista y quería unas palabras de su padre sobre la llegada del hombre a la Luna. Me dijo que iba a preguntar. Salió al rato: me iba a recibir", recuerda hoy Arancibia, quien vive en Madrid.

Media hora después, estaba sentado en el despacho de Frei Montalva. "Me hizo entrar, muy amable y atentamente, y me dijo: 'donde usted está sentado, se sentó Neil Armstrong cuando lo invité a esta casa'. Él estaba interesado en la carrera espacial'", cuenta Arancibia sobre la entrevista donde el presidente le contó que el hombre que pisó la Luna lo había visitado tres años antes. Armstrong había estado en Chile -y en el living de su casa- junto al también astronauta Richard F. Gordon, enviados por el mandatario norteamericano Lyndon B. Johnson.

Ximena Rubio dice que la llegada del hombre a la Luna generó un cambio cultural en el país: se tomó conciencia de que existía un universo más allá y de que todo era posible. "Todos los niños querían ser astronautas", recuerda. Mario Hamuy era uno de esos niños; y dice que ese hito definió su futuro: "La llegada del hombre a la Luna gatilló o ratificó ese gran interés que tenía por el espacio". Y confiesa un sueño: "Desde ahí que me gustaría ir a la Luna. O, al menos, orbitar la Tierra".

El martes 22 de julio, la Luna ya había quedado atrás y la portada de La Tercera apostaba por un nuevo objetivo: "Ahora a Marte los boletos". Un poco más abajo, más pequeño pero no tanto como para pasar desapercibido, había un segundo titular que hoy cobra un sentido que va más allá del acto poético de quien lo redactó: "Sola y triste dejaron los astronautas la Luna".

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La portada del 22 de julio. Foto: Documentación Copesa.[/caption]

Un hito que se aplaudió en todo el mundo

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En Tokio las familias también se reunieron frente a un televisor a mirar la hazaña del Apolo 11. Foto: AP[/caption]

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El Papa Paulo VI, viendo y celebrando la llegada del hombre a la Luna. Foto: esa/observatorio vaticano[/caption]