Antes de 2008, el entorno del volcán Chaitén se caracterizaba por la presencia de bosques del tipo "siempreverde", dominado por especies como el coihue de Chiloé, tineos, arrayanes o luma. Todo esto desapareció luego de la erupción.
Álvaro Promis, académico de la Facultad de Ciencias Forestales y de la Conservación de la Naturaleza de la U. de Chile -junto con la colaboración de Úrsula Partarrieu y Sofía Acuña-, visitó el lugar en 2012 y 2016, para analizar cómo se reconstruiría el bosque perdido. Gracias a la construcción de caminos y senderos de parte de la fundación Tompkins pudieron acceder a la zona baja del volcán.
Durante su última visita, en 2016, descubrieron que de las 50 parcelas que habían montado para estudiar en 2012, solo quedaban 40 debido a los cambios de la fisiografía del lugar. Ahí encontraron 64 especies de plantas y notaron que la cobertura de vegetación había aumentado 45% en algunas zonas y hasta el 100% en otras respecto de la primera visita.
En esa primera expedición, solo identificaron 45 especies de plantas y los sectores que designaron para el estudio tenían una cobertura de apenas el 5% en algunas zonas y hasta 75% en otras.
Las especies que pudieron encontrar a ocho años de la destrucción del bosque pertenecen mayoritariamente al grupo de las hierbas (41% del total), luego al de las plantas arbustivas (20%) y a las arbóreas (14%).
Promis explica que este renacer del bosque puede deberse a dos cosas. "Seguramente, en forma aleatoria, las semillas están accediendo al área por efecto del viento, o siendo transportadas por animales en su piel. En otros sectores, donde quedaron troncos o ramas, estos rebrotaron, regenerándose vegetativamente hasta producir un efecto colonizador".
La colonización está partiendo con plantas ruderales, que son las que tienen un efecto colonizador y que están mejorando las condiciones del suelo para que después puedan llegar los árboles, explica el académico. "Las plantas herbáceas estarían colonizando las zonas altas, sobre todo las del género conyza, y la parte baja estaría siendo dominada por el coihue común, el dombeyi y el arbusto chaura gaultheria".
El proceso de restauración vegetativa ha sido "rápido", dice, y cree que se ha visto favorecido porque el área no tiene tanta influencia humana, ya que está alejada de la población. "La naturaleza se está expresando en toda su plenitud. Además, las precipitaciones son altas y las temperaturas no tan frías, por lo que las plantas responden rápidamente a esto".
Algunos aspectos con los que hay que tener precaución para poder preservar la vegetación, dice, tienen que ver con el ingreso de personas al área. Promis cree que se debe tratar de controlar el tránsito en ese sector, circulando solo por los senderos habilitados para el turismo y, ojalá, no introducir animales ni plantas que puedan llegar a ser invasoras.
"La introducción de especies herbívoras, como ganado, conejos o liebres, son un peligro, ya que están constantemente comiéndose las plantas. Las especies vegetales exóticas, como el ulex europeus, también podrían afectar las zonas altas. Si bien no hemos visto esta especie invasora, igual puede llegar, ya que se disemina por el viento", explica.
Otro peligro al que se enfrenta este sector es a los incendios. "Veranos muy secos y con alta afluencia de turistas, además de una biomasa seca pueden terminar en algún tipo de incendios por turismo", advierte.
Sin embargo, Promis dice que "si se sigue manteniendo como un área silvestre protegida, ya sea por el Estado o por la fundación Tompkins, se podría evitar el ingreso de animales y de personas".