Un momento de silencio interior para encontrar calma. Así es rezar, el acto de hablar con Dios y enfocar las energías en sus enseñanzas que, para muchas personas, es liberador, reconfortante y puede dar un respiro en medio de un día caótico.
Algo similar pasa al meditar: sacándole el factor religioso, quienes realizan esta práctica también encuentran una sensación de paz y equilibrio, conectando la mente con el cuerpo.
Pero, ¿alguna vez te preguntaste qué pasa con tu cerebro mientras estás rezando o meditando? ¿Por qué sentimos una conexión tan profunda con Dios o con nosotros mismos? Todo esto es lo que explicaron distintos expertos en neurociencia.
Qué pasa en el cerebro cuando rezamos o meditamos
Cuando una persona reza, usualmente repite una oración específica —como el Padre Nuestro o el Ave María— una y otra vez. Esto es lo que midió el neurocientífico Andres Newberg, de la Universidad Thomas Jefferson, a través de resonancias magnéticas.
Fue así que encontró que al rezar, “una de las áreas del cerebro que se activa es el lóbulo frontal”, le dijo a la BBC. Esta parte cumple la función de concentrarse, por lo que no es raro que se active cuando se está rezando.
Sin embargo, el experto se sorprendió cuando encontró que cuando se reza una “oración profunda, cuando la persona siente que la oración se está casi apoderando de ella, la actividad del lóbulo frontal desciende. Esto ocurre cuando el individuo reporta sentir que no son ellos los que están generando la experiencia, sino que es una experiencia foránea que les está ocurriendo”.
Es decir, el cerebro cree que está experimentando una sensación externa, como sentir ‘la presencia de Dios’, y una profunda conexión, algo que muchos creyentes reportan cuando se enfocan en sus oraciones.
Por otra parte, rezar también reduce la actividad del lóbulo parietal, otra parte de nuestro cerebro, que nos hace percibir sensorialmente nuestro cuerpo y nos crea una representación visual sobre cómo es.
Pero, ¿sucede lo mismo al rezar que al meditar? Según Tessa Watt, especialista en meditación y mindfulness, sí se puede alcanzar ese estado de conexión y profundidad. Y es que serían prácticas con metas muy similares.
“Creo que tanto la oración como el mindfulness ayudan a tranquilizar a una persona, para que tenga más tiempo para sí misma y además active el sistema nervioso parasimpático”, aseguró la experta. Este último, es el sistema que ayuda a desacelerar el corazón, dilatar los vasos sanguíneos y relajar los músculos, entre otras cosas.
Según el neurocientífico Newberg, no solo meditar provoca las mismas reacciones que suceden en el cerebro al orar. Esto también puede pasar con otras actividades, como cuando los músicos comienzan a improvisar.
Esto, según explicó a la BBC, demostraría que “la creatividad puede ser una práctica profundamente espiritual para muchas personas, sin importar que tengan una vida religiosa o no. Y creo que sí están relacionadas, porque el cerebro no tiene un área designada solo para la religión”.
Es decir, nuestro cerebro se estimula en las mismas áreas cuando rezamos, meditamos o escuchamos la novena sinfonía de Beethoven.
Todas esas actividades, y quizás muchas más que no se han estudiado todavía, hacen que los humanos sintamos una profunda conexión con algo, ya sea Dios, la música o nosotros mismos.