Fue en sueños, pero sus recuerdos son tan nítidos que Gastón Soublette puede narrarlos como si recién despertara de esa siesta. Parado en el Estadio Nacional junto a Jennifer López -actriz y cantante norteamericana, de ascendencia boricua-, ambos están a punto de competir por quién da la vuelta al coliseo en menos tiempo.

El experto el filósofía oriental, cultura popular, musicólogo y esteta la mira antes de comenzar la carrera.

-Es una mujer tan hermosa -piensa en voz baja, mientras su cuerpo se pone en posición.

-Jennifer, tú tienes un reloj con cronómetro, así que toma tú el tiempo -le dice a J.Lo.

Pero entonces la escena, y todo el sueño, se van a negro.

***

Gastón Soublette, sentado ahora en el sillón de su casa de Limache, al calor de una pequeña estufa eléctrica, recuerda ese sueño.

-Era una cosa muy seria -dice.

Para él, este sueño simboliza un conflicto que no ha podido resolver en sus 92 años de vida. Un dilema que a veces lo atormenta.

-Para mí, ella es una mujer muy bella. Pero su belleza radica en que sus rasgos son indígenas, por lo que mi interpretación del sueño es que mi inconsciente la escogió a ella para simbolizar mi atracción por un mundo que muchos creen incompatible con mi fe en Jesucristo. Eso no he podido resolverlo. En el sueño estamos compitiendo. ¿Quién gana? ¿Mi fe cristiana o la mística telúrica y pagana del mundo mapuche? -dice quien ha sido formado por el discípulo de Gandhi, Lanza del Vasto, y también por guillatunes mapuches donde ha tocado el cultrún para que una machi entre en trance.

Gastón Soublette tradujo el Tao te King y es experto en refranes, pero nada ha podido contestar esta pregunta que arrastra hace tanto tiempo.

-Es un problema que ya no sé si valga la pena descifrar. Hago lo uno y lo otro. Los mapuches también hablan de un creador del cielo y de la tierra. ¿Qué diferencia tiene con el de la Biblia? -dice, mientras el sueño con J.Lo sigue en su retina.

***

Gastón Soublette sabe que está contra el tiempo para descifrar éste y otros asuntos. Un médico chino que le clavó agujas por todo el cuerpo le dijo que viviría más de 100 años si se portaba bien, y él -que medita y ora cada día, que en lugar de aprender a manejar eligió caminar y se alimenta sano, que vive hace tres décadas conectado con la naturaleza en una quinta de los años 30, rodeado de paltos centenarios y un pastor alemán capaz de matar a quien se acerque a él y a su mujer si el bastón en el que apoya su 1,87 de altura no lo espanta- está en la recta final.

-Me preocupan los problemas que se puedan suscitar con la muerte. Si parto yo, ella se quedará sola. Y si ella se va primero, quedaré solo yo. Uno tiene que pensar en ello, son problemas reales. ¿Qué se va a hacer con esta propiedad? ¿Los hijos la van a vender? ¿Me van a invitar a vivir con ellos? Tengo muchos proyectos de escribir y publicar, todo eso se piensa entre medio de que puedes ser interrumpido por la muerte -cuenta.

Soublette confiesa que habla con Dios de estas cosas. Lo importante, dice, "es mantenerse vivo por dentro mientras no te entierren", y para eso sigue dando clases de sabiduría popular oral chilena en el Instituto de Estética de la UC y escribiendo cartas a El Mercurio cuando algo lo indigna.

Este verano, además, se prometió escribir sus memorias. Quiere hacerlo en una vieja Olivetti que descansa sobre su escritorio. El libro, advierte, no correrá cronológicamente. Serán episodios que narrarán su vida. Incluidas sus experiencias con los mapuches y su amor por Cristo.

-Creo que puedo escribir un buen volumen de fragmentos hasta marzo. Tengo memoria de elefante -dice quien atribuye su buena salud a su madre, quien lo amamantó durante un año.

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(Crédito: Juan Farías)[/caption]

Soublette tiene los huesos intactos, pero usa audífonos. Y su biografía es la de un alquimista que combina saberes. Nació en Antofagasta, pero creció en Viña del Mar. Estudió Derecho en la U. de Chile, pero sólo por complacer a su padre. Su verdadera vocación estaba en la música: terminó titulándose de compositor en el Conservatorio de París, en Francia, país donde en los 60 sería agregado cultural de Chile.

Elegido por Violeta Parra para traducir a partituras sus composiciones, Soublette también aprendió a amar la cultura popular y, de alguna forma, sus clases en la Católica son una forma de concretar el sueño inconcluso de ella de hacer una universidad del folclore.

