En 2006 una adolescente de 13 años en Iquique se suicidó. Algunas de sus compañeras de octavo básico se burlaban de su apariencia y la golpeaban, acusaron sus padres en los diarios de la época.
Pero la escolar no vivió solo maltrato en su colegio. Horas antes de su muerte recibió amenazas a través de un chat. Fue una de las primeras veces que se comenzó a oír sobre el ciberbullying, cuando las redes sociales se masificaban y con ellas la violencia escolar tomaba otro matiz.
En 2011 se aprobó la Ley de Violencia Escolar (Ley 20.536), que define cualquier tipo de violencia, física o psicológica, como grave, "ya sea cometida por cualquier medio en contra de un estudiante de la comunidad educativa". Sin embargo, no hace referencia al ciberbullying y sus características.
El superintendente de Educación, Sebastián Izquierdo, dice que la norma define que "acoso escolar puede ser por medios tecnológicos o de otro tipo". Son los establecimientos educacionales, explica, los encargados de adoptar las medidas correctivas, pedagógicas o disciplinarias según su reglamento interno. Los protocolos deben ser actualizados y conocidos por toda la comunidad.
Pero hoy se sabe que la violencia escolar no tiene una manifestación única e indivisible. Álvaro Miranda, investigador del Centro de Microdatos de la U. de Chile, dice que incluye violencia verbal (insultos), física (golpes o empujones), social (dejar fuera de grupos) y cibernética. Esta última, dice, es "todo lo que sucede en las redes sociales, que a diferencia de los otros tipos, se hace a través de un medio que te separa de las personas".
Hablar de bullying, dice, es hablar de una violencia repetitiva, con un desequilibrio de poder de algún tipo: "la violencia esporádica entre pares no necesariamente es bullying".
Ha sido un aprendizaje entender que las agresiones también están en ese ámbito, indica Jorge Varela, investigador de la U. del Desarrollo. No se puede separar lo que ocurre en ambos escenarios. Pero muchos colegios no ven como un problema, por ejemplo, que el padre le compre un celular al hijo. "Lo ven lejano porque consideran que el involucramiento con la tecnología pasa por la casa, y no por el colegio".
Si un compañero le pega a otro, es claramente un acto de violencia, agrega Miranda. "pero en lo cibernético es difuso y, además, muchas de estas cosas parten sutilmente".
Las redes sociales cumplen un rol de socialización muy relevante para los niños, destaca Carolina Hirmas, docente de Pedagogía Básica de la U. Diego Portales. "Es el lenguaje que predomina", indica.
Y el ciberbullying tiene un alto impacto, porque incluso llega a gente desconocida. Antes los rumores circulaban entre los amigos o conocidos, "pero esto desborda el espacio físico y tiene un alto impacto, y recién ahora los padres están tomando conciencia del ciberbullying", señala Hirmas.
Para los escolares sí es grave, según la Encuesta Nacional de Violencia en el Ámbito Escolar (2014), en que reconocen más agresiones por medios virtuales que cara a cara. Así el 54,1% dice fue víctima de agresiones verbales por redes, mientras que cara a cara son el 45,9%.
"La ley de violencia escolar es muy laxa. Es una guía para los colegios, pero no establece algo concreto", indica Miranda. Cada establecimiento establece cómo resuelve, pero "es difícil fiscalizar la implementación", dice. Además, es más fácil establecer parámetros de violencia física y verbal, "pero la social y cibernética es más difícil, y el colegio no sabe cómo enterarse y actuar". De hecho, en la Superintendencia indican que solo el 5% de las agresiones psicológicas entre estudiantes se hace por redes sociales. Actualmente trabajan en una nueva circular de Reglamento Interno que contemple medidas preventivas en el tema.
Según la Ley de Violencia Escolar, cada establecimiento debe implementar sus propios protocolos, según su criterio.
Así, por ejemplo, en el colegio Likan Antai han creado procedimientos de prevención del bullying, ciberbullying y grooming, esta última "la modalidad más peligrosa y numerosa de las tres", dice su director, Patricio Cortez. A los apoderados les informan sobre el bullying, porque desconocen el tema, y "en algunos casos tienen normalizadas conductas que son disociadoras".
Oliver Bär, director del Colegio Suizo, señala que tienen un protocolo elaborado por la psicóloga, que se encuentra en el reglamento interno, accesible en su página web.
María Verónica Vergara, directora del Colegio Altamira, dice que no basta solo con un protocolo, todo el currículo debe estar intervenido. "Trabajamos mucho el concepto de reparación de daño. No estamos exentos de conflictos, pero nuestra tasa es mínima porque los enfrentamos desde lo humano y no desde la sanción aunque ella exista", dice.
En el Colegio Newland, su rector, Cristián Simón, indica que realizan muchas charlas para apoderados sobre ciberbullying. "El uso de tecnología es un tema nuevo y complejo, por lo que hay que ser cuidadosos, no todo es bullying, la gente tiende a agrupar cualquier situación como bullying y no es así", dice.
Biodanza y teatro para evitar acoso
Las políticas públicas en educación enfatizan la convivencia escolar como factor relevante para prevenir el bullying. En ella se enfocan los protocolos de cada colegio, los que, sin embargo, están muy necesitados de orientaciones y apoyo específico, señala Carolina Hirmas, académica de Pedagogía Básica de la U. Diego Portales, quien junto a la psicóloga Magdalena Seoane asesoran a colegios con una propuesta integradora, usando por ejemplo biodanza, que incluye a los adultos, profesores y familia. El trabajo se complementa con reflexiones pedagógicas, convivencia y disciplina formativa.
Otra de las herramientas que usan es recuperar con los profesores su sentido de eficacia, de cuerpo docente, "reencantarse con su profesión con el sentido de su hacer, que se hagan responsables de no solo entregar contenidos", dice Seoane.
Pero también están recurriendo a otras fórmulas. Es lo que realiza Teatro No Más, compañía que desde 2002 trabaja en colegios con lo que denominan "teatro intervención".
Jorge Rivero, director de la compañía, dice que crean obras para conectar con niños con un lenguaje simple. "Una buena obra puede ayudar mucho a ver y entender comportamientos que son muy difíciles de aceptar como dañinos en las comunidades educativas", dice.
De esa forma, agrega, muestran ambas caras de la moneda y en sus obras hablan sobre el daño del cyberbullying.