A 15 km al norte de Chaitén, en la zona de Santa Bárbara, se encuentra el morro de Vilcún: un cerro modelado por la acción de los glaciares, de unos 420 metros de altitud, cuya cara sur da al mar y que está rodeado de bosque nativo siempreverde. Famoso por su belleza, hoy está en el centro de la atención científica, luego de que las cuatro cuevas que se ubican en su interior revelaran parte de sus secretos: pinturas rupestres y restos de animales y herramientas que indican que hace más de 700 años vivieron allí grupos humanos de los cuales, actualmente, nada se sabe.
En busca de respuestas, un equipo de National Geographic -compuesto por la arqueóloga de la Universidad de Nueva York Karen Holmberg, y el doctor en arqueología e investigador de la U. Austral Rafael Labarca- acaba de terminar una expedición inédita a estas cuevas, que arrojó nuevos hallazgos y permitió -por primera vez- hacer un mapeo 3D completo de ellas.
"La investigación en la zona parte en 2011, cuando junto a Francisco Mena, realizamos la primera caracterización de estas cuevas. Ahora trabajamos con Karen Holmberg, arqueóloga estadounidense, quien postuló a fondos de NatGeo, lo que nos permitió hacer nuevas excavaciones y contar con el experto colombiano Andrés Burbano, quien fotografió el interior de las tres cuevas principales para recrearlas en tres dimensiones. La idea es poder hacer un recorrido virtual por ellas, lo que sirve para la investigación futura y para protegerlas del vandalismo", cuenta Rafael Labarca.
De hecho, la Municipalidad de Chaitén apoyó la expedición en todo momento, consciente del valor arqueológico y patrimonial que hay en ellas.
Nuevos hallazgos
Los resultados preliminares de la expedición NatGeo son más que alentadores. Los hallazgos reafirman la tesis de que los habitantes de estas cuevas serían un grupo cazador recolector, adaptado a la vida marina y cuya data se estima entre 900 y 700 años atrás. Aunque las tomas de nuevas muestras -logradas en excavaciones más profundas y que todavía están en análisis- podrían arrojar que estas poblaciones tienen mayor antigüedad.
"En la primera expedición cavamos 1,8 metros en la cueva Grande y ahora llegamos a 2,4 metros de profundidad, alcanzando una antigua playa de guijarros. Allí tomamos muestras para hacer nuevas dataciones (de radiocarbono), pues creemos que los humanos que aquí vivieron son mucho más antiguos", afirma Labarca.
La investigación busca conocer más sobre estas poblaciones humanas tempranas que vivieron en la costa noroeste de la Patagonia y que experimentaron repetidas erupciones volcánicas explosivas. "El uso costero y el vulcanismo están implicados en transformaciones importantes en la forma en que la gente ocupó el paisaje patagónico desde el Holoceno temprano (hace 10 mil años). Hay registros de erupciones en Chaitén desde mucho antes. Por eso, en este proyecto buscamos combinar estos nuevos datos vulcanológicos con datos arqueológicos mejorados, para poder discernir una cronología más antigua para este sitio", dice Holmberg.
El equipo trabajó con el vulcanólogo de Nueva Zelandia Brent Alloway, cuyos estudios previos indican que el volcán Chaitén hizo erupción al menos 22 veces en los últimos 18 mil años.
Durante el mes de la expedición de NatGeo, el equipo científico halló nuevas pinturas rupestres en la cueva Alta, no inspeccionada en detalle en la expedición anterior. Ahí también encontraron obsidiana, una piedra volcánica que posiblemente fue usada para realizar herramientas. Mientras que las excavaciones arrojaron restos de peces, moluscos, lobos marinos y un pudú -parte de su dieta-, y herramientas como punzones de hueso y guijarros percutidos (piedras redondeadas que fueron partidas). "No sabemos si las pinturas las hicieron los mismos que habitaron las cuevas. Es parte de esta investigación que sigue y esperamos que las nuevas muestras nos entreguen pistas sobre eso", dice Labarca.