Hoy en día muchos usuarios usan las plataformas digitales para la creación de contenido, la difusión de sus emprendimientos e incluso, el aprendizaje de nuevas cosas. Sin embargo, también ha significado ciertos peligros que, en ocasiones, pueden ser demasiado difíciles de controlar.
Eso es lo que vivió Vanessa, una joven que se dedicaba al entretenimiento para adultos en internet. Durante años, sus fotografías han sido usadas sin su consentimiento por otras desconocidos para estafar a otros por altas sumas de dinero.
Las víctimas de las estafas creen que Vanessa los embaucó con dinero o también han llegado a pensar que tienen una relación con ella, pese a que la joven jamás los ha visto ni ha hablado con ellos. Este tipo de engaños es lo que se conoce como catfishing.
“Comencé a deprimirme y a culparme a mí misma. Tal vez si mis fotos no estuvieran ahí, estos hombres no serían estafados”, comenta.
¿Cómo le ocurrió todo eso? Esto es lo que contó Vanessa a BBC.
La popularidad de Janessa Brasil
Por ocho años, Vanessa transmitió contenido explícito en páginas para adultos. La modalidad era mostrarse a ella misma a través de una cámara.
Al principio no tenía demasiada confianza, por lo que quiso adoptar un seudónimo que se llamaría Janessa Brasil. “No soy realmente yo, es Janessa, así que no me avergonzaré”, se dijo a ella misma en ese entonces.
Aunque no le gustaba aquel apodo, cuenta que le ayudó a construir su popularidad en las páginas con una rapidez impensada. “Quería complacerlos. Quería divertirme con ellos. Y se enganchaban”, recuerda.
Todo parecía ir cuesta arriba: hasta le pagaban 20 dólares por minuto si se mostraba o entablaba conversaciones con los usuarios. En su mejor momento, llegó a ganar un millón de dólares por año.
En el año 2016, las cosas cambiaron para Vanessa.
Comienza la pesadilla
La primera vez que Vanessa se dio cuenta que estaban utilizando contenido suyo sin su permiso fue cuando vio el comentario de un hombre en un programa que se transmitía en vivo, uno de los que ella hacía. Aquel sujeto aseguraba ser la pareja de Vanessa, y no solo eso, sino que también ella le habría dicho que dejaría de estar en las páginas.
Cuando leyó esas palabras quiso creer que se trataba de una mala broma de un desconocido, pero algo en su interior la motivó a que ese hombre le enviara un mensaje.
Eso parecía ser solo el inicio. Después de ese hecho, varios sujetos más le escribieron para decirle cosas similares. Aunque suene extraño, la propia Vanessa comenzó a ser cuestionada para que entregara pruebas de su verdadera identidad.
Poco a poco, cada día de la vida de Vanessa se llenó de preguntas y peticiones extrañas. Intentaba responder lo más que podía los correos que le llegaban de las víctimas, sin embargo, hasta los mismos estafadores se hacían pasar por afectados.
“Fue una pesadilla”, cuenta Vanessa. “Pero me sentí mal por estos hombres. ¿Qué se supone que debo hacer?”, expresa.
En ese tiempo, Vanessa tenía un esposo que también operaba como su manager. Él les escribió a los afectados que entendía la situación, pero que ni ella ni su esposa tenían que hacerse cargo por las estafas, puesto que nada tenían que ver con eso.
Una víctima en Italia
Uno de los estafados fue el ciudadano italiano Roberto Marini. En esa época, el hombre recién había sacado adelante un importante negocio en la isla Cerdeña (Italia), y mientras navegaba en Facebook, una joven llamada Hannah le escribió un mensaje por interno.
Ella le envió felicitación por su emprendimiento, pero luego la conversación se puso más intensa. Ambos se mandaron fotografías y demostraron un interés amoroso mutuo. Hannah le contaba con pesar que tenía una vida llena de dificultades, y no pasaría mucho tiempo para que le pidiera dinero y objetos de valor al italiano.
Como Marini sentía cariño por ella, le entregaba todo lo que le pedía. Sin embargo, conocerse en persona parecía un hecho cada vez más imposible de suceder.
Un día, el italiano encontró algo que le costó afrontar. Había miles y miles de fotografías y videos explícitos de Hannah en distintas páginas para adultos, pero no tenía el nombre que le había dicho, sino que aparecía bajo el seudónimo Janessa Brasil.
No sabía qué pensar sobre todo eso. Para despejar sus dudas, Roberto decidió ingresar a los programas que Janessa Brasil transmitía en vivo y en directo. En el chat le preguntó si realmente era ella y después le envió varios correos para descubrir ese misterio que lo angustiaba.
En su interior, quería mantener la esperanza de que el amor que había tenido con la supuesta Hannah era real. Pero no lo era. Además de todo el costo emocional de afrontar esa mentira, Roberto tuvo que lidiar con altas pérdidas monetarias por todo lo que le había enviado a los estafadores.
El modus operandi de los engaños
Aunshul Rege, especialista en justicia Penal de Filadelfia y quien ha visto visto de cerca cómo se construyen las estafas de este tipo, dijo a BBC que usualmente este tipo de artimañas son construidas por organizaciones criminales que buscan cuidadosamente a sus víctimas.
Rege llegó a identificar que incluso existe un cierto método para cometer las estafas románticas: el denominado love bombing (bombardeo amoroso), advertencias de terminar la relación y peticiones económicas.
Y como la víctima siente un interés romántico en el otro hasta el punto de entregar dinero si es que lo requiere por situaciones extremas, cada paso suele cumplirse.
“Como seres humanos, estamos programados para ayudarnos entre nosotros. Así es como estamos hechos”, advierte la experta.
“Muestran amor y luego lo quitan. Los hombres se desesperan y están dispuestos a hacer cualquier cosa para recuperarlo”, añade.
Una vida nueva
Ahora, Vanessa piensa que lo sucedido con las estafas se vio impulsado porque publicó fotografías en las que compartía su forma de ser y su vida cotidiana. “Me expuse por completo, así que tenían mucho con que trabajar”, comenta.
La experiencia con los engaños a los que se vio enfrentada llegó a ser tan traumática, que en 2016 decidió dejar de hacer para siempre el contenido en páginas de adultos.
Simplemente, no quería darle más material para que los estafadores siguieran timando con sus fotografías. Quiso renunciar a cualquier cosa que le recordara su antigua vida, su negocio, su casa e incluso, su esposo.
Pese a todo lo que vivió, Vanessa jamás quiso denunciar a la policía las estafas que se cometieron con su nombre: “Me van a mirar como: ‘Eres una estrella porno’ y se reirán de mi cara”.
Hoy, quiere convertirse en terapeuta y está trabajando para ello. El proceso que la marcó en su vida fue tan desgastante, que cree se volvió más fuerte que nunca.