Un estudio realizado por ComunidadMujer establece que, por la reducción de la natalidad y la mortalidad y el aumento de la esperanza de vida en Chile, ha cambiado el perfil de la población que necesita cuidados. Desde 1990 hasta ahora ha habido una disminución de la población infantil y adolescente menor de 15 años –desde un 30% a un 20%– mientras ha habido un aumento de las y los adultos mayores de 59 años –desde un 9% a un 16%, en el mismo período.
Lo que no ha cambiado es que las mujeres son las que principalmente han quedado a cargo del cuidado de miembros de la familia dependientes, ya sea menores o ancianos.  Esto, pese a que entre las mujeres en Chile ha crecido la participación laboral, disminuyendo su capacidad de cuidado en el espacio doméstico.
Según el estudio de ComunidadMujer, esto impacta directamente "en las trayectorias laborales que están comenzando a forjar las mujeres jóvenes, condicionando, desde el comienzo, su disponibilidad en el mercado del trabajo y, con ello, las oportunidades a las que acceden y su capacidad para mantener o ascender en un empleo, en contraste con las presiones que reciben los hombres para ejercer la profesión y cumplir su rol de proveedor".
El estudio también establece que, por razones biológicas y sociales, los menores de 5 años son quienes más demandan tiempo de cuidado de personas adultas, pero la distribución por sexo de este tipo de actividades es la que genera mayores brechas de género. Según los datos de la encuesta CASEN analizados por ComunidadMujer, las mujeres de 25 a 59 años dedican en promedio 28 horas semanales al cuidado de los menores, mientras sus pares masculinos, en cambio, lo hacen solo 12 horas. Es decir, menos de la mitad de la jornada femenina.
Donde casi no hay diferencias es en el tiempo dedicado a jugar con los niños: casi el 60% del tiempo que los hombres dedican a cuidar está destinada a jugar con los menores de 5 años (7,2 horas), representando la única actividad en que las diferencias de género son casi inexistentes. En cambio, labores demandantes y vitales como bañar, dar de comer y acostar, son asumidas casi completamente por las mujeres, habiendo brechas de entre cuatro y seis veces más trabajo para las mujeres versus los hombres. Algo similar ocurre cuando se trata de cuidar a un adulto mayor: de cada 10 personas que asumen sus cuidados, siete son mujeres y tres son hombres.