Gastón Soublette quisiera darle la espalda al tiempo. Se lo dice a los alumnos que lo escuchan en el Instituto de Estética de la UC -que dirigió hasta los 80-, citando una de sus películas favoritas: El náufrago, de Robert Zemeckis.

-Vivimos y morimos por el reloj. Pobres esclavos del tiempo -dice, mientras su cabellera larga y canosa lo hacen parecer un chamán, pero con poncho.

Gastón Soublette pertenece a la elite. Fue cuñado de Gabriel Valdés Subercaseaux y conoció a su esposa francesa en un castillo europeo. Pero su alma es sureña y salvaje. Prefiere el caos de la naturaleza que las ciudades amuralladas.

Su único deporte fue subir cerros. Hace 10 años, cuando tenía 82, fue la última vez que puso su cuerpo a prueba: escaló el monte La Silla, que tiene 1.800 metros de altura.

-Quería probarme, saber si aún me la podía. Fui con un ex alumno mío de 50 y caminé más o menos 7 horas. Estar solo en el silencio de la naturaleza es para mí una experiencia sagrada.

***

La carrera entre Gastón Soublette y Jennifer Lopez no se ve en el sueño. Pero segundos después de que la escena de la competencia en el Estadio Nacional se va a negro, ambos reaparecen en una casa muy aristocrática.

Ella, vestida con un traje muy elegante, es agasajada por hombres de cuello y corbata con los que comparte un cóctel de verano en los jardines, mientras Soublette, sentado en el living, la mira de lejos.

"Yo la observaba entre la gente en esta casa pirula. Es una mujer muy bonita, pero tiene las piernas un poco cortas, pensaba yo. Entonces, inquieto por saber quién había ganado la competencia, abría la puerta y salía a encontrarme con ella, a interrumpirla en su coquetería con estos señores", recuerda hoy Soublette.

-Bueno, Jennifer, ¿quién lo hizo en menos tiempo? -le pregunta curioso.

J.Lo voltea y le sonríe:

-¡Y eso qué te importa! Lo importante es que lo hicimos.

El sueño termina ahí, porque Soublette despierta.

***

-¿Qué significa que yo piense en el sueño que ella tiene las piernas cortas? -se cuestiona Soublette, mientras continúa descifrando esas imágenes.

Entonces explica que, según Carl Jung, las extremidades inferiores simbolizan el alma.

-Hay una analogía funcional ahí. El hecho de que yo diga que ella tiene las piernas cortas se debe a que estoy diciéndome a mí mismo: la espiritualidad indígena, con todo lo que me atrae, es inferior al Evangelio de Jesucristo. Pero, como igual me queda siempre la duda frente a esto, le pregunto mejor a ella: ¿quién lo hizo en menos tiempo?, ¿quién ganó? Su respuesta es clara: "¡Qué importa!", dice ella, como queriendo decirme: "no pregunte huevadas, si el problema no se va a revolver nunca". Pero eso no es todo…- advierte dejándolo en suspenso.

La risa de Gastón Soublette retumba en la casona de Limache. Dice que aunque Cristo es el valor supremo para él, que no lo puede cambiar por nada, una de las razones para escribir sus memorias será justamente explicar por qué quedó tan enganchado con los mapuches.

Sus experiencias están llenas de sincronías que conectan los capítulos de su larga vida. Soublette tenía cuatro años cuando comenzó a venir a Limache para pasar los veranos en la quinta de su tío. De adolescente jugó entre los jardines que hoy habita.

Pero eso no es todo: junto a un primo se propusieron inventar una historia mapuche y crearon la de don Juan de Manríquez Sandoval: un conquistador español que, cansado de la crueldad y la codicia de los españoles, se pasó al bando de los indígenas.

-Era un desertor, pero por ser un hombre que tenía poderes síquicos, en recompensa por eso, los chamanes mapuches lo ordenaron machi, convirtiéndose en el primer machi de raza blanca que existió en América -dice sobre el cuento que terminaría siendo una historia real.

***

Hace unos años, recuerda Soublette, el profesor Antonio Antileo, que enseñaba mapuzungún en la escuela de Letras de la UC, le dijo:

-¿Usted sabe que esa historia que inventó ocurrió en la realidad?

Soublette llegó a tiritar tras escuchar que efectivamente un conquistador español, pero de apellido Calvo, se había casado en secreto con una inca del Perú, lo que provocó que Pizarro lo persiguiera a muerte. Los indígenas lo protegieron hasta que llegó a Quillota, en Chile, donde se puso a las órdenes de Michimalonco.

-Él vistió de toqui mapuche a este español que efectivamente tenía dotes síquicas muy poderosas. Pero fíjese en esto además: Limache viene del mapuzungún; significa machi blanco.

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(Crédito: Juan Farías)[/caption]

Soublette sigue deslumbrado por ese misterio. Cuenta que Antileo lo instó a averiguar la razón de esa concordancia y que cuando le dijo "a lo mejor, el pueblo mapuche lo está buscando", a él le dieron escalofríos.

Lo primero que hizo al respecto fue una gigantesca exposición de arte mapuche en el Campus Oriente de la UC.

-Ahí sentí lo que ellos llaman el newen, el poder de las cosas sacras mapuche que me empezó a dominar -dice.

Su encuentro con un profesor del Pedagógico, Domingo Curaqueo, lo terminó de introducir en ese mundo: invitó a Soublette a un nguillatún al sur. El musicólogo se alojó una semana en una ruca y durante la ceremonia de cambio de rehue, el viejo machi Gerardo lo llamó y le dijo que debía tocar el cultrún sobre la cabeza de una mujer que iba a entrar en trance. Soublette, que ya sabía tocar el instrumento así como la trutruca, obedeció y sintió que su vida cambiaba por completo.

-¿Por qué han hecho esto conmigo? -preguntó después.

-Porque tú eres un peñi, un hermano, tú eres de los nuestros -le dijeron.

A Soublette, entonces de 50 años, se le erizó la piel. Una machi, dice él, llegó a ofrecerle a su hija en matrimonio. Pero el musicólogo miró a la niña de 15 años, y dijo que no podía aceptarla. Que ya estaba casado.

La machi lo miró a los ojos:

-El newen se le metió en el cuerpo y no se le va a ir más -sentenció.

Soublette volvió a Santiago y al entrar en su departamento tuvo una crisis tan fuerte que debió recurrir a un siquiatra.

-Miré mi cama, mi escritorio, mi teléfono, la cocina y desconocí todo eso. Sentí una distancia tremenda. Me vino una depresión muy grande -confiesa. Y agrega que llegó a pensar que tendría que irse a vivir con los mapuches.

Pero Soublette se quedó de académico en la UC. Comenzó a escalar los cerros de la zona metropolitana donde antiguamente habían vivido los mapuches, y siguió yendo a verlos al sur, pero de visita. Entre medio recurrió a la filosofía oriental, conoció a Lola Hoffmann y de su mano el confucionismo, el I-ching, a Lao Tsé, a Jung y las sincronías. Luego, llegaría a la conclusión de que esa misma sabiduría está en los refranes populares.

-¿Se da cuenta que estuvo a punto de encarnar su propio cuento?

-Estuve a punto de quedarme ahí para siempre…

-¿No se arrepiente ahora que conoce de los abusos que ha cometido la Iglesia?

-Sigo siendo católico porque pienso que esas son personas que usan mal su investidura, pero no son la Iglesia misma. Es cierto, la organización jerárquica del clero está haciendo agua y mostrando sus grandes falencias, pero es porque se ha insistido poco en que la Iglesia es ante todo el pueblo de Dios. Creo que es hora de los laicos. Pero no nos vamos a tomar la Iglesia a la fuerza, tenemos que dialogar con la jerarquía para ver dónde podemos llegar, porque hasta ahora ésta lo está haciendo muy mal. Los escándalos que ha habido revelan que la clase sacerdotal no tiene herramientas para tener el dominio de sí misma. Gandhi decía que sus enseñanzas se basaban en tres pilares: el conocimiento de sí mismo, el dominio de sí mismo, el don de darse a sí mismo a los demás. Pero si uno se da a la comunidad sin conocerse y sin tener el control de sí mismo, puede dejar la grande, y eso es lo que está pasando. Por suerte tenemos a este Papa, que es muy valiente…

***

-Usted viene anunciando un apocalipsis desde 2012. Además va a publicar un libro que reunirá las cartas que ha enviado a El Mercurio en los últimos 40 años y que tienen de fondo su preocupación ecologista. ¿Qué es lo que más lo alarma?

-Yo ya no puedo viajar como antes. Estoy muy viejo, me canso. Pero prendo la televisión sólo para ver las noticias y me informo todos los días a través de los diarios y de mis amistades ecologistas. Juan Pablo Orrego y Sara Larraín me cuentan lo que está pasando y lo que se conversa en los congresos. Y lo que yo más temo es que se llegue a un punto de no retorno en la recuperación del ecosistema mundial. El mar va a subir 6 metros; y esto lo escuché por primera vez fácilmente hace 40 años en la Cepal. Londres, Nueva York, Miami, Valparaíso, ¿dónde irán a parar? Hay que tener un plan de evacuación y replegarse más adentro porque ese fenómeno ya no se puede detener. Lo otro que me preocupa mucho es la sequía. Aquí no cae una gota. Ya se acabó el agua en la parte alta de Olmué. Y va a llegar un momento en que el agua se va a acabar en Santiago también. Sabiendo esto, y que los glaciares son la gran fuente de agua dulce para las ciudades, ¡cómo podemos permitir que intervengan los glaciares frente a Santiago porque debajo hay oro! Creo que esas decisiones son inspiradas en un deseo de morir.

-¿Somos autodestructivos?

-En el ser humano existe una parte inconsciente que tiende a la muerte y que se llama tánatos. Así lo llamaban los griegos. Y es un impulso contrario a eros, que va hacia la vida. Si viene el señor Bolsonaro y lo primero que declara es que la selva amazónica va a ser abierta a la explotación comercial, cuando la selva de Brasil no le pertenece sólo a él, sino al mundo entero porque es un gran pulmón que purifica la atmósfera, eso es tanatos, un deseo de morir. Por otro lado tenemos a Trump que dice que el cambio climático es un cuento chino. Esos hombres no se conocen a sí mismos.

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(Crédito: Juan Farías)[/caption]

Soublette camina por el jardín cubierto por las hojas del otoño. Cuenta que tiene un pozo de agua al que espera que sus nietos y bisnietos recurran en caso de emergencias, si es que él ya no está aquí para protegerlos. Le aterra el planeta que les espera. Dice que va a morir mucha gente. Y que hace un mes, Juan Gabriel Valdés, su sobrino que terminó hace un año su rol de embajador en Washington, se lo confirmó: "Aquí va a quedar la grande, tío".

-Yo detesto este modelo de civilización, creo que es incompatible con el Evangelio de Jesucristo y con la vida. El poder económico hace lo que quiere con nosotros -dice.

-¿Qué le provoca eso a usted?

-Una indignación tremenda. Yo pertenezco al club de los indignados.

-¿Y cómo lo hace para no perder la fe en la humanidad?

-Yo no pierdo la fe porque medito con el cuerpo inmóvil en la postura del loto, con la espalda recta y la respiración rítmica, y así restablezco el equilibrio síquico y el dominio de mí mismo, si no estaría muerto. Pero a la vez creo que el poder que trajo la vida a este planeta es más fuerte que la imbecilidad de los hombres. Que aunque nos van a llevar al extremo, casi al punto de no retorno, eso no va a ocurrir. La vida es más fuerte que la depredación que hace la industria en el mundo, y si Jesucristo, el hijo de Dios, vino al mundo no es para que esto termine mal, ¿cierto? Estamos pasando por el cuello de la botella y se va a poner mucho peor, eso sí.

-¿Le asusta la muerte?

-Fíjate que no sé. Por el momento estoy tranquilo, pero no sé cómo reaccionaría si el doctor dijera claramente que me voy a morir. A pesar de que emprendí la aventura del autoconocimiento, y que con él tomé conciencia de las bases de mi personalidad y logré tener el control de mis reacciones, conocerse entero es imposible, un abismo sin fondo. ¿Será verdad que iré a vivir más de 100 años? Yo por el momento pido unos cinco más para terminar lo que tengo pendiente.

***

Puede que Soublette nunca resuelva el dilema que le reveló el sueño con Jennifer Lopez, pero la última vez que la vio no fue dormido. Tenía los ojos bien abiertos y estaba en su departamento de Providencia, el mismo donde lo lleva un amigo cada domingo para hacer los martes sus clases en la UC.

-Le dije que el sueño había tenido cola, ¿no? Bueno, a la semana que soñé que competía con ella en el Estadio Nacional, ¡Jennifer Lopez se vino a alojar al lado de mi casa! ¡Ella, en persona! Se alojó en el hotel W. Y yo la veía por la ventana de mi cocina cuando se subía a la limusina que la venía a buscar -cuenta.

Soublette quedó de una pieza. Tanto que pensó en escribirle una carta para contarle que habían corrido juntos, pero se arrepintió.

-Al final no lo hice. Para qué, si lo que se ve claramente en el sueño es que yo no solucionaré nunca ese problema. Para mí, Jesucristo está encima de todo, con eso basta -dice mientras cae la noche en Limache y él se frota las manos en la estufa antes de irse a dormir.