Los celulares se han convertido en una extensión de nuestro cuerpo. Duermen a nuestro lado, son los encargados de despertarnos y nos acompañan a donde sea que vayamos. Nos guían con su GPS, guardan nuestros recuerdos en fotografías, reproducen música e incluso comenzaron a reemplazar las tarjetas de banco.
Y aunque son una herramienta fundamental para la vida y el trabajo, existe una delgada línea que nos separa de la dependencia y la adicción. En particular, las redes sociales y su algoritmo —que está hecho para atraparnos por la mayor cantidad de tiempo posible en la pantalla— han obsesionado a millones de personas alrededor del mundo.
En esta línea, es cierto que quienes han nacido en un entorno digital —y que ahora son adolescentes— están completamente inmersos en este mundo invisible, detrás de las pantallas.
Es por esto que la BBC realizó un experimento con 10 jóvenes, para ver cómo cambia su comportamiento sin los celulares en sus vidas cotidianas. El grupo de estudiantes dejó de lado su teléfono inteligente y adquirió un celular básico Nokia, que sirve solo para hacer y recibir llamadas y mensajes de texto (SMS).
Esto fue lo que pasó con los jóvenes, tras una “desintoxicación tecnológica” que duró cinco días.
Adolescentes dejan de utilizar celulares por 5 días: esto pasó
Ruby, una de las participantes, tiene 15 años y admitió que pasa demasiado tiempo viendo TikTok y que incluso ignora a sus padres mientras desliza la pantalla una y otra vez para seguir consumiendo contenido en esta plataforma china.
Por esto, fue un gran desafío para ella vivir cinco días completos sin su celular inteligente. Pero a los pocos días, sintió que “ha abierto más la conversación” con sus padres, algo con lo que su mamá, Emma, está completamente de acuerdo.
“Ruby es muy adicta a su teléfono, así que le da la oportunidad de ver cómo eran las cosas cuando yo era adolescente”, dijo su madre. “Está hablando más y se va a la cama más temprano. Es un buen cambio”.
Sus padres la llevaron al tranvía que toma en Salford, Inglaterra, para ir al colegio. En lugar de mirar a qué hora llegaría el siguiente tren, la niña tuvo que leer los horarios en el tablero de la parada, algo que no había hecho alguna vez.
El mismo reportaje de la BBC siguió de cerca a Charlie, de 14 años, quien después de 27 horas sin su teléfono, decidió abandonar el experimento y pidió con desespero que le devolvieran su celular. Y es que sentirse desconectado de lo que estaba pasando en Internet fue una experiencia “realmente estresante”.
Esto, en el mundo moderno, se conoce como FOMO o Fear of missing out (miedo de quedarse afuera), un término que apunta a la sensación de estar perdiéndose de lo que está pasando en las redes sociales y en la web en general.
Pero no todos los adolescentes se sintieron así. Grace, otra niña de 15 años, aseguró que desapegarse de su celular la hizo sentir libre: “Siento como si estuviera aprendiendo cosas e involucrándome más. No siento que me esté perdiendo de algo”.
“Tan pronto como regresaba a casa, me ponía a dibujar cosas y pintar. Me ayudó a empezar a hacer las cosas que me gustan otra vez”.
Cuando terminaron los cinco días del experimento, los investigadores de la BBC reunieron a los estudiantes y, mientras iban a recoger los teléfonos, varios de ellos gritaban de emoción al ser reunidos con sus celulares.
En cuanto los encendieron, permanecieron varios minutos pegados, deslizando la pantalla y poniéndose “al día” con lo que se habían perdido.
Según el estudio Niños Digitales, hecho por Kaspersky, el 55% de los menores de edad en Chile tienen alguna cuenta en las redes sociales. Además, la Radiografía Digital de Niños, Niñas y Adolescentes de VTR mostró que el 48% de los niños, niñas y adolescentes chilenos han estado en Internet más de 4 horas al día